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Reportaje:

Las cuentas secretas de Mayte Zaldívar

La ex esposa de Julián Muñoz, antiguo alcalde de Marbella, llevaba un tren de vida muy superior al de sus ingresos declarados

Javier Martín-Arroyo

"Yo tengo la hipoteca de mi casa, no tengo una casa de mil millones de pesetas en Marbella, hay quien la tiene... Yo no. La mía vale sólo un 1% o un 2% de esa cifra", aclaró Mayte Zaldívar en enero de 2006. El ocaso del último personaje mediático detenido en la Operación Malaya contra la corrupción municipal marbellí ha silenciado su verborrea. Probablemente sólo de momento, hasta que su imprudencia la traicione de nuevo como ya ocurrió en tantas ocasiones.

Mientras tanto, los indicios apuntan a que Mayte Zaldívar, esposa separada del ex alcalde de Marbella Julián Muñoz, tenía bastante más que una hipoteca. Al menos 400.000 euros recibidos de su ex pareja a través de un banco suizo. El dinero procedía de una cuenta de una sociedad domiciliada en el Estado de Delaware (Estados Unidos), un famoso refugio corporativo, según el juez instructor del caso, Miguel Ángel Torres.

Los investigadores pudieron ver cómo hablaba en televisión de las bolsas de dinero
Hace un mes se vio implicada en un turbio asunto de tráfico de cocaína

Lo primero en delatarla fue su tren de vida. Zaldívar no declaró ingreso alguno en el año 2005, aunque sí un pago de 6.052 euros por la compra de un vehículo, 3.645 a una compañía de seguros y 1.864 por la cotización como autónoma. Pero ni una peseta de ingresos por trabajo.

El informe policial incluido en el sumario de la Operación Malaya sostiene que "el tipo de inversiones o incluso de bienes a nombre de su hija Elia revelan de forma manifiesta la disponibilidad de fuentes de ingresos (desconocidas) que proporcionan la holgura suficiente como para realizar gastos e inversiones muy distantes de los que comúnmente integran el sueldo de una familia". El presunto delito de blanqueo de capitales era una insistente llamada de atención para las fuerzas policiales, que sólo necesitabas seguir el rastro que la otrora familia Muñoz había intentado disimular.

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Los vecinos de la ciudad se preguntaban, desde el pasado mes de abril, si el origen de tanta ostentación iba a quedar impune. Si su peculiar mezcla de alarde y desparpajo, que acabó por traicionarle, sería ignorada por los investigadores. Pero éstos sólo tenían que encender la caja tonta, porque el pasado verano Mayte Zaldívar volvió a recordar su personal minuto de gloria con el episodio de su ex pareja entrando en la vivienda con bolsas de basura repletas de dinero de procedencia desconocida.

Hija de un guardia civil y criada en Marbella, heredó una fuerte personalidad que según relata su entorno la convertía en "la cabeza pensante" de las parejas que formó. Tras probar fortuna en Madrid, conoció al camarero Julián Muñoz y juntos abrieron un restaurante en Puerto Banús, donde ella se encargó de las labores de la cocina. Allí, entre risas y mantel, conocieron al fallecido alcalde Jesús Gil, que se fijó en el potencial populista de Muñoz, siempre animado por la ambición de Zaldívar.

Los pinitos políticos de Muñoz fueron modestos como concejal de Fiestas, pero ya entonces la pareja comenzó a cogerle el gusto a las fotos y cámaras de televisión a través de los actos que exigía el folclore kitsch impuesto por el gilismo. Esa querencia hizo a Zaldívar familiarizarse con el marketing moderno de las televisiones y sentirse como pez en el agua a la hora de evaluar intrigas, codazos y traiciones en la corporación municipal más espinosa del país. Hasta que debido a la condena de inhabilitación sufrida por Gil en el caso camisetas [los contratos de patrocinio que suscribieron el Ayuntamiento y el Atlético de Madrid para que los jugadores rojiblancos luciesen en sus camisetas la leyenda Marbella], Muñoz se alzó con la alcaldía y el chute de vanidad fue muy intenso para la pareja. Quizás demasiado, y en la primavera de 2003 trascendió la relación de Julián Muñoz con la tonadillera Isabel Pantoja, que transformó a Mayte Zaldívar en un personaje despechado asiduo a los platós de televisión.

Era una historia con ingredientes muy sabrosos para determinada prensa, y Zaldívar se convirtió pronto en protagonista principal de estos programas para pasear sus miserias. Era la víctima de una infidelidad dispuesta a protagonizar un culebrón que la llevara por todos los programas de tertulia rosa de la parrilla, a riesgo de repetir las mismas desgracias a idéntica audiencia que zapeaba para evitar el hastío.

Mientras, mantenía dos locales arrendados en el centro comercial La Cañada como lucrativos negocios. La esposa despechada se mudó a un apartamento del Hotel Guadalpín, pero para entonces ya había convivido demasiado tiempo cerca de unos concejales de dudosa honestidad, y aprendió que las deudas son sólo deudas. El hotel le ha puesto una demanda por el impago de su estancia durante varios meses.

Arrendador e inquilino compartirán banquillo. Construido con una licencia irregular de obras, la promotora, el grupo Aifos, tiene a tres directivos imputados en la Operación Malaya por el supuesto pago de comisiones al Ayuntamiento marbellí.

Mientras la audiencia vespertina seguía sus andanzas por los platós de las televisiones, hace apenas un mes Mayte Zaldívar se vio envuelta en un turbio asunto al ser implicada en un caso de tráfico de cocaína. Ahora su futuro depende de que la contundencia de las pruebas policiales demuestren el supuesto blanqueo de dinero, y contra las que las intimidades de alcoba resultarán del todo fútiles.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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