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PERFIL

Un patito feo rumbo a la cumbre

Cuando el entonces canciller, Helmut Kohl, la llamó a su despacho para preguntárselo, ella no supo qué pensar: "¿Se entiende usted con las mujeres?". Angela Merkel titubeó: "Con mi hermana me llevo muy bien y con mi madre no tengo problemas...". Poco después, en 1991, Kohl la nombró ministra de Mujeres y Juventud.

Su carrera política acababa de empezar menos de dos años antes, cuando, tras caer el muro de Berlín, en 1989, la científica que era entonces se decidió a cambiar de tercio e ingresó en el partido Arranque Democrático (DA). La doctora en Físicas Angela Merkel trabajaba entonces en la Academia de las Ciencias, en Berlín Oriental. "En la República Democrática Alemana (RDA) me oprimía increíblemente no poder trabajar libremente con las personas, no poder hablar abiertamente. Eso me empujó tras la caída del muro", recuerda Merkel en su libro Mein Weg (Mi camino).

En las últimas elecciones, en 2002, tuvo que ceder el paso, presionada por su partido, al presidente del partido hermano, Edmund Stoiber
¿Puede una científica aprender a hacer política en sólo 16 años? "Con un maestro como Helmut Kohl, sí", asegura el politólogo Andreas Kiessling

En cuestión de meses se hizo portavoz de Arranque Democrático y poco después viceportavoz del primer Gobierno democrático de la RDA. Al reunificarse Alemania, en 1990, se fusionaron los partidos del Este con los ya existentes en la República Federal. Así llegó a la CDU y a Kohl, su mentor, que quiso incluir ministros germanoorientales en su gabinete y eligió a "la chica", que entonces tenía 36 años. "Durante 25 años Kohl era la CDU y la CDU era Kohl. Marcó mucho al partido, y a mí también", cuenta ella en el libro.

Desde entonces hasta ahora Merkel ha tenido que aprender mucho. Primero, a hacer política en un país extranjero, en el que no había crecido, con un sistema político extraño y una mentalidad totalmente diferente. Luego, a encajar golpes.

¿Puede una científica aprender a hacer política en sólo 16 años? "Con un maestro como Helmut Kohl, sí", asegura Andreas Kiessling, politólogo del Centro de Investigación Política Aplicada (CAP) de Múnich. El ex canciller la marcó, la enseñó a liderar y a tejerse redes de apoyo. "En lo que se refiere a establecer vínculos personales en la política, aprendió mucho de Kohl", dice Kiessling.

Tras siete años y medio de Gobierno (desde 1994 fue ministra de Medio Ambiente), en septiembre de 1998 su partido pasó a la oposición. El entonces presidente, Wolfgang Schäuble, la nombró secretaria general del partido. Schäuble, el eterno delfín de Kohl, aspiraba a la candidatura en las próximas elecciones.

Pero un escándalo de donaciones ocultas al partido arruinó a Kohl la posibilidad de terminar de manera honorable su carrera política y puso en peligro la integridad del partido. Merkel actuó decidida: en una carta publicada en un periódico se distanció de Kohl y de sus manejos ilegales. Merkel cortó el cordón umbilical de manera drástica, y ello le hizo ganar en solidez y autoridad. Estas cualidades le iban a hacer falta: meses después el escándalo salpicó a Schäuble, que tuvo que dimitir, dejando paso a Merkel como presidenta de la CDU en abril de 2000.

"En el partido dijeron entonces: bueno, dejemos hacer a la Merkel y cuando pase el chaparrón podemos poner a otro", recuerda Kiessling. "Sus potenciales rivales la subestiman permanentemente".

Sapos y culebras

En cinco años como presidenta, en los que ha logrado con éxito el recambio generacional, ha tenido que tragar sapos y mantenerse firme ante las puñaladas. A Merkel le falta el apoyo del partido. No siempre consigue imponerse a los barones de la CDU: Roland Koch, Christian Wulff, Peter Müller. Ellos trataron de mover la silla de Merkel más de una vez. Pero en esta ocasión el anuncio de nuevas elecciones fue tan inesperado y la fecha elegida tan cercana que a la CDU y su hermana bávara CSU (Unión Social Cristiana) no les quedó más remedio que precipitar la decisión de la candidatura. No hubo tiempo para intrigas.

