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CATÁSTROFE EN EE UU | La identificación

Una morgue espera a miles de cadáveres

Un equipo forense trabajará las 24 horas del día para identificar a las víctimas del Katrina

Yolanda Monge

Las frías mesas de operaciones de metal sólo esperan la llegada de los cadáveres. Pulcras, se encuentran dentro de una inmensa nave y pegadas a la puerta por la que los camiones frigoríficos descargarán decenas, cientos, seguro que miles de los muertos que han dejado el huracán Katrina y la inoperancia de la Administración de Bush en el día después. En el paupérrimo pueblo de San Gabriel (entre Nueva Orleans y Baton Rouge) se ha improvisado un gigantesco depósito cuya misión será identificar a las víctimas para que sus familias puedan darles un entierro digno. El suelo es de plástico negro, "fácil de limpiar", explica Todd Ellis, coordinador del Equipo de Operaciones Mortuorias de Respuesta al Desastre (DMORT, en sus siglas en inglés).

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Un equipo similar estuvo a cargo de la identificación de víctimas de los atentados del 11-S, que dejaron más de 3.000 muertos. "Además, éste es el primer paso del proceso de identificación, donde se descargarán y abrirán las bolsas con los cuerpos", dice Ellis a la prensa. "Pueden imaginarse el estado en el que llegan esos cadáveres".

Depositados sobre la mesa del forense, la primera parada para estos "restos humanos", como los definen los expertos que van a "trabajar" en ellos, será el área de descontaminación. Para este proceso existe un equipo especial: sus miembros llevan camisetas negras y en letras grandes en la espalda pueden leerse las siglas DMORT. El resto del equipo lleva camisetas verdes. "Cuando estén bajo la carpa de descontaminación se procederá a sacarlos de las bolsas y a rociarlos con líquidos especiales que permitan su limpieza", explica en un tono frío y profesional Cataldie, el médico encargado de toda la unidad y en cuya identificación puede leerse: "Louis Cataldie, Unidad de Respuesta al Bioterrorismo de Luisiana". Según Cataldie, este primer paso es extremadamente delicado debido al alto grado de descomposición que presentarán las víctimas, en muchos casos con heridas tales como mordiscos de cocodrilo o sanguijuelas prendidas a la piel.

Una vez limpios, será el turno de los forenses y los patólogos. Lo que quede de los cadáveres para analizar no lo saben ni especulan con ello los expertos en el depósito de cadáveres de San Gabriel. Pero no tienen duda de que será en este proceso en el que averiguarán quién murió como víctima directa del huracán, quién lo hizo por disparos o quién fue presa de la sed, la falta de insulina, si era diabético o de un ataque al corazón ante el pánico vivido. El doctor Cataldie lo deja claro: "Los casos que sean claramente casos de asesinatos serán remitidos a la policía". "No quedarán crímenes sin resolver", apunta. Detrás de él, el jefe de la policía de San Gabriel, Kevin J. Ambeau, asiente con rotundidad. Preguntado sobre cómo es posible que puedan resolver un asesinato cuando la escena del crimen está inundada y casi desaparecida, Cataldie responde: "El calibre de una bala y el cuerpo de la víctima es en sí mismo una escena del crimen".

Esperan que el improvisado depósito de San Gabriel esté operativa a partir de hoy. Una vez más, los expertos no entran en especulaciones. "No puedo dar números, no sabemos cuántos muertos tendremos que identificar porque no sabemos cuántos hay", responde Cataldie. Las autoridades hablan de miles o decenas de miles de víctimas mortales.

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Fuera de la nave, de momento, pueden verse casi media docena de camiones frigoríficos de 18 ruedas que probablemente contengan en su interior los primeros cadáveres para la enorme sala forense que ha cambiado la vida de San Gabriel. "Sin comentarios", ataja el agente del FBI David Senn. "Esos camiones son sólo camiones". El dato que sí aportan es que el equipo lo componen entre 240 y 300 personas, y esperan identificar a 140 cadáveres en 24 horas de trabajo. "¿Hasta cuándo?". "Hasta que sea necesario, estaremos aquí hasta que no quede un solo cuerpo por identificar", afirma Cataldie.

Al lado de la vía del tren y cerca del río Misisipí, pero en un paraje alejado que no está a la vista del público, los casi 5.500 habitantes de San Gabriel maldicen su suerte. El pueblo malvive en la pobreza, sus habitantes parecen sacados del huracán sin que éste hiciera mella en ellos. San Gabriel alberga ya dos cárceles estatales y fue hogar de una leprosería. Creen que tienen bastante. Temen que el olor a muerte llegue hasta sus casas.

"Aquí sólo hay tres calles, ése es todo el pueblo, espero que no apeste a muerto. ¡Que los lleven a Baton Rouge!", manifiesta Theone Lazar. Otro hombre negro cree que no tiene derecho a quejarse. Su vida está a salvo y su pobre casa en pie. "Ellos lo han perdido todo", dice señalando al depósito.

A cada cadáver se le asignará un número que se le pondrá en el dedo gordo del pie. Una vez acabado el trabajo forense, el FBI les tomará las huellas dactilares. Luego se les fotografiará, se recolectarán sus objetos personales, se tomarán fotos y se harán radiografías de sus dientes. Por último, se tomarán muestras de ADN. A partir de hoy, esta inmensa nave llena de productos químicos y material médico con enormes ventiladores se convertirá en un gigantesco teatro de operaciones en la identificación de los muertos. El informe final de cada víctima será enviado a las autoridades de Luisiana. "Ahí acaba nuestro trabajo", dice Cataldie. "A nosotros no nos corresponde comunicar nada a nadie".

En el depósito de San Gabriel, antiguo Ayuntamiento del pueblo, tienen reservas sobre lo que pueda ocurrir si la gente que busca a familiares desaparecidos supiera de su existencia. "No queremos ni pensar sobre la posibilidad de cientos de familiares angustiados intentando saber a quién tenemos aquí". Acceder a San Gabriel no es fácil. Dos controles de policía impiden que ningún civil cruce las barreras. Pero una mujer con sus dos hijos ya implora: "¿A quién llevan en esos camiones?".

Una señal de tráfico indica el camino a Nueva Orleans en la autopista interestatal número 10, completamente anegada por la crecida de las aguas tras el paso del huracán.
Una señal de tráfico indica el camino a Nueva Orleans en la autopista interestatal número 10, completamente anegada por la crecida de las aguas tras el paso del huracán.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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