La trama de 'don Luciano'
Moggi, director general del Juventus, controló todos los estamentos y los manipuló en favor de su equipo, que ganó siete Ligas en 12 años
Ni el más paranoico de los aficionados al calcio pudo sospechar que todo estuviera amañado. Nada quedaba en manos del azar o del talento deportivo. Durante años, un grupo criminal encabezado por Luciano Moggi, director general del Juventus desde 1994, controló todos los estamentos del fútbol italiano y manipuló sistemáticamente los resultados. En esos doce años, la Vieja Señora de Turín ganó siete títulos de Liga.
La red de Moggi era todopoderosa y abarcaba la Federación, la Asociación de Árbitros, la compraventa de jugadores y hasta la moviola televisiva. Las fiscalías de Nápoles, Roma y Turín investigaron a fondo y en el mayor de los secretos la temporada 2004-05, grabando las conversaciones telefónicas de Moggi y decenas de sus cómplices, y han elaborado un sumario, centenares de miles de páginas, en el que se demuestra que el fraude era absoluto. El calcio dejó de ser una competición para convertirse en un simple espectáculo, rentabilísimo para sus organizadores y para el Juventus.
Las decisiones judiciales tardarán tiempo en conocerse. Serán necesarios años de juicios y apelaciones para que se resuelva el aspecto penal y quizá más para aclarar las demandas civiles: las asociaciones de consumidores preparan una demanda por fraude y exigen la devolución del dinero porque quienes pagaban el abono del estadio o compraban partidos de pago por televisión creían vivir emociones en directo cuando la función era tan previsible como La venganza de don Mendo.
Las sanciones deportivas, en cambio, deberían llegar ya a principios de julio con el fin de anunciar a tiempo a la UEFA qué equipos disputarán las competiciones europeas el próximo curso. Puede darse por seguro que la Juve no estará en Europa, sino en la Serie B o más abajo. El Lazio, el Fiorentina y el Milan también corren riesgo por cooperar, en mayor o menor grado, con don Luciano, el antiguo ferroviario de Civitavecchia que logró adueñarse del calcio.
Lo peor, sin embargo, no es que una institución tan gloriosa como el Juventus, la más importante, quede manchada y humillada por el descenso. Lo peor vendrá después. ¿Quién será capaz de creer en adelante en la honradez? ¿Quién podrá creer que los errores de los árbitros son involuntarios? La Federación ha sido intervenida por el Comité Olímpico y su nuevo gestor, Guido Rossi, antiguo vigilante de los mercados bursátiles, tiene la misión de limpiar a fondo. Lo tiene difícil porque no bastarán unas semanas para esclarecer responsabilidades. El diario de la Conferencia Episcopal, Avvenire, proponía una temporada sin fútbol como sacrificio catártico y plazo imprescindible para estudiar un sumario que abruma a los jueces. Moggi tenía una decena de teléfonos móviles y recibía una media de 416 llamadas diarias: más de 100.000 en un año. Sólo estudiar esas transcripciones es una tarea ingente.
De esas llamadas, de las efectuadas por sus cómplices y de los interrogatorios efectuados hasta ahora se puede deducir, más o menos, cómo funcionaba el fraude.
Árbitros
El delegado de Moggi en el colectivo arbitral era un hombre "con una aguda capacidad delictiva y una gran habilidad para borrar pistas y pruebas", según los informes preliminares de la fiscalía de Nápoles. El hombre en cuestión, Massimo de Santis, era, tras la jubilación de Pierluigi Collina, el árbitro más prestigioso de Italia y habría participado en la Copa del Mundo si los fiscales no le hubieran inscrito en la lista de investigados. De Santis, de acuerdo con sucesivos encargados de la designación de los árbitros para los encuentros de la Liga, decidía quién alcanzaba la internacionalidad y quién descendía a las categorías inferiores.
Los interrogatorios han permitido descubrir que De Santis instruía a los colegiados desde que empezaban, y promocionaba a los más dóciles. Quienes se equivocaban, como Paparesta, que hizo perder un partido a la Juve, eran humillados -Moggi le encerró en el vestuario tras el partido- y obligados a pedir perdón a don Luciano. Quienes no se sometían al sistema impuesto por De Santis y el dúo encargado de asignar los colegiados, Bergamo y Pairetto, dejaban de arbitrar.
De Santis, que conducía un Jaguar y dirigía los encuentros más delicados, se encargó personalmente de un Livorno-Siena que concluyó 3-6 -había que castigar al presidente livornés, Aldo Spinelli, por oponerse al sistema Moggi- y un Lecce-Juventus que concluyó 0-1 y en el que el Lecce fue masacrado: 55 faltas. Tras el lance, la Juve le regaló 23 camisetas oficiales.
