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Crítica:TEATRO | Grec 2005
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El villano de Cataluña

Posiblemente no haya en estos momentos mejor intérprete para dramatizar la lectura del largo poema de Josep Maria de Sagarra (1894-1961) El comte Arnau (1928) en un espacio tan amplio como es el Teatre Grec que el actor Lluís Soler. Famoso en toda Cataluña gracias al culebrón más largo de la historia de TV-3, El cor de la ciutat, en el que su personaje ha conseguido darnos gato por liebre -amén de serios sustos a varias de sus protagonistas-, Soler goza, por una parte, de un evidente poder de convocatoria, y por otra, de los registros necesarios para encarnar a uno de los villanos más legendarios y representativos del país, registros de los que ha dado amplias muestras a lo largo de los capítulos de la serie.

El comte Arnau

De Josep Maria de Sagarra. Intérprete: Lluís Soler. Iluminación: Kiko Planas. Espacio sonoro: Àlex Polls. Vestuario: Ramon Ivars. Dirección: Antoni Calvo. Teatre Grec, Barcelona, 19 de julio.

Señor feudal que maltrataba a sus vasallos, escatimaba el sueldo a sus mozos y seducía a las doncellas, el Comte Arnau ha pasado de cuestionar la integridad de las monjas del monasterio de Sant Joan de les Abadesses a ser el mito más característico de la comarca del Ripollès y, por extensión, de Cataluña entera, y una de las creaciones más originales que ha dado el legendario catalán al no tener, por lo visto, equivalentes en otras culturas. La leyenda, recogida por primera vez a mediados del siglo XIX, parte de una canción popular del XVI en la que el conde entabla un diálogo con su fiel esposa, Elvira, una vez que ha sido condenado a correr eternamente a lomos de su caballo en llamas.

Ataviado para la ocasión con un sencillo conjunto de blusón, pantalones y botas con la firma de Ramon Ivars que le daban un aire de menestral renovado, Lluís Soler abordó la lectura de la versión reducida de los endecasílabos de De Sagarra (unos 1.500 versos de los más de 10.000 que lo componen) desde el atril que, como único elemento escenográfico, presidía el escenario del anfiteatro griego. De narrador a Comte Arnau (aterrador el tono del conde) y de éste a su esposa Elvira, a la abadesa Adelais y a otros personajes secundarios, Soler iba dando la voz y la inflexión justa a todos ellos apoyado por los efectos sonoros de Àlex Polls y el juego de luces de Kiko Planas. Una puesta en escena simple pero muy cuidada para el único monólogo que ha ofrecido el Grec este año.

Los versos de De Sagarra -frescos y chispeantes, en especial los que describen a los personajes- en la voz de Lluís Soler, cada vez más cómodo con la respuesta que iba teniendo de un público atento y entregado, arrancaron una larga y sentida ovación que el propio Soler tuvo que interrumpir para rematar la faena con una propina de tres poemas más. Con ellos, el fervor catalán acabó por ponerse en pie.

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