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Los 60.000 cristales de la fachada se limpian uno a uno

Clara Blanchar

De acuerdo con sus dimensiones, las cifras de la torre Agbar siempre son astronómicas: 144 metros de altura, 30.000 metros cúbicos de hormigón, 600 kilómetros de cableado, 80 de tuberías de agua, 12.400 fluorescentes, 9.200 lámparas -que en las zonas de paso como los pasillos o el aparcamiento se encienden cuando un sistema de sensores detecta presencia humana-, 4.500 ventanas... pero el número que se lleva la palma es el de las láminas de cristal que integran la segunda fachada del rascacielos: son 59.619. 60.000, para redondear, de un tamaño de 120 por 30 centímetros.

De su limpieza, una por una, se encargarán seis personas a tiempo completo. Un equipo, explican fuentes conocedoras del sistema de mantenimiento, que se dedicará en exclusiva a hacer cuatro pasadas enteras a la torre cada año, y otras dos en las zonas que acumulen mayor suciedad, algo que todavía está por ver. Por ejemplo, si es la parte de la fachada que mira al mar, por la arena que llegará con el viento, o la que mira al anillo de Glòries, por el humo del tráfico.

Una fachada que, más allá de la complejidad de limpiarla, está pensada con criterios estéticos, pero también para aislar el resto de la torre tanto del frío como del calor.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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