Además de De Santis, han sido suspendidos otros ocho árbitros de máximo nivel. Las grabaciones dejan claro que la conspiración no se limitaba a asegurar arbitrajes favorables al Juventus y otras sociedades amigas, como el Lazio o el Messina, o a asegurarse del descenso de las enemigas, como el Bolonia. También se mostraban abundantes tarjetas -establecidas al margen de lo que ocurriera en el campo- a los equipos que la semana siguiente debían enfrentarse a la Juve para que, al menos, uno de sus jugadores importantes estuviera sancionado.
Banca
Luciano Moggi tenía aliados excelentes en el sector financiero. Entre los miembros de la sociedad General Athletics World (Gea), dirigida por su hijo, Alessandro, figuraba Chiara, hija de Cesare Geronzi, gran patrón de Capitalia, uno de los mayores bancos italianos. Según la Fiscalía de Nápoles, esa conexión fue utilizada en 2004 para desmantelar al Roma, competitivo -había ganado el scudetto en 2001- y que se negaba a plegarse a Moggi.
En la primavera de 2004, el Roma, propiedad del magnate petrolero Franco Sensi, había acumulado con Capitalia una deuda de 154,3 millones de euros. El Juventus quería a su técnico, Fabio Capello, y al centrocampista brasileño Emerson. Moggi pretendía además que el Roma entrara en el redil de los dóciles. Para ello utilizó a Capitalia, que hizo saber a Sensi que toda resistencia a los deseos del Juventus provocaría un corte del flujo crediticio y complicaría las negociaciones con Sky sobre los derechos televisivos.
Abrumado, Sensi cedió. Mientras Capitalia reestructuraba favorablemente la deuda del Roma e ingresaba en el capital de Italpetroli, la sociedad de Sensi, Capello y Emerson partían hacia Turín y Rosella Sensi, hija de Franco y más comprensiva con la Juve, tomaba las riendas del club. El 23 de octubre de 2004, Moggi habló por teléfono con Claudio Lotito, presidente del Lazio, el gran rival del Roma, "Has puesto el pie en el cuello de [Franco] Sensi, ¿eh?. ¡Qué ganas de reír! Has hecho bien", dice Lotito en la conversación grabada por la policía. "Ese pobrecillo ha quedado totalmente fuera de juego", responde Moggi.
Prensa
Los aficionados tienden a creer que la moviola no miente. Sí, puede mentir. En una llamada al técnico del popular programa El proceso de Biscardi, en el que cada lunes se analizaban las jugadas dudosas, se escuchaba a Moggi dar instrucciones para que un clarísimo fuera de juego del Juventus, que no se pitó y fue gol, se convirtiera "en algo de unos 20 centímetros, dudoso, un error arbitral comprensible". El canal Sette ha cancelado el programa de Biscardi.
Los designadores arbitrales, por su parte, tenían hasta 2005 una columna en La Gazzetta dello Sport en la que analizaban las jugadas conflictivas. Tras una pieza especialmente escandalosa, en la que omitían un clarísimo error que dio la victoria al Juventus, el director del diario cortó la colaboración, pero no explicó los motivos. Ha dado explicaciones esta semana, con más de un año de retraso.
Futbolistas
Eran simples peones. Hacían lo imposible para que les representara Gea por razones obvias: en esa sociedad, dirigida por Alessandro Moggi, trabajaban, además de Chiara Geronzi, hija del patrón de Capitalia, Davide, hijo del seleccionador nacional, Marcello Lippi. Gea tenía en su escudería a más de 200 futbolistas, muchos de ellos convencidos de que pagar una comisión a la firma de los Moggi les abriría la puerta de la internacionalidad.
Gea, que en los últimos cinco años obtuvo unos beneficios cercanos a los seis millones de euros, ostentaba una situación casi monopolística en el mercado italiano y podía decidir quién compraba, quién vendía y a qué precios. Cuando un club insumiso se negaba a vender al Juventus, aconsejaban al futbolista en cuestión que jugara mal y alegara depresión: eso ocurrió con Emerson (Roma), Ibrahimovic (Ajax) y Cannavaro (Inter). En el caso de Ibrahimovic y Cannavaro, la fiscalía sospecha que parte de sus contratos se pagaba en dinero negro.
Policía
Don Luciano conocía con antelación los pasos de la justicia porque contaba con la cooperación de un grupo de policías en las fiscalías de Nápoles, Turín y Roma. Esos agentes le procuraban escolta a él y a sus amigas -para tareas tan peligrosas como ir de compras o al dentista- y atendían hasta el más mínimo de sus deseos. Incluso un general de la Guardia de Finanzas, suspuestamente encargado de evitar la corrupción en el fútbol, estaba a sus órdenes. Moggi pagaba un precio muy barato por todo eso: los policías recibían entradas, tenían acceso a los futbolistas y se veían con pequeños regalos.
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