_
_
_
_
Reportaje:

Una pava para El Pollo

Vecinos de Cazalilla (Jaén) sueltan desde el campanario al animal ajenos a las denuncias de grupos conservacionistas

Ginés Donaire

La pava ha sido este año para El Pollo. Daniel, un joven de 19 años al que sus amigos llaman El Pollo, se convirtió ayer en el vecino más famoso de su pueblo, Cazalilla (Jaén), al ser el agraciado con la pava que, como manda la tradición, se soltó desde el campanario de la iglesia. Y eso que en esta ocasión costó más de lo habitual. Entre el regocijo y la expectación vecinal, el animal planeó y cayó sobre los tejados de unos edificios cercanos, iniciándose entonces una carrera de los más valientes en busca del animal. Al final, el que más arriesgó el físico fue Dani, a quien sus vecinos ovacionaron y corearon su nombre como signo inequívoco de que la tradición pesa mucho más que las amenazas externas.

Más información
Multa de 2.001 euros por tirar la pava desde el campanario de Cazalilla

La fiesta de la pava de Cazalilla, denunciada por grupos conservacionistas, se remonta a principios de siglo XIX cuando dos familias enfrentadas durante años sellaron la paz con la boda de sus hijos, un 3 de febrero, día de San Blas y patrón de la localidad. Como muestra de alegría soltaron desde el campanario una pava. Desde entonces, la tradición se mantiene y se dice que la pava augura buena suerte a quien consigue atraparla, que también deberá responsabilizarse de su cuidado hasta que el animal muera por causas naturales.

"Mirad, mirad, la pava no ha sufrido nada y no tiene ningún daño porque planea y no cae al suelo; porque no quitan antes las corridas de toros", decía Daniel mientras presumía de su trofeo ante las cámaras de televisión desplazadas a Cazalilla (850 habitantes). Y, a tenor del entusiasmo general, todo hace pensar que será muy difícil acabar con una tradición tan arraigada. "Desde que era niño he vivido esta fiesta y le puedo asegurar que no existe maltrato alguno", decía Francisco Tirado, un vecino de 62 años, quien admitía, no obstante, que antiguamente sí se le hacía daño porque se le arrancaban las plumas como símbolo de suerte. Decenas de personas llegan de otros pueblos. Como Juan Rosillo, de Bailén, que lleva 20 años sin faltar a esta fiesta, o Rafael, de Mengíbar, que defiende con ahínco la celebración.

La fiesta de la pava ha estado rodeada de polémica desde que hace unos años fue denunciada por la Asociación Nacional para la Protección y el Bienestar de los Animales (Anpba). Esta asociación ha vuelto a pedir este año al Ayuntamiento que "anule y prohíba oficialmente" la fiesta.

Sin embargo, el alcalde de Cazalilla, Juan Balbín (PSOE), se desmarcaba ayer de la celebración, a pesar de participar en ella. "El Ayuntamiento no tiene nada que ver", decía. Además, el individuo encargado de tirar al animal por el campanario apareció ayer ataviado con una careta que impedía su identificación.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

La Junta sancionó con 2.001 euros al Ayuntamiento por la fiesta de 2004 -sanción que está recurrida- y archivó la denuncia del pasado año contra el ente municipal, aunque mantiene abierta otra contra la persona que arrojó la pava. El presidente de Anpba, Alfonso Chillerón, afirmó que denunciará a quien arrojó al animal y al Ayuntamiento por vulneración de la ley de Protección Animal, ya que entiende que la pava sufrió estrés. Chillerón recordó que la ley "no contempla ninguna tradición como argumento legal o válido para permitir semejante uso". Propuso como alternativa que, en lugar de usar a un animal real, "utilicen una pava simulada o de plástico". El cronista local y ex alcalde, Luis Salido, fue tajante al replicarle: "Eso sería igual que si en Pamplona sacasen toros de mentira".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_