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Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Modernismo y reacción

Para sus contemporáneos de principios del siglo XX fue siempre un parnasiano español, etiqueta que rubricaría como traductor (la edición no lleva la fecha, pero debió de ser hacia 1907) del libro más famoso de uno de los más célebres parnasianos franceses, Los trofeos, de José María de Heredia, publicado originalmente en 1893. Antonio de Zayas y Beaumont, más tarde -sólo desde 1914- duque de Amalfi, con grandeza de España, nació en Madrid en 1871 de aristocrática familia de origen granadino. Fue diplomático (uno de sus primeros puestos exteriores, Estambul, todavía a fines del XIX) y poeta tentado por la novedad, hasta que la novedad podía -según sus parámetros- poner en peligro su españolidad muy tradicional. Amigo juvenil de los hermanos Machado y del actor Ricardo Calvo, De Zayas formó con gusto en las filas iniciales de la renovación modernista, protestando contra el academicismo, y la vieja retórica decimonónica. Pero este episodio de moderada revuelta (que incluye la protesta, junto a Valle-Inclán, contra el Nobel Echegaray) fue en De Zayas tan importante como, en verdad, efímero. Los dos autores que informan, de veras, el talante y la ideología de Antonio de Zayas fueron Juan Valera (a quien De Zayas trató y visitó, el viejo, conservador pero muy liberal Valera) y Marcelino Menéndez y Pelayo, sobre quien escribiría un elogio fúnebre, cuando el erudito santanderino murió en 1912. De ahí que el único interés poético de De Zayas -fuera de la más o menos benemérita arqueología- finque en los libros que escribió sintiéndose un parnasiano español y no importándole ser considerado un modernista moderado, esto es, un modernista no extranjerizante.

OBRA POÉTICA

Antonio de Zayas

Edición de Amelina Correa

Fundación José Manuel Lara

Sevilla, 2005

234 páginas. 14,42 euros

Esos libros -justamente y

con acierto los más ampliamente representados en la antología de Amelina Correa- son: Joyeles bizantinos (1902) -aunque el libro sea menos decadente que su título-, Retratos antiguos, del mismo año, Paisajes (1903), su más clara incursión en el simbolismo, en cuanto que no se tiende a pintar marmóreamente lo exterior, sino el alma; y acaso Noches blancas o Leyenda de 1905 y 1906. A partir de 1907 -de forma muy declarada y nítida- Antonio de Zayas abandona cualquier veleidad modernista y se dedica a defender lo que llamará la tradición patria, con una retórica (sólo formalmente parnasiana) cada vez, obviamente, más vieja. Antonio de Zayas detestó el modernismo extranjerizante y decadente (al que apenas se había asomado) como escribe Amelina Correa en el prólogo por "su falta de patriotismo, con la consiguiente impiedad religiosa". Con Plus Ultra (1924) y Epinicios, segunda serie (1926), libros de circunstancias, antañones y hechizados de retórica patriótica y aurisecular, acabó -agotada- la en ese momento anacrónica carrera literaria del duque de Amalfi. Sólo el horror de la Guerra Civil (que pasó asilado en la Legación Real de Rumania, donde fuera diplomático) logró recuperar, en aquel retromodernismo que vivió en los primeros años de la posguerra, y que contó entre sus miembros al propio Manuel Machado, el estro épico-religioso de De Zayas, con un libro de 1942, que la antología no recoge: Ante el altar y en la lid. Antonio de Zayas moriría en Málaga, arterioesclerótico, en 1945.

Fue -en sus inicios parnasianos- un poeta brillante, energético, plástico, imprescindible para comprender nuestro modernismo y sus innovaciones formales, como en este alejandrino aliterado: Susurrando las brisas silbidos de serpientes. Pero De Zayas (espíritu naturalmente reaccionario) tuvo enseguida miedo de la novedad, y se aprestó a obrar como el caracol que recula. Amelina Correa ha hecho un estupendo trabajo de recuperación en la teoría y en la práctica al salvar, en antología, lo mejor y más novedoso de De Zayas. Olvida únicamente señalar que el odio al decadentismo modernista que tuvo nuestro autor, no sólo fue un odio a lo extranjerizante (que también) o el afán menendezpelayesco de unir patria y catolicismo, sino el odio a la subversión moral, el apostar por una moral más libre y distinta por la que ese decadentismo de origen francés apostaba. Es bueno redescubrir a Antonio de Zayas, pues ejemplifica ab ovo -y con calidad- cuál ha sido el daño cultural e histórico del nacionalcatolicismo que padecimos y que en absoluto ha muerto todavía.

El poeta y diplomático Antonio de Zayas (1871-1941).
El poeta y diplomático Antonio de Zayas (1871-1941).

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