Bodas de la forma y el dolor
En esto de la crítica, como en tantas cosas, no conviene ser maximalista ni convertir las salas de conciertos en cuadriláteros donde comprobar quién gana a quién. Unos cotizan al alza y otros salen del Ibex-35. Son tonterías, sí, pero están ahí. Y la cosa viene a cuento porque el miércoles -cierre del XII Liceo de Cámara- quien más quien menos salíamos del Auditorio haciéndonos y respondiéndonos la misma pregunta: ¿no habremos escuchado al mejor cuarteto del mundo? Pues, francamente, yo creo que sí, que el Emerson es el más completo, el más cercano a la perfección de los cuartetos de hoy. Esta misma temporada el Alban Berg nos llevó a la estratosfera con el Quinteto para dos violonchelos de Schubert, pero lo del Emerson con fragmentos de El arte de la fuga de Bach y algunos cuartetos de Mendelssohn fue una realidad y no un milagro: se trataba de los señores Eugene Drucker, Philip Setzer -que se reparten el papel de primer violín-, Lawrence Dutton y David Finckel -viola y violonchelo- y no del santo advenimiento.
Liceo de Cámara
Cuarteto Emerson. Obras de J. S. Bach y Mendelssohn. Auditorio Nacional. Madrid, 8 de junio.
Estos americanos lo tienen todo, empezando por una afinación infalible, siguiendo por una técnica individual asombrosa -cómo estuvo Drucker en Mendelssohn y Dutton en todo- y rematando en un sonido conjunto sin igual en los cuartetos de hoy. A eso, añádase la idea de hacer un programa como el que plantearon en Madrid. Mendelssohn el descubridor y Bach el descubierto, es decir, y en lo que tocaron, el dolor como evidencia -en el Cuarteto nº 6 de aquél- y la forma como afirmación -en todo el Bach aquí traído-. Música unida al fin porque lo pedía desde siempre y porque ha encontrado quien la case. Qué maravilla.