_
_
_
_
Reportaje:TOUR 2005 | Decimonovena etapa

Guerini y el buen vino

El veterano italiano del T-Mobile gana la última etapa 'real' del Tour, la víspera de la contrarreloj

Carlos Arribas

En la salida, a la sombra del Puy de Dôme, el viejo Raphaël Geminiani (80 años) mira a los ciclistas, se fija en sus piernas escuálidas, brillantes, sus rostros agotados, su mirada triste. "¡Ah!", dice, dejando traslucir una mínima nostalgia, "en mis tiempos, cualquier ciclista que corriera el Tour era un superhombre, una figura tan popular en su pueblo, que cuando se retiraba montaba una cafetería o una tienda con su nombre y nunca fracasaba. Su nombre ya era una marca conocida". Geminiani, de Clermont Ferrand, en el corazón del Averno, del parque de los mil volcanes sin cráter, de la región que ayer recorrió el Tour, fue ciclista en los años 50, figura popular en la Francia de Bobet, Robic y Anquetil, y no entendía, no sabía lo que pensaban los ciclistas de ahora, los del presente, los que piensan que nunca tendrán que trabajar.

Debería oírlos un poco Geminiani, no sólo mirarlos. Debería oír a Pereiro, quien mientras suda, mientras cierra los dientes, mientras hace trabajar sus incansables riñones, su fuerza increíble, va pensando en un coche, brillante, nuevo, tan poderoso como él, tan espectacular como su ciclismo.

Podría atender a los gestos de Guerini, viejo corredor italiano, fino, piernas de alambre, muy chupado de cara y de cuerpo, sus movimientos en la salida, su saludo a Txente García Acosta, señalándolo con el dedo índice. Cualquiera podría pensar que le está diciéndole a él, al navarro de Tafalla, al viejo especialista de fugas múltiples, que le tocaba a él, que a Puy en Velay, a la meta de la última etapa real del Tour -quedan la contrarreloj de Saint Etienne, cosa de los cuatro que se juegan el orgullo y algún puesto, y el carrusel de París, el sprint de los Campos Elíseos, que no son etapas verdaderas-, llegaría él, Txente, nueve Tours en sus piernas, más que ningún español en activo, destacado, pensando en ganar. "Pero no", dice Txente con su enorme sonrisa de eterno optimista. "Ni me dice que voy a ganar ni tampoco me vais a ver delante. Estoy muy cansado, muy cansado, no puedo más. Lo que me decía era que gracias por el vino". Y cuenta Txente que Guerini, de 35 años, tiene un magnífico gusto, que le encantan los buenos vinos, y que le había traído al Tour unas botellas de tinto navarro, buen tempranillo de las bodegas Ochoa, de Olite, donde Mariano Cañardo, y que, al parecer, le habían encantado.

Pereiro estaba en la fuga, cómo no iba a estar si había un puerto de segunda, doloroso, tremendo, de los que seleccionan a los fuertes y él, el Virenque de Galicia, es el más fuerte de todos; y también estaba Guerini, uno pensando en un coche a su imagen y semejanza, el otro en un buen crianza, en un reserva de año excepcional que añadir a su colección, un vino como él, de un viñedo de escasa producción, pero increíble en el momento de llegar a la mesa; como él, como Guerini, el escalador que ganó en el Alpe d'Huez en 1999 pese a que un chaval con una cámara de fotos se le puso en medio y no le quedó más remedio que atropellarlo, el gregario fiel de Ullrich que a veces siente la llamada de la inspiración. Como la sintió ayer a poco más de un kilómetro de la llegada. Iban cuatro, Pereiro, él, otro italiano, Pellizotti, y el francés Casar. Tiraba Pereiro, como casi siempre, cuando, abriéndose completamente a la derecha, saliendo desde atrás, atacó Guerini. Casar y Pellizotti lo vieron pasar. Casar y Pellizotti miraron a Pereiro, esperando que el gallego generoso les llevara hasta Guerini para después remachar. Pero Pereiro, el gallego generoso pero no tonto, se encogió de hombros. Verdes las han segado, les dijo, yo ya he ganado una etapa, si queréis ganarla, id vosotros a por ella. Y les hundió en la miseria.

¿En qué piensa Lance Armstrong cuando gana? Quizás en sus hijos, Luke y las mellizas; Luke, que ya se entera algo de ciclismo, las mellizas, que apenas. Los tres llegaron ayer a Francia. A los tres quiere Armstrong enseñarles a qué se dedica, a los tres quiere dedicarles un triunfo en la contrarreloj de hoy, aunque quizás ellos, niños, tejanos, les extrañe que su padre llegue hoy el último a la meta y que digan que ha ganado. Misterios de la contrarreloj. "Lance quiere dejar su firma bien grande en una etapa del Tour", dicen en su equipo. "Y no creemos que lo pueda conseguir en París". Lo de París es lo que le falta por atar, sus acompañantes en el último podio de su vida. Una vieja tradición del ciclismo quiere que cuando uno gana una carrera, su gente, para valorar en su justa medida el logro, le pregunte enseguida ¿y quién ha quedado segundo? A Armstrong le gusta Basso, el futuro, el heredero, como segundo, y el jueves, ayudándole a despegar al pegajoso Rasmussen, demostró que quiere a Ullrich, el pasado, también en su foto de despedida. Armstrong ya ha hecho todo lo que ha podido, el resto depende del alemán.

El ciclista italiano Giussepe Guerini (a la derecha), vencedor de la etapa, encabeza el grupo de escapados y lleva a su rueda al español Óscar Pereiro.
El ciclista italiano Giussepe Guerini (a la derecha), vencedor de la etapa, encabeza el grupo de escapados y lleva a su rueda al español Óscar Pereiro.EFE

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_