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Crónica:ATLETISMO | Concluyen los Campeonatos del Mundo de Helsinki
Crónica
Texto informativo con interpretación

Paula Radcliffe sale de su pesadilla

La británica, tras su decepción en los Juegos de Atenas, se reivindica como una gran campeona con un triunfo aplastante en el maratón

Santiago Segurola

No es fácil regresar de la pesadilla que sufrió Paula Radcliffe en los Juegos de Atenas. Convertida en una celebridad mundial con sus portentosos récords de maratón, la atleta británica trascendía la escena del atletismo. Era la representación exacta de lo que significa hoy una estrella del deporte: publicidad, dinero, portadas, fama, presión. Y un país que había depositado en ella algo más que las esperanzas. Cuando Paula Radcliffe comenzó a correr su infausto maratón olímpico, no era una atleta en busca de la victoria. Era una industria, una nación, un producto mediático, una fantasía sobrehumana. La atleta casi resultaba irrelevante. Pero en el tortuoso camino hacia Atenas, aplastada por el calor, deshidratada, acechada por unas rivales que simplemente encarnaban el papel de atletas y nada más, Radcliffe se hundió de manera dramática. Y tras el hundimiento llovieron las críticas, de una crudeza insoportable. El orgullo nacional estaba herido, y la patria hace daño cuando se siente decepcionada.

Nadie aguantó su paso, hasta las etíopes, lo que en estos tiempos resulta novedoso

A Radcliffe no le faltó inteligencia y estilo para aguantar la andanada, pero salió tan dañada de los Juegos que su futuro quedó amenazado. No parecía posible el regreso a la cima, sobre todo cuando se trataba de una atleta que se había relacionado más con las decepciones que con el éxito. Un año después, Radcliffe se ha reivindicado como una gran campeona en Helsinki. Ganó el maratón con una claridad meridiana, sin dar ninguna opción a sus rivales.

Radcliffe no es la misma atleta que apabullaba antes de los Juegos de Atenas. Durante dos años mágicos fue la reina del atletismo. Batía récords en la pista y en el asfalto. Sus marcas en maratón iniciaron una nueva época. Podía correr el maratón en tiempos cada vez más cercanos a los de los hombres. Había algo sobrenatural en ella, una atleta que se había construido a partir de las derrotas. Durante diez años, Paula Radcliffe representó la clase de deportista que se gana la admiración general por su papel de eterna perdedora. Era generosa, tenía espíritu de aventura en las carreras, jamás especulaba y convertía cada prueba en un momento especial. Siempre en cabeza, conduciendo a atletas que se aprovechaban de su esfuerzo, Radcliffe se abocaba una y otra vez a la derrota. No podía ganar porque no podía vencer a nadie en los últimos metros, hasta que repentinamente ninguna atleta pudo seguir su paso. Era la misma fondista que agonizaba en cada zancada, con sus calcetines blancos hasta la rodilla, la boca abierta, cabeceando arriba y abajo, pero esta vez destrozando a sus rivales. Aquello parecía terminarse en Atenas. Y quizá algo que se perdió. Pero la atleta que ha vuelto es más admirable todavía.

En Helsinki se quedó a cinco minutos de su récord mundial, con una marca excelente, pero humana. Por lo tanto, Radcliffe tuvo que trabajarse la victoria. Venía de disputar los 10.000 metros y no había ofrecido una gran impresión. En la pista había sido la misma atleta que gobernaba la prueba hasta que las etíopes le gobernaban a ella en las últimas vueltas. Durante años se había preparado para superar sus limitaciones con un séquito numeroso: entrenador, fisiólogo, preparador físico, dietista, todo un elenco para apurar al máximo sus condiciones. Y un marido que ejercía de manager, Gary Lough, el hombre que ha ejercido el papel de villano ante la prensa. Todos ellos han trabajado para recuperar a Radcliffe. No lo pareció en los 10.000 metros, pero en el maratón afloró la atleta que ellos quieren. Aunque sin apabullar, se impuso sin encontrar demasiada oposición.

Hasta la mitad de carrera, mantuvo un ritmo que sólo igualaban la japonesa Hara, la rumana Tomescu, la etíope Ndereba y la keniana Kimutai. Todas son fondistas de gran prestigio y no se descartaba que alguna se sostuviera cerca de la británica hasta el final. Y si eso ocurría, Radcliffe no tendría oportunidad alguna de vencer.

Nadie aguantó su paso. Hasta las etíopes cedieron, lo que en estos tiempos resulta novedoso. Ni Ndereba, ni la venerable Derartu Tulu consiguieron detener a Radcliffe, que comenzó a abrir brecha en el kilómetro 30. Poco a poco, sus rivales sólo veían alejarse la silueta de una mujer que invita a la fatiga con su peculiar estilo. Radcliffe no paró hasta el final. Era el día perfecto para ella: un día fresco, con algo de lluvia en el arranque de la carrera. Un día para la victoria después de su fracaso bajo el sol de Atenas. Cuando cruzó la meta, una pesadilla había acabado.

Paula Radcliffe comanda la carrera del maratón.
Paula Radcliffe comanda la carrera del maratón.EFE

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