La policía inspeccionó el 11-M una bomba sin estallar en El Pozo, idéntica a la desactivada
La policía abrió e inspeccionó a fondo en la estación de El Pozo del Tío Raimundo (Madrid) el interior de una mochila cargada de explosivos que no funcionó como deseaban los terroristas que perpetraron los atentados del 11 de marzo. El artefacto fue hallado bajo un asiento del vagón número tres del tren, un convoy de dos pisos en el que estallaron dos bombas cuando estaba detenido en El Pozo. Los artificieros intentaron durante más de una hora desactivar la bomba, de la que hicieron, en el mismo andén, un burdo croquis de su contenido. Pese a ello, no pudieron desarmarla, ya que, finalmente, explosionó. El dibujo, que perfeccionaron cuando regresaron a sus oficinas, ha permanecido inédito hasta ahora. Demuestra que este artefacto era prácticamente idéntico al que tampoco explotó en la citado estación ferroviaria y que puso ser desactivado, en la madrugada del 11 de marzo, en las proximidades de la comisaría de Vallecas.
Los Tedax hicieron el 11-M un dibujo de la bomba en el mismo andén de la estación
El dibujo de la bomba -el único oficial sobre cómo estaban montados los artefactos del 11 de marzo- así como el croquis sobre su ubicación han sido incluidos por el juez Juan del Olmo en el sumario de la investigación de los atentados. El magistrado, además, ha tomado declaración a todas las personas que la vieron, así como a los agentes que, la noche del 12 de marzo, localizaron en la comisaría el artefacto que fue desactivado en el Parque Azorín de Vallecas.
La bomba que dibujaron los Tedax fue encontrada por un policía municipal, que ya el 12 de marzo dio todo tipo de explicaciones en la Brigada Provincial de Información de Madrid. El 30 de junio le contó su experiencia al juez. Según su relato, su compañero de patrullaje y él entraron el vagón número tres (los coches cinco y cuatro habían sido destrozados por sendas explosiones). Él se quedó en el piso de abajo mientras su compañero subió al de arriba.
El agente se tumbó en el suelo "para mirar por debajo de los asientos". Entonces vio, "en el lateral izquierdo, al lado de una de las ventanas, una mochila color negro debajo de los asientos. La mochila era como un petate, con un clic de color metálico para abrir". El bulto le resultó sospechoso, por lo que decidió comprobar si habría otro explosivo.
"Procedí a coger la mochila, la puse encima de un asiento y procedí a abrirla y encontré un móvil, modelo antiguo, unos cables rojos y negros y una tartera redonda y negra, que era grande y estaba cerrada", le contó al juez. Le relató también que estaba casi seguro de que era una tartera, "porque era grande con una tapa, no pudiendo precisar el color de la tapa", aunque pensaba que era "negra o roja". En lo que no se fijó es en si había "alguna bolsa o algo más en el interior de la mochila, porque fueron décimas de segundo".
Visto lo visto, el municipal agarró la mochila, salió por la misma puerta que había entrado, anduvo unos metros con ella y la dejó apoyada "en un muro, detrás de una papelera metálica". Entonces corrió a avisar a un agente del Cuerpo Nacional de Policía para que llamara a los Tedax (artificieros). Entre una hora u hora y cuarto después, escuchó como era explosionada.
Los Tedax que intervinieron en la estación, en cambio, si pudieron inspeccionarla, hasta el punto de que pudieron hacer un croquis, posteriormente perfeccionado, de la bomba y de su contenido (ver el dibujo de esta misma página). Los artificieros acompañaron su croquis con otro en el que detallan la posición exacta de la bomba en los andenes de la estación.
El juez le mostró al municipal ambos dibujos para que confirmara si la mochila que él vio era la misma. Dijo que sí, aunque no pudo precisar "qué había debajo de los cables", aunque creía recordar que había "una tapa de color anaranjado de plástico".
Antes de que los Tedax no tuvieran más remedio que reventar la bomba, la mochila fue vista por otros dos policías. Éstos, "nada más entrar en el andén vieron a la derecha dos mochilas" que a ambos les parecieron "un poco sospechosas". Al encontrarse una pequeña abertura en la boca de la mochila, "se asomaron y observaron que había unos cables y un teléfono; al poder tratarse de un artefacto explosivo, procedieron a desalojar el andén". El bulto era "una mochila de color oscuro, creo que negra, una mochila de las que se cierran con un cordón". El juez les enseñó el dibujo. "Sí, la mochila era así, de esas características", respondieron ambos funcionarios por separado.
El andén fue desalojado y entonces se acercaron los Tedax. Eran dos veteranos los que la estuvieron tratando para intentar extraer pruebas claves para la investigación. Se tomaron tiempo para observarla, ya que no querían que se les fuera de las manos, como había ocurrido en la estación de Atocha. Sus observaciones las plasmaron en un informe elaborado entre esa noche y la mañana siguiente e hicieron un dibujo burdo que luego perfeccionaron para entregarlo al juez (le enviaron los dos).
En sus impresiones ya describieron los detalles que observaron. Las impresiones se convirtieron en certezas cuando lograron desactivar la bomba que llegó desde El Pozo hasta la comisaría de Vallecas. "En las dos explosiones controladas, los Tedax actuantes observaron características similares al artefacto del presente estudio", escribieron el 12 en el informe sobre la bomba desarmada. De hecho, la descripción de ambas bombas es idéntica.
O casi idénticas, ya que mientras la bomba explosionada estaba en el interior de una mochila negra (posiblemente de las dos compradas en Asturias por Jamal Ahmidan, el Chino, para el traslado de los explosivos hasta Madrid), la desactivada estaba en una bolsa de deportes azul, con las asas marrones, que había sido comprada en un bazar al por mayor de Lavapiés, propiedad de un ciudadano chino.
El juez, además, llamó a la agente que localizó en la comisaría de Vallecas la bomba desactivada, precisamente cuando estaba haciendo inventario de los efectos procedentes del Pozo. Lo que hacían era abrir las mochilas "a fin de poder ir realizando la reseña de los objetos y localizar documentaciones de los dueños de las mismas. Al llegar a la bolsa de deportes, lo que hizo fue abrir la cremallera de la misma; sacó un móvil que allí se encontraba y al tenerlo en la mano observó que iba unido a unos cables, por lo que procedió a volver a meterlo en la bolsa". Eran entre la una y media y las dos menos cuarto de la noche. Llamaron a los artificieros. La radiografía que tomaron les confirmó que era como la que ya habían visto.
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