_
_
_
_
Reportaje:

Boeing limpia la trastienda

James McNerney se puso al frente de Boeing con un objetivo: dar el carpetazo definitivo a los escándalos y las disfunciones internas que azotan la imagen de la compañía desde hace tres años. Es el tercer presidente ejecutivo del gigante aeroespacial en esta tumultuosa etapa. Y esta semana, McNerney lograba su primera gran victoria al cerrar un pacto con el Gobierno de EE UU para zanjar, al margen de los tribunales, los casos de espionaje industrial a Lockheed Martin (en el mercado de las lanzaderas) y a Airbus, por el polémico contrato de aviones cisterna para la Fuerza Aérea. Boeing aceptó pagar una multa de 482 millones de euros para cerrar todos estos litigios.

El antiguo consejero delegado de 3M, uno de los ejecutivos más solicitados en el universo corporativo, sucedió en el cargo a Harry Stonecipher, despedido en marzo de 2005 como presidente y consejero delegado de Boeing después de que se desvelara que mantenía una relación extramatrimonial con una vicepresidente de la compañía. Stonecipher sustituyó, a su vez, a Phil Condit, que se vio obligado a dimitir 15 meses antes por los continuos escándalos a los que se enfrentaba la compañía con el Pentágono y por la creciente presión del Congreso de EE UU.

El actual presidente se ha propuesto dar carpetazo a tres años de escándalos diversos
La compañía aeronáutica pacta con el Gobierno para cerrar un litigio por espionaje industrial

Las disfunciones o violaciones del código ético afloraron en la división de Sistemas Integrados de Defensa. Es el mayor negocio en el ámbito del sector militar y espacial del mundo, con una facturación que en 2005 llegó a los 30.791 millones de dólares (unos 24.000 millones de euros), según los datos de la compañía. El segmento de aviones militares y de sistemas de armamento registró unos ingresos ese año de 11.444 millones, mientras que las ventas de lanzadores y sistemas orbitales cayeron hasta los 2.741 millones (8%), debido a los recortes que está aplicando el Pentágono a esos contratos.

Para hacer frente a esta nueva realidad, Boeing y Lockheed Martin forjaron el año pasado una alianza para monopolizar los contratos de lanzaderas para la NASA y el Departamento de Defensa. La combinación de las actividades de producción, ingeniería y operaciones de lanzamiento de los dos gigantes de la defensa estadounidense -pendiente aún de aprobación- habría sido impensable a finales de la década de los noventa. Eran los años en los que en Boeing reinaba la filosofía de "ganar a cualquier coste".

Boeing optó entonces por jugar sucio en los concursos y sus empleados se hicieron con miles documentos confidenciales de Lockheed Martin para alzarse con los contratos, sin que los ejecutivos se molestaran en preguntar de dónde salía tanta información. Los informes llegaron bajo el brazo de Kenneth Branch, un antiguo directivo de Lockheed Martin que fue contratado por Boeing en 1997. En la "trama conspirativa", como la definió el Departamento de Justicia en el proceso que lanzó en junio de 2003, participó el ingeniero William Erskine.

Los documentos (de más de 3.800 páginas) rondaron por las manos de docenas de empleados de Boeing durante un par de años. Los contratos en juego para las 28 lanzaderas de la Fuerza Aérea se estimaban en 2.000 millones de dólares (unos 1.500 millones de euros). Boeing se hizo con 19 para sus cohetes Delta y Lockheed recibió las restantes. Erskine explicó que reclutó a Branch porque se comprometió a ayudar a la compañía a ganar la mayor parte de los contratos del Pentágono para sus cohetes Delta. Los dos fueron despedidos en agosto de 1999 y están pendientes de ser procesados.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_