Ovnis cercanos
La casa en el jirón Junín, cercana al malecón, no destacaba entre las demás salvo por una placa grande de bronce en la puerta, reluciente y seria como las que ponen los abogados, médicos o notarios, en la que se leía: IPRI. Y más abajo: Instituto Peruano de Relaciones Interplanetarias. La vi muchas veces durante mi niñez porque yo vivía cerca -en el distrito de Barranco, en Lima, Perú-, y nunca dejó de asombrarme y de hacerme reír. Con los años he llegado a soltar carcajadas a solas recordando ese letrero fabuloso y absurdo. Cómico. Incluso entrañablemente ingenuo.
El domingo por la noche, en Cuarto milenio (Cuatro), me encontré con un invitado verborreico pero de exposición clara y apasionada. Un hombre bien vestido, de mirada inteligente y serena llamado Sixto Paz Wells, que decía haber visto y contactado con extraterrestres en 11 ocasiones durante 33 años. Era el hijo del fundador del IPRI. Mi vecino.
De pequeña supe que su padre y algunos modestos creyentes se reunían varias noches a la semana en aquella casa de puerta de hierro y cristal labrado para escuchar, creo que con un equipo de radioaficionado, los mensajes interestelares. No hubo mucha suerte. Sin embargo, su hijo ha logrado fama internacional. (Quizá interplanetaria). Sixto Paz relataba sus experiencias con detalles y pormenores que resultaban hasta convincentes. Afortunadamente, yo tenía a mano un libro publicado hace poco, Los ovnis, ¡vaya timo!, de Ricardo Campos. "Son leyendas fabricadas por el ser humano impulsado por su fuerte deseo de lo maravilloso", dice. Y argumenta que en seis décadas de "moda ovni" y supuestos contactos con sabios de otras galaxias no haya habido una sola revelación crucial para el ser humano. Ninguna prueba, sólo palabrería.
En uno de mis últimos viajes a Lima fui a visitar la placa dorada y encontré en su lugar una de cartón forrada en plástico -el bronce es material apreciado por los cacos locales-; seguía diciendo IPRI, pero ya no se explicaban las siglas. Mi deseo de lo maravilloso debe ser modesto, se satisface aún con esas cuatro letras.
