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LA COLUMNA | NACIONAL
Columna
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Contaminaciones

Josep Ramoneda

DE JUANA CHAOS, terrorista convicto, publicó en diciembre de 2004 dos artículos en Gara. En uno de ellos -El escudo-, refiriéndose al Gobierno español y a Zapatero, decía: "Sacad vuestras manos sucias de Euskadi. Sí, sacadlas porque otro camino sólo implica más sufrimiento. O el futuro terminará demostrando, sin duda, que os quedaréis sin ellas". En otro, dirigido a la señora Gallizo, directora general de Prisiones, escribía: "El único horizonte de justicia en las prisiones es la demolición de sus muros".

Sinceramente, no acabo de entender que por expresiones como éstas se pueda condenar a una persona a 12 años y siete meses de prisión por un delito de amenazas. Sin duda, el historial del condenado, y su querencia por las pistolas, cuenta. Pero tengo la impresión de que se publican muchas frases parecidas a las citadas cada año en España. Y hasta ahora, afortunadamente, nadie había sufrido una condena tan grave. Los delitos que tienen que ver con la libertad de expresión son material muy delicado. El camino por el que se llegó a imputar a De Juana Chaos también es imbricado: la alarma sobre su posible futura salida de prisión indujo a buscar desesperadamente alguna manera de impedirla. A De Juana Chaos se le ha condenado por su currículo.

Un comentario de Zapatero sobre las decisiones judiciales que pueden dificultar el proceso de paz ha provocado una respuesta airada del Consejo General del Poder Judicial: "La justicia no está en tregua". Aunque se ha producido una acumulación llamativa de actuaciones judiciales en relación con la cuestión vasca, no creo que pueda hablarse, como algunos hacen, de cierta conspiración judicial, pero sí de cierto clima al que los jueces, como ciudadanos que son, pueden ser sensibles. Y en un país en que la relación entre política y justicia no está resuelta, los estados ambientales tienen incidencia directa también en los jueces, con inevitables correlaciones entre posición ideológica y resolución judicial. Hay tanto ruido en torno al proceso del fin de la violencia que serían autistas los jueces si no les llegara. El caso De Juana Chaos es emblemático. La presión fue tanta que se llegaron a pedir 96 años de cárcel por los hechos arriba comentados. La presión política y mediática pesó en la revisión de la petición y ha pesado también en la sentencia.

Las insinuaciones del presidente Zapatero tienen un doble fundamento: por un lado, la visible e insistente campaña del PP, que busca judicializar todo lo que se mueve en Euskadi. Por otro lado, los precedentes: es muy extendida la idea de que anteriores procesos de negociación con ETA -y especialmente el de Argel- fracasaron en parte porque desde el aparato de Estado se hicieron movimientos para frustrarlo. Hay muchos intereses en juego.

Las condiciones para el fin de la violencia son mejores que nunca: más de tres años sin asesinatos, un contexto internacional imposible para ETA, una pérdida creciente de apoyos y expectativas para el terrorismo y su entorno. Pero falla algo que no falló en las frustradas ocasiones anteriores: la unidad en el frente democrático. La complicidad del primer partido de la oposición en un proceso de este tipo no sólo es deseable, sino que es necesaria.

La deslealtad del PP ha sido manifiesta. Zapatero se apoya en ella para cargar sobre el PP la responsabilidad del desacuerdo. Y en parte tiene razón. Por eso sigue contando con el apoyo de la opinión pública. La querella del PP contra Patxi López por entrevistarse con Otegi es reveladora de la estrategia de la derecha: la crítica política se convierte en acción judicial. Se imposibilita, de este modo, tanto el debate como el entendimiento.

Pero Zapatero sigue necesitando al PP. Y él es el presidente del Gobierno: el primer responsable de que el proceso funcione adecuadamente. No estoy seguro de que pueda decirse que Zapatero ha hecho todo lo posible para incorporar al PP. La división está contaminando muy negativamente el ambiente.

El desencuentro entre el PSOE y el PP es lo que permite a ETA el obsceno juego de transferir siempre la responsabilidad de las dificultades del proceso a los demás. Otegi, sin ir más lejos, culpa a Zapatero de lo que pueda ocurrir con De Juana Chaos y del momento de aparente crisis. En este sentido, Zapatero hace muy bien en recordar que "el proceso no depende de una sentencia.

El problema de fondo es la voluntad de ETA de dejar las armas". Es obvio. Por eso es lamentable el ventajismo del PP, que quiere cargar sobre Zapatero el hipotético fracaso del proceso. A pesar de los errores de Zapatero y de las zancadillas del PP, sólo ETA será culpable si esto acaba mal.

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