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Crónica:Holanda 0 - Argentina 0 | Alemania 2006
Crónica
Texto informativo con interpretación

Pékerman encuentra una coartada

Argentina, con un Messi discreto, no puede con Holanda, que sólo ha mostrado a Robben en lo que va de torneo

Santiago Segurola

Algo parecido a un clásico se convirtió en una decepción. Argentina superó a Holanda, sin más. Fue mejor en el juego, dispuso de bastantes y buenas oportunidades, pero no marcó. Dejó constancia de equipo sólido, convencido de sus posibilidades. Pero todo sin excesos. A Pékerman le vino bien el partido porque rebaja el ruido del debate sobre Messi, que necesitaba una actuación estelar para comprometer a su entrenador. No jugó especialmente bien, circunstancia que aprovechará Pekerman para justificar el regreso al equipo que venció en los dos primeros encuentros. Y en ellos no estaba Messi.

Este duelo, siempre esperado, dejó dos lecturas principales. Una es indulgente: los dos equipos se sabían clasificados y no quemaron energías. El Mundial es largo, la temperatura sorprende por tórrida y los jugadores administran el esfuerzo. Otra lectura está relacionada con lo que se vio, sin entrar en valoraciones subjetivas: mal encuentro, especialmente de Holanda, que fracasó. No ha ofrecido nada interesante en el torneo, excepto el poderío de Robben, jugador que no recibe el suficiente agradecimiento del equipo. Robben eleva la nota de Holanda. Es una garantía de acción y peligro. El efecto de su ausencia resultó devastador. No hubo rastro de Holanda, cuya precaria en todas las líneas. Chato en el ataque, discretísimo en el medio campo, con unos defensas en constante estado de emergencia, el equipo no dio ningún síntoma de optimismo. No tiene la pinta de candidato al título.

RESULTADO

Holanda 0 - Argentina 0

Argentina se impuso por juego y consistencia. Tiene mejores futbolistas, más variedad de recursos y una clara conciencia de su papel en el Mundial. El equipo se siente entre los favoritos. Juega con solidez en los momentos difíciles y con clase cuando conviene. Excepto un error de Burdisso que casi aprovecha Kuyt, la defensa argentina se mostró invulnerable. Línea por línea, no hubo color. Pero un buen partido lo hacen dos. Y Holanda no ayudó. El encuentro derivó hacia otra cosa: la actuación de Messi y Tévez. Jugaron porque el partido no era intrascendente, pero casi, y para prevenir a Saviola y Crespo de una posible amonestación. Pékerman se encontró con todos los argumentos favorables para alinear a sus dos jóvenes delanteros.

Ni Tévez, ni Messi, deslumbraron. Nadie lo hizo. Sin embargo, algo tiene un jugador cuando participa en todas las acciones de peligro de su equipo. Eso en una noche en la que Messi pasó inadvertido. Soporta una expectativas tan grandes que es difícil medirle con objetividad. Para un regateador que interpreta el juego a una velocidad supersónica, lo mejor de Messi fueron los pases: uno filtrado a Cambiasso en el comienzo del encuentro -Van der Saar lo interceptó con muchos apuros-, uno increíble a Maxi Rodríguez y una pared perfecta con Riquelme, cuyo remate se escapó a un palmo del poste. Había curiosidad por observar la mezcla entre Riquelme y Messi. Uno es la apoteosis de la pausa -de la quietud en algunos casos- y el otro representa la energía en combustión.

En ocasiones, dos jugadores muy diferentes multiplican sus cualidades porque uno añade lo que le falta al otro. No lo pareció en este partido.

La selección argentina está construida para Riquelme. A su alrededor gravita el juego. Riquelme pertenece a la especie de jugadores que determinan el fútbol. O se juega como él quiere, o Riquelme no existe. En este capítulo, los jugadores argentinos están haciendo un extraordinario ejercicio de humildad. Nadie quiere poner en peligro el blindaje de Riquelme. Asumen que actúan de pretorianos. A Messi le cuesta colocarse en el papel. Es más figura que Riquelme, por joven que sea. Además interpreta el fútbol con un vértigo que requiere cómplices. No los encuentra. Su socio natural parece Tévez, que también está dispuesto a saltarse la escala jerárquica. Tévez tampoco completó una gran actuación, pero apunta muchas cosas. Si Messi destacó en los pases, Tévez se prodigó en los remates. Buscó el gol con insistencia. No lo consiguió.

Holanda resistió con más fortuna que oficio. Siempre se espera algo especial de este equipo. Su estilo ha permanecido en el tiempo, cualquiera que sea la moda a su alrededor. Ahora, justo cuando algunas selecciones recuerdan su elaborado, paciente y sensato fútbol, Holanda está privada de calidad. Apareció Van der Vaart, eterno aspirante a gran jugador. Pasó por el partido como un centrocampista de recorrido corto, liviano en casi todos apartados del juego. No existió. Sneijder apuntó condiciones, pero también desapareció. El más constante fue el veterano Cocu. Le pesan los años. Se nota en su zancada, cada vez más cadenciosa. No ha perdido el carácter competitivo, la elogiable honradez profesional y su característica tendencia a sorprender en el área con un remate, un cabezazo o un pase definitivo.

Cocu es un secundario que tiene el papel de los valores sagrados del fútbol holandés. La sucesión no se adivina. Hasta Van Nistelrooy da señales negativas. Ha perdido pujanza. Fue superado por los argentinos. Ningún albiceleste desentonó, aunque Riquelme jugó con un punto de dejadez, pero ninguno se acercó a su mejor nivel. Resultó suficiente para marcar la diferencia en el juego. El resultado fue otra materia.

Van der Vaart sujeta a Messi para frenar un ataque de éste.
Van der Vaart sujeta a Messi para frenar un ataque de éste.ASSOCIATED PRESS

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