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Entrevista:Roger Chartier

"No hay que ser catastrofista sobre el futuro del libro"

Miguel Ángel Villena

El historiador francés Roger Chartier (Lyón, 1945) lleva media vida dedicado al estudio del libro y de la lectura. Director de la Escuela de Estudios Superiores de Ciencias Sociales de París, este enamorado de la cultura española ha abordado tanto la docencia como su obra ensayística con una mezcla de sociología y de historia literaria que lo han convertido en una autoridad en la materia. Muy risueño, afable y con gran empeño pedagógico, Roger Chartier ha visitado Madrid y Barcelona en las últimas semanas para participar en mesas redondas sobre el futuro de la edición. En el término medio entre los utópicos y los pesimistas, el autor de Historia de la lectura en el mundo occidental (Taurus, 1998) afirma que "no hay que ser catastrofista sobre el futuro del libro".

"Habrá coexistencia, no necesariamente pacífica, entre el manuscrito, el libro y la edición electrónica"
"Los orígenes familiares tienen una importancia decisiva en la formación de lectores"

PREGUNTA. Algunos piensan que el libro-objeto, como lo hemos conocido desde Gutenberg, está en peligro de desaparición. ¿Qué opina?

RESPUESTA. A muchos historiadores les gusta pronosticar el futuro, bien sea para anunciar utopías o para predecir catástrofes. Yo creo sinceramente que no hay que ser catastrofista sobre el futuro del libro. En la actualidad la cultura escrita se manifiesta tanto en las notas que usted está tomando en su libreta como en un libro o en la pantalla de un ordenador. Todo ello forma parte de la cultura escrita. Por ello son erróneos los diagnósticos que ven horizontes negros en la cultura escrita. Ahora bien, si nos planteamos hasta qué punto la cultura escrita en pantalla va a sustituir a las formas impresas, como los periódicos o los libros, ese interrogante ya nos sitúa en otro debate. ¿Habrá coexistencia, competencia o sustitución? Pienso que habrá una coexistencia, no necesariamente pacífica, entre el manuscrito, el libro impreso y la edición electrónica. Conviene tener en cuenta, por ejemplo, que la irrupción de Internet, con su inmediatez y su permanente actualización de datos, ha resultado muy útil para enciclopedias o diccionarios. Por el contrario, los editores electrónicos no han logrado el éxito esperado a la hora de sustituir el libro impreso en géneros como la novela, la historia o el ensayo, donde el lector prefiere el objeto que es trasladable y contiene toda la obra.

P. Ahora bien, el libro ha perdido la centralidad cultural que tenía antes de la revolución tecnológica, incluso ha perdido prestigio social entre las nuevas generaciones.

R. Los jóvenes leen más de lo que se dice habitualmente. Lo que ocurre es que han renunciado, en buena medida, a formar bibliotecas. Los estudiantes piensan que los libros acompañan sólo un periodo vital y luego los venden o los regalan. Es decir, que se lee mucho más de lo que muestran las estadísticas, que se refieren a posesión de libros. En cualquier caso, es cierto que los libros han perdido su centralidad cultural, si bien hay que matizar que la historia de la cultura no sólo es libresca. Desde hace siglos los libros conviven, en las calles y en los palacios, con la comunicación oral, con las tertulias, y desde el siglo XIX, con la fotografía o con el fonógrafo. En cuanto al consumo cultural, los estudios revelan que la gente que antes dedicaba mucho dinero a la compra de libros reparte ahora sus inversiones con lo audiovisual, es decir, cine, música, DVD o incluso los viajes, porque el turismo se ha convertido en otra forma de cultura.

P. ¿Qué influye más en la formación de lectores, la familia, la escuela, los medios de comunicación?

R. Los orígenes familiares tienen una importancia decisiva en la formación de lectores, en el éxito escolar y en las carreras profesionales. Más tarde, la escuela puede aumentar ese determinismo social, ese clasismo, aunque también puede corregirlo porque el sistema educativo brinda posibilidades de aprendizaje, de bibliotecas, de estímulos de todo tipo

... Paralelamente a la familia y a la escuela, los medios de comunicación juegan un papel básico de referencia para alentar a la lectura.

P. ¿Puede la escuela impulsar más la lectura? ¿Cómo debería hacerlo?

R. La escuela aparece hoy como el centro neurálgico de muchos debates culturales. Creo que le pedimos al sistema educativo cosas que no puede ofrecer, le exigimos a los profesores que respondan a retos del siglo XIX y, al mismo tiempo, a desafíos del siglo XXI. Me parece que es fundamental que se integren las manifestaciones audiovisuales y la cultura más clásica, que en la actualidad sufren un desfase en la enseñanza. Esta doble tarea, tan difícil de llevar a cabo, es la que, a mi juicio, convierte a los profesores en los auténticos héroes contemporáneos.

P. Al hablar de los géneros literarios, usted ha mantenido que están desapareciendo las diferencias entre la ficción y la no ficción, que un historiador escribe cada vez más con la técnica de un novelista. ¿Podría explicarlo?

R. En efecto, la literatura de ficción y la histórica cada vez se acercan más y un ensayista utiliza las mismas formas y figuras que un narrador. La organización del tiempo narrativo, la causalidad, los personajes y el estilo de un libro de historia, por ejemplo, responden en muchas ocasiones a la técnica del novelista. Existen ya muchas semejanzas, retóricas y narrativas, entre la ficción y la no ficción. Está claro que un libro de historia no puede ser escrito como si fuera un texto de matemáticas. No obstante, la historia ha de ser escrita a partir de un conocimiento científico y de una investigación, aunque se sirva de las técnicas de la novela. En el muy popular memorialismo, biografías y autobiografías, se borran todavía más las fronteras entre ficción y no ficción, aunque este género ha de responder también a criterios históricos.

Roger Chartier, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, a finales de noviembre.
Roger Chartier, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, a finales de noviembre.LUIS MAGÁN

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