En el cruce de los géneros
Llega hasta el teatro del Matadero, en Los Veranos de La Villa de Madrid, una pieza rara: Maria de Buenos Aires, de la que se conocían pocos montajes y una grabación discográfica con Amelita Baltar, (que formó parte del elenco original en 1968, en Buenos Aires) a la que se recuerda al escuchar a Emilia Onrubia, que ahora interpreta la pieza en Madrid.
El libretista Horacio Ferrer y el propio Astor Piazzolla llamaron a esta obra una operita, en la búsqueda de un género propio que aunara teatralmente el tango, algo así como la zarzuela española. Pero es que el estilo del tango o de la milonga y sus cadencias, que son muy estables, no ofrecen demasiadas alternativas. Maria de Buenos Aires tiene más de oratorio que de drama lírico y eso hace que su lectura, musical o bailada, resulte muy cuesta arriba. La danza cobra un peso especifico importante, no sólo como apoyatura sino como materia de enlace del discurso. Los coreógrafos Rolan van Löor y Jorge Crudo han entendido este papel y cumplen eficazmente. Los trajes de Montesinos, con el rojo y el negro como bases, compensan la densidad oscura de la escenografía e iluminación. José Carlos Plaza intenta llevar la acción hasta el borde de lo que llamamos comedia musical, y eso no llega a casar del todo con la densidad del original. María, probablemente, pedía un trato más solemne o distante.