Ganador nato
El éxito de Alonso tiene tres puntales: José Luis, su padre; Genís Marcó, su valedor en los 'karts', y Adrián Campos, quien le llevó a la F-1
Ahora apenas puede moverse por el paddock sin llamar la atención. Puede vérsele siempre cogido del brazo por su jefe de equipo en Renault, Flavio Briatore, o fotografiado al lado de algunas de las modelos más prestigiosas. Todos quieren estar a su lado, sentarse a su mesa, tenerle cerca... Fernando Alonso (Oviedo, 29 de julio de 1981) es sinónimo de éxito. No sólo es campeón mundial de la Fórmula 1 y premio Príncipe de Asturias de los Deportes, sino que su imagen aparece constantemente en la televisión y se le estiman unos ingresos anuales de 12 millones de euros.
Las cosas, claro, no siempre fueron así. En la etapa más incipiente de su carrera profesional, muy pocas personas apostaron por él. Entonces, cuando necesitaba el apoyo económico de la Federación Española o de algún patrocinador con visión de futuro, no había manera de encontrar dinero. Aunque desde niño fue un ganador nato, habría podido encallarse de no ser porque siempre creció bajo la atenta mirada de un aficionado como su padre, José Luis; porque tuvo el apoyo incondicional de Genís Marcó, que le permitió seguir en la élite del karting, o porque Adrián Campos, ex piloto de la F-1, apostó por él de forma decidida hasta situarle en el Mundial. Sin estos tres personajes, tal vez ahora no se estaría hablando de Alonso como campeón.
"Hay que ficharle por diez años antes de que nos lo quiten", dijo el director de Minardi nada más verle
La historia comenzó de forma casual. José Luis Alonso fabricó un kart para su hija Lorena, cinco años mayor que Fernando. Entonces, ella tenía ocho y lo de las carreras no parecía seducirla. Su historia en el automovilismo acabó el primer día, cuando se estrelló en una curva del improvisado circuito que su padre, su tío y unos amigos habían creado cerca de la fábrica de explosivos de la Monjoya, en la que José Luis trabajaba como maestro mecánico. "Eso no es para mí", le dijo Lorena. Y el padre montó en el kart a su hijo de tres años, Fernando.
Ni siquiera llegaba a los pedales. "Se lo ponía al ralentí y le seguía andando a su lado por si ocurría algún imprevisto. Él no podía acelerar ni frenar", cuenta José Luis. Fernando tenía tres años. Pero a los cuatro le colocó unos tacos en los pedales, le sacó una licencia federativa y el niño comenzó a competir. La Cadena SER le hizo entonces la primera entrevista. Y su padre afirmó: "Le puedo pedir que vaya tranquilo en el coche, que él siempre va a tope. Y eso es lo que hace desde que llega a los pedales".
Tenía siete años cuando logró su primera victoria, en Pola de Laviana. Aquel año fue campeón infantil de Asturias: ganó las ocho carreras que se disputaron. En el 90 fue campeón cadete y en el 91 subcampeón de España. Y, cuando su evolución no le dejó más alternativa que competir en Europa, su familia tuvo que poner el freno. "Los gastos se multiplicaban y no podíamos asumirlo", comenta su padre.
Entonces surgió la figura de Marcó, propietario de la Genikart e importador de motores y chasis. Fernando se sometió a la primera prueba decisiva, en Mora d'Ebre (Tarragona), y la superó de forma espectacular: ganó y en 1993 se adjudicó el Campeonato de España. Todo se desencalló: corrió el Campeonato de Italia, estuvo en IAME, el mejor equipo, y allí fue campeón mundial júnior en 1996.
Tenía 14 años cuando Emilio de Villota, ex piloto de F-1, le ofreció la posibilidad de correr en F-Toyota. Desestimó la oferta. Lo mismo ocurrió cuando a los 16 años ganó el concurso Elf-Renault y pudo correr el campeonato francés. "En los karts estoy a un nivel mucho más profesional", dijo Fernando. Y acertó porque en 1998 Campos entró en su vida y le ofreció formar parte de su equipo en el Open Nissan como sustituto de Marc Gené, que acababa de ganar y dar el salto a la F-1.
A partir de entonces todo fue muy rápido. Campos puso en sus manos un coche ganador y Fernando no falló. Fue campeón en la Nissan y aquello le permitió realizar una prueba con un Minardi de F-1. La hizo en Jerez. Y Cesare Fiorio, director del equipo, se quedó impresionado. "En la primera vuelta, lloviendo, pasó como una bala por la recta y no comenzó a frenar hasta el mismo punto en que lo hacía Barrichello", recuerda Fiorio; "me asustó. Le obligué a parar y le recordé que debía ir despacio. Me quedé consternado cuando me respondió: 'Es lo que hago'. Cuando le dimos libertad de acción, su tiempo bajó hasta situarse a un segundo de los de Gené. Llamé al propietario del equipo y le dije: 'Fíchale por diez años antes de que nos lo quiten".
El año siguiente corrió en F-3000. Firmó con Minardi a mitad del campeonato. Se consagró en la carrera de Spa, la última, en la que logró su primera victoria. Toda la F-1 estaba pendiente de su actuación. Cuando en 2001 Minardi no pudo afrontar la temporada hasta el último momento por problemas económicos, vendió su único activo, el contrato de Alonso, a Renault con el compromiso de que se lo cediera por un año. En aquella decisión hubo una intervención clave de Flavio Briatore, recién fichado por la marca francesa. El magnate italiano fue el último hombre en la carrera de Alonso. Confió en él y le incorporó a su proyecto. Todas las piezas estaban encajadas, sólo era cuestión de tiempo. Llegaron los primeros puntos (Australia 2003), la primera pole position (Malaisia 2003), la primera victoria (Hungría 2003) y el primer título mundial (2005). Y siempre, siendo el más joven.
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