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Reportaje:Alemania 2006

Pirlo, el arquitecto

Los técnicos y compañeros del jugador italiano destacan su importancia en el juego colectivo

Tuvo que ser Carlo Mazzone, el entrenador que más partidos ha dirigido en la Serie A italiana, todo un personaje y un viejo sabio del calcio, el que diera con la clave. Hasta que el técnico romano aterrizó en el Brescia, Andrea Pirlo (Flero, 1979) era lo que en Italia se conoce como trescuartista, un fantasista. Así llaman a los que, como él, se mueven por detrás de los puntas, como enganche creativo entre el centro del campo y la delantera. Ahí vivía Pirlo en los campos de fútbol y no le iba mal.

Pirlo volvió a casa, cedido por el Inter, en enero de 2001 y en su vida se cruzó Carletto, que le retrasó la posición. "Fue como poner a Zico a jugar por delante de la defensa", reconoció Giovanni Trapattoni, entonces seleccionador italiano y primero en convocar a campanellino -la campanilla, como le conocen desde crío- para la azzurra. Entonces, Pirlo se convirtió en el arquitecto. Ya no hubo camino de vuelta.

Nacido en un pueblecito cercano a Brescia, Pirlo creció en las divisiones inferiores del conjunto escapulado, soñando con dar los pases que veía dar a Baggio y Guardiola, tratando de aprender a jugar y a hacer jugar; así de simple, así de complicado. Nunca llegó a jugar con ellos. Cuando sus ídolos ficharon por el Brescia, él había hecho las maletas dos años antes rumbo a Milán para fichar por el Inter.

No le fue nada bien de azul y negro, así que le cedieron al Reggina una temporada. Pese a que los milaneses le reclamaron, nunca llegó a ser titular, por lo que el último tramo del curso 2000-01 jugó cedido en el Brescia. Fue entonces cuando retrasó su posición y le fichó el Milan. Después de cinco temporadas en rojo y negro, el presidente Galliani le ha reconocido: "Puede que no sea el mejor, pero es insustituible".

Por su carácter -dicen que es tranquilo como un gato, animal al que adora-, Pirlo no tiene el tirón de Totti entre los aficionados. "Es un líder que habla con los pies", le reconoce Marcello Lippi, el seleccionador, que, en el Mundial, lo ha alineado en seis partidos, 547 minutos. Ha marcado un gol y ha dado dos asistencias. Su rendimiento ha sido tan alto que está nominado para mejor jugador del torneo.

Seguramente más útil que aparente, Javier Irureta, cuando era entrenador del Deportivo y su equipo viajó a Milán para jugar un partido de la Champions, dejó una frase en honor del arquitecto bresciano: "Vosotros -dijo a los periodistas- hablad de Schevchenko y de Inzaghi, que yo ya me preocuparé de frenar a Pirlo".

Incluso Johan Cruyff le ha reconocido su grandeza y su importancia en el juego colectivo: "Sabe jugar el balón y, además, ayudar al compañero", dijo de él. Los elogios los recibe también de sus compañeros. Por ejemplo, de Gilardino, con quien ganó la medalla de bronce en Atenas 2004 y juega en el Milan: "Sin sus pases, no soy nada. Es fundamental para mí".

Él, hombre de principios, ve al calcio en los juzgados por culpa de Moggi y siente vergüenza. "Me gustaría volver a jugar al fútbol de la infancia, un fútbol puro y limpio", ha dicho. Mientras, a un día de la final, sueña en su mejor pase, ése que habrían firmado Baggio o el mismísimo Guardiola.

Pirlo celebra el primer gol de Italia en la semifinal ante Alemania tras un pase suyo a Grosso.
Pirlo celebra el primer gol de Italia en la semifinal ante Alemania tras un pase suyo a Grosso.ASSOCIATED PRESS

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