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Reportaje:

Descanso para cuatro focas de ida y vuelta

El centro marino de Málaga quiere devolver en avión a los mamíferos rescatados en verano

Pilar Álvarez

Miguelito da vueltas en una piscina sin prestar mucha atención a la visita. Sobre el agua flota un rastrillo de plástico y un delfín de goma. El habitáculo, lleno de tanques de agua, huele a mar. "No queremos acercarnos para que no se habitúe a nuestra presencia", explica el biólogo Jesús Bellido.

Miguelito, una cría de delfín de poco más de un metro de longitud y escasos meses de vida, emerge del agua y expulsa aire. Lleva casi tres semanas en el Centro de Recuperación de Especies Marinas Amenazadas (CREMA) de Andalucía, con sede en Málaga. Se quedó varado en Mijas y lo llevaron al único recinto andaluz que desde 1994 se encarga de salvar a animales acuáticos en peligro.

"A los delfines hay que expulsarlos pronto, no soportan bien la cautividad", dice Bellido. Este último supone una excepción por varios motivos: aún no está preparado para volver al mar y es el único ejemplar con un apelativo propio en el CREMA. "No solemos poner nombre a los animales, lo importante es que se recuperen lo antes posible y que vuelvan al mar", explica el biólogo. En la habitación de al lado descansan cuatro focas anónimas en compartimentos separados. Este es el año que más ejemplares de esta especie han coincidido al mismo tiempo en las instalaciones.

Han llegado de muy lejos, "de Escocia o de Islandia", según su cuidador. Los movimientos de las corrientes de agua fría del Norte las hacen bajar más de lo normal hasta llegar al Mediterráneo, donde terminan varando. Voluntarios del CREMA localizaron dos en Chipiona (Cádiz), una en cabo de Gata (Almería) y otra en Melilla. Las trasladaron al centro de Málaga, que tras diez años de actividad se ha quedado un poco anticuado. La Junta de Andalucía ha previsto el traslado de las instalaciones cerca de la desembocadura del Guadalhorce. También está previsto que se inauguren otros recintos similares en Huelva, Algeciras (Cádiz) y Carboneras (Almería) antes de 2010.

Es la hora del baño y un voluntario riega a las focas con una manguera mientras ellas observan a los intrusos con sus enormes ojos redondos y negros. Dos comen solas y otras dos necesitan ayuda. Al día pueden zamparse un par de kilos de jureles y sardinas cada una. Si estuvieran en libertad, la cantidad sería aún mayor.

Una de ellas gruñe para intimidar. Las focas son más agresivas que los delfines, pueden llegar a morder. Si alguien avista una foca en la costa, lo mejor es avisar al 112 para que el personal del centro acuda a recogerla, dice Bellido.

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Cuando estén totalmente recuperadas, volverán a casa. Los trabajadores del CREMA calculan que estarán listas en octubre. Si hay suerte, volverán al norte de Europa en avión. En el centro organizaron un viaje similar hace cinco años para una foca que varó en Granada en 2001. El ejemplar volvió a nadar en aguas escocesas tras un largo viaje en automóvil, avión, tren y barco. Si el plan por aire falla, la alternativa es soltar a las cuatro nuevas en Huelva o subirlas a Galicia, para que se adentren en el Atlántico y decidan solas su itinerario de vuelta.

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Sobre la firma

Pilar Álvarez
Es jefa de Última Hora de EL PAÍS. Ha sido la primera corresponsal de género del periódico. Está especializada en temas sociales y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en este diario. Antes trabajó en Efe, Cadena Ser, Onda Cero y el diario La Opinión. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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