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Reportaje:SAN FERMÍN

'Eternidades, eternities'

Hay tardes en que los editorialistas del diario londinense The Times no saben bien por dónde tirar. El implacable tic tac del reloj les martillea en las sienes, el tópico horror a la página en blanco se apodera de ellos y un ligero nerviosismo les invade. Cuarto y mitad de lo mismo le ocurre algunas mañanas a la alcaldesa de Pamplona. Pasados los idus de marzo, la alcaldesa de la Ciudad del Arga debió de tener una de esas mañanas. A falta de mejor ocurrencia, convocó a la prensa a pie de obra -como es su práctica habitual-, y en la misma puerta del ayuntamiento hizo la demostración de un pasmoso producto químico, llamado a sostener en pie a toros y corredores del encierro. Era el líquido antideslizante que se ha convertido en uno de los protagonistas indiscutibles de estos sanfermines. Para la prueba, se pudo contar con un "divino"; pero disponer de un miura ofrecía mayores complicaciones.

El líquido antideslizante se ha convertido en uno de los protagonistas de estas fiestas

Nadie preguntó a la alcaldesa de Pamplona si la chispa de tan genial ocurrencia había saltado por el frote de sus propias neuronas, o si era debida al profesor Franz de Copenhague, el legendario autor de los grandes inventos del TBO. Sea como fuese, las agencias de prensa, en el cumplimiento rutinario de su deber, dieron difusión a la noticia. Y la noticia les arregló la tarde a los editorialistas de The Times.

A la mañana siguiente, The Times publicaba un editorial del que se desprendía que el líquido prodigioso les parecía bien; bien como invento del TBO. No sin ironía -y no sin disparatar-, el editorialista invitaba a nuestra inventora a considerar soluciones más realistas para la estabilidad de toros y corredores, como por ejemplo la propia extinción de la carrera.

La sugerencia de The Times nos arregló no ya la tarde, sino la semana entera a editorialistas, columnistas locales y público en general. El tenor de la réplica a los británicos durante los días siguientes, puede resumirse con aquella máxima de Thoreau: Don't read THE TIMES, read the eternity. No leáis The Times (los tiempos), leed la eternidad. La eternidad es el abismo insondable que se abre a los pies de editorialistas y columnistas cuando el tic tac del reloj sigue su curso imparable y nadie disparata, cosa que raramente ocurre. Al alcalde de Tarragona acaba de ocurrírsele la idea -aquí y ahora inaplicable- de impartir cursos de formación entre los camareros para que asesoren a la clientela de cómo beber menos, y en estos sanfermines, por disposición de la alcaldía, seguimos probando un invento digno del profesor Franz de Copenhague.

Pero hay quien ve la eternidad en los sanfermines. Hay incluso quien no la ve fuera de ellos. Los "momenticos", esos inextinguibles instantes de fulgor festivo que dan plenitud metafísica a la vida del castizo, pertenecen a ese tipo de eternidad. Vargas Llosa mismo, tras ser paseado por todos los "momenticos" tradicionales de las fiestas, habló de su eternidad de dos días aquí. Lo dijo, creo, espero, sin ironía -sin la ironía de los editorialistas de The Times- y obviando que nuestras tradiciones seculares son inventos de ayer, a veces dignos del TBO, eternizados.

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En cuanto al líquido prodigioso, parece que no funciona, pero seguimos con él. Igual hace tradición.

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