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CULTURA Y ESPECTÁCULOS

El traductor irreductible

Daniel Verdú

"Nunca leo el libro antes de traducirlo. Hay algunos que he recomendado y, evidentemente, éstos los he leído; pero cuando me llega un libro que no he leído antes, no lo hago porque tengo la impresión de que así me interesa más, no me aburre. Si ya lo has leído, traducir se convierte en un trabajo". Así recrea Joaquín Jordá el trazo de los autores extranjeros en la lengua española. Un excelente intérprete de la obra ajena -que convierte un poco en suya al abordarla- que ha teñido de sentido, para muchos, el relato de autores como Pierre Bourdieu, Jean Baudrillard, Claudio Magris o Roberto Calasso.

Esos libros, ahora, se los tienen que leer. Hace ocho años sufrió un infarto cerebral que mermó su capacidad perceptiva, y enfrentarse a la mera interpretación del dibujo tipográfico deviene un desafío semejante al de traducir los textos: "Primero tengo que identificar si son letras o números". Sólo puede escribir cuatro páginas seguidas porque, según confesaba hace un año en una entrevista, "a partir de ahí no recuerdo lo que he escrito y no sé si empiezo a repetirme". Pero lejos de desanimarle, la dificultad ha alimentado, si cabía, la inquietud del traductor infatigable, de su hermenéutica de la adversidad.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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