_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Arrinconar

Josep Ramoneda

Últimamente el Partido Popular se viste con unos toques de victimismo. Su argumento preferido es que hay una operación orquestada por el malvado Zapatero para arrinconarles. Y que esto es inadmisible. La capacidad de impresionar a las más ingenuas almas ciudadanas queda muy reducida cuando los que ofician de ofendidos son personajes como Acebes o Zaplana. En el discurso político la distancia entre lo que se dice y lo que se hace alcanza las máximas cotas de las que el ser humano es capaz.

¿De qué se sorprenden los líderes populares y su orquesta mediática? ¿De que Zapatero procure aislarles para dificultar su regreso al poder? Si el objetivo de todo partido es conquistar y ejercer el poder, ¿cabe imaginar un político que se dedique a allanar el terreno para que la oposición le eche? Todos, sin excepción, han procurado reducir el espacio del adversario. Y Zapatero también, por supuesto. ¿Qué hizo Aznar para convertir la victoria amarga en victoria dulce (o sea, en mayoría absoluta)? Apoderarse de una parte del programa de la oposición, aprovechar la debilidad de un partido que acababa de perder el poder para extender su hegemonía en el espacio mediático y económico, y tratar de establecer un pacto estable con los partidos nacionalistas y regionalistas periféricos. Fue el PP el que trató de restaurar una especie de confederación de derechas autónomas. En algunos momentos, incluso llegó a circular la fantasía de que en Cataluña el PP podría desistir electoralmente a favor de CiU a cambio de una cierta vinculación orgánica. Después, con la mayoría absoluta -es decir, cuando el trabajo de arrinconamiento de los socialistas dio sus frutos- se puso en evidencia que se trataba sólo de movimientos tácticos y el PP se mostró tal como es, consiguiendo que sus aliados de ayer se convirtieran en sus enemigos de hoy. Pero, en todo esto, el PSOE no tuvo ni arte ni parte. Fue Aznar quien se lo guisó y quien se lo comió. Y no creo que Aznar se metiera en la guerra de Irak para ayudar al PSOE a regresar el poder en un tiempo razonable.

¿Qué está haciendo Zapatero? Algo parecido. Al ser el primer líder socialista que asume sin complejos buena parte del ideario liberal, en especial en materia de derechos civiles y costumbres, ha ido arrinconando al PP -con la impagable ayuda de la jerarquía eclesiástica- en el espacio conservador que, como se está demostrando, en España es grande pero probablemente insuficiente para llegar al poder. Y por necesidad parlamentaria, pero también para garantizarse una larga temporada en el poder, ha tendido redes en todas direcciones para hacer frente compartido con los diversos partidos de ámbito autonómico. Evidentemente, el mal sabor que dejó en casi todos ellos el despliegue de arrogancia que el PP hizo en su última legislatura ha facilitado la tarea a Zapatero. Y, en política, es sabido que el rechazo al adversario une más que los puntos de vista comunes. Ahora queda por ver qué hará Zapatero si su operación de arrinconamiento del PP tiene éxito, como lo tuvo Aznar en su momento, y consigue la mayoría absoluta. ¿Sabrá mantener y ampliar las alianzas trabadas en esta primera legislatura o caerá en el error del PP de creer que él solito se bastaba para gobernar mil años?

Lo curioso es que sabiendo que Zapatero intentaría confinarles en el espacio del conservadurismo radical -y lo sabían, porque ellos también lo hicieron- se hayan empeñado en facilitarle la tarea, mostrando su cara más perra. Si todos los partidos, cuando pierden el poder, caen en esta trampa, cabe pensar que el numantinismo debe ser la mejor estrategia para mantener un suelo alto, el de los electores irreductibles. Pero además el PP soltó su alma en la última legislatura, y cuando uno se ha mostrado tal como es, el maquillaje se hace muy complicado.

Donde ya es definitivamente absurda la actitud del PP es en el proceso de paz. ¿Qué gana no apoyando al Gobierno, aparte de generar la sospecha de que espera el fracaso del proceso? Al alto al fuego permanente, a los tres años sin asesinatos, se añade ahora la manifestación por parte de ETA de su voluntad de "llegar hasta el final". Son señales de que algo se mueve. ¿Qué consigue el PP plantándose?

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_