Pasiones
Al final, una gran pasión acaba diluyéndose en la vida cotidiana como un río caudaloso desemboca en el mar. Imagina a Dante y a Beatriz, con algunos años ya de casados, paseando por los pretiles del Arno una tarde de primavera en Florencia. Puede que el poeta recordara en ese momento un verso bellísimo que el convulso e imposible amor de Beatriz le había inspirado cuando aún no la había poseído. Dante se vuelve hacia su mujer y le murmura al oído: "gentil mia donna, mentre ho de la vita..." Beatriz, que conserva una espléndida y madura belleza, sonríe y mirándole con cierta ironía, le dice: "Abróchate el cuello que vas a coger otra vez un catarro". Se trata de saber de qué entraña han salido las palabras de ambos amantes y cuál de ella es más profunda y está más unida a la vida. Cuando Dante estaba enhebrando el hilo de oro de ese endecasílabo, poseído por la inspiración, tal vez, no pensaba en Beatriz sino sólo en la cadencia y en la rima del verso. En cambio, ella ahora sabe que el poeta es muy propenso a los resfriados y está atenta a la brisa de abril demasiado fresca que, al atarceder, se ha levantado en el valle a la orilla del río. Dispuesta a hacer de su parte todo lo posible por defender su amor, va a la farmacia y al llegar a casa, le prepara unos vahos de eucaliptus y después de darle unas friegas, deja a su amante acostado bajo dos mantas y con una cataplasma muy caliente de harina de linaza en el pecho. "O amanza del primo amante, o diva...", le dijo Dante, liberando los ardientes labios del embozo de la cama, para darle las gracias con el mismo verso que le dedicó en el canto lV del Paraíso, en la Divina Comedia. Beatriz le da un beso en la frente y antes de que el poeta cierre los ojos le hace la recondación cariñosa de otras veces: " no duermas boca arriba, porque roncas, amor mío". Aquella niña que el poeta vio por primera vez jugando a la comba en la plaza de la Signoría y que siendo ya adolescente contemplaba a distancia cuando iba compañada de una dueña a los oficios de Santa María Novella, le inspiró el inmarcesible cántico de amor, que se llama La Vita Nuova. Dante y Beatriz nunca llegaron a encontrarse. La gran pasión que le provocó aquella niña se diluyó en unas rimas en el aire del paraíso. Pero si su amor hubiera tocado tierra y como un río poderoso hubiera desembocado suavemente en la vida misma, un día en que ella estuviera mala, ningún verso de Dante hubiera sido más insigne que éste:" Beatriz, oh, diva, voy a prepararte una bolsa de agua caliente y una manzanilla"
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