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Columna
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Oxitocina

La oxitocina es una hormona que se relacionaba con los patrones sexuales y con la conducta maternal y paternal. Se descubrió en el año 1953 y está asociada a la afectividad, la ternura o al acto de tocar. Se genera esencialmente con el enamoramiento, el orgasmo o el parto. Cuando se libera, fluye hacia la corriente sanguínea y provoca una serie de estímulos. Los científicos aseguran que se trata de un mensajero químico muy especial. Tiene, por ejemplo, el control para iniciar y estimular la producción de leche materna y su aparición, en la madre y en el niño, afianza mucho más la unión entre ambos. Aparece también en los cerebros enamorados y en las personas relajadas, ya que entre sus funciones está la de bloquear las hormonas que producen el estrés. Por ello, la oxitocina se conoce como la hormona de la confianza.

Unos científicos de la Universidad de Zurich han ido más allá y dicen que la capacidad del ser humano de confiar en el prójimo, tanto en las relaciones amorosas como sociales o económicas, depende de esta hormona. Los investigadores, que han publicado su descubrimiento en la revista Nature, sostienen que la oxitocina no se limita a alentar a las personas a arriesgarse, sino que promueve la actividad social. Por ello, es una sustancia química que podría aliviar problemas como el autismo. Sin embargo, en esa misma revista aparece un neurólogo alertando de un posible mal uso del descubrimiento. El facultativo advierte de uno especialmente preocupante: la posibilidad de que los partidos políticos lancen grandes cantidades de esta sustancia en los mítines de sus candidatos, con la intención de inducir a la confianza.

Se ha superado el ecuador del mandato en las corporaciones locales y aunque es evidente que todavía no toca abrir el melón de los candidatos que presentará el PSOE en las próximas municipales en las capitales andaluzas, es una obviedad que recuperar algunas de estas alcaldías es el próximo gran objetivo de los socialistas. Por eso es tan importante la oxitocina, que debe ser el mayor avance científico para descubrir y encumbrar a un líder político desde la invención del carisma. Es la aplicación de la ciencia a la política y el primer paso para que desaparezcan los asesores de imagen. Lo importante no es la foto del cartel, ni aparecer de forma correcta en televisión. Ahora se trata de encontrar dirigentes con capacidad para estimular el hipotálamo en la base del cerebro de los votantes y obtener la hormona de la confianza. Porque es en la escasa capacidad de disparar las neuronas donde tiene el PSOE su talón de Aquiles en la mayoría de las capitales andaluzas. Disponen de destacados dirigentes para liderar las listas en Sevilla, Málaga, Cádiz, Almería o Huelva. Y de emergentes sustitutos para Granada, Jaén o Córdoba. Pero hay que reconocer que la mayoría de ellos no parecen grandes productores de oxitocina. No provocan rechazo, pero tampoco llegan a producir esa hormona de forma suficiente para alcanzar el enamoramiento. La ola de Zapatero, las propias siglas del partido e incluso los posibles pactos con otras fuerzas políticas generan un plus de esta sustancia química. Pero no parece suficiente. Quedan dos años y sigue faltando oxitocina.

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