En las últimas elecciones, en 2002, tuvo que ceder el paso, presionada por su partido, al presidente del partido hermano, Edmund Stoiber. Pero supo esperar su momento. Estos años no han sido fáciles: en enfrentamientos internos y disputas programáticas, Merkel fue perdiendo en el camino a secretarios generales y colaboradores. Pero siempre supo sobrevivir. El último congreso la confirmó en su cargo con el peor resultado desde 2000: 88,4%. 110 delegados votaron contra ella.

Pero Merkel se convirtió en candidata por aclamación el pasado lunes, a pesar de que su perfil nunca cuadró en el partido. "Le faltan diez años de juventudes", decían de ella quienes entendían el ascenso como un proceso largo que comienza en las juventudes del partido. También le faltaba un perfil más cercano al modelo tradicional del partido: es mujer, sin hijos, protestante, alemana oriental y divorciada de su primer marido, del que conserva el apellido.

Su segundo marido, un catedrático de química, vive al margen de la vida pública y sólo le acompaña en las fotos una vez al año, en el Festival de Música de Bayreuth. Uno de los pocos días del año que ella se viste de gala y se maquilla. Su peinado no ha cambiado desde que tenía 12 años. Sólo en los últimos meses su peluquero se esforzó por darle un aire más favorecedor a su cara de niña melancólica. Con zapato casi plano y traje de chaqueta y pantalón en colores no siempre bien elegidos, la candidata viste muy sencilla.

No se distingue por su fotogenia ni su habilidad con las cámaras. Más patito feo que gacela, tampoco es ingeniosa ni especialmente simpática. Ese será su flanco débil cuando se enfrente a Schröder en la campaña electoral. Su contrincante es de palabra fácil, divertido y brillante, va correctamente vestido y es relativamente atractivo. No son cualidades necesarias para gobernar un país, pero ayudan a ganar unas elecciones.

Pero los electores alemanes se han cansado del Gobierno de Schröder y quieren un cambio ya. Los programas de ambos partidos apenas se distinguen en política económica. Más proamericana que Schröder, más conservadora en lo social, Merkel llega algo más allá en cuestiones como la flexibilización del despido, pero aboga por las mismas reformas que Schröder ya empezó a introducir. Como política es reacia a definirse. Muchos critican que no se sabe lo que quiere, y es que Merkel no se ha destacado por defender contenidos políticos. "Ese es su principal déficit", explica Kiessling.

Su fuerte es su oratoria. "Sabe meterse en el bolsillo a los delegados en el congreso", dice Kiessling. "Pero su cualidad más importante es que tiene una muy marcada voluntad de poder y gran éxito en la gestión de ese poder", continúa. Si gana las elecciones, tendrá que enfrentarse a 803.000 millones de euros de deudas, 4,8 millones de parados y un crecimiento previsto para este año entre el 0,5% y el 1% del PIB.

Angela Merkel, durante su visita al congreso de la Iglesia Evangélica celebrado en Hanover, el pasado 26 de mayo.
Angela Merkel, durante su visita al congreso de la Iglesia Evangélica celebrado en Hanover, el pasado 26 de mayo.EFE

Andar, pero no correr

ANGELA DOROTHEA KASNER nació en Hamburgo en 1954. Al terminar los estudios de Teología, su padre, Horst Kasner, quiso volver a la República Democrática Alemana (RDA), de donde era oriundo. Se hizo cargo de un seminario en Templin, una pequeña ciudad de Brandeburgo, donde Angela pasó su infancia.

Sus compañeros de colegio recuerdan su brillantez en matemáticas. "Gracias a ella ganábamos en las competiciones con otros colegios", afirma hoy una de ellos. Era la mejor de la clase en todo, menos en manualidades y gimnasia. "Eso me mantuvo con los pies en el suelo", dice hoy. De mayor quería ser maestra. Sus asignaturas favoritas eran el ruso, que aún hoy habla perfectamente, y el inglés.

De Templin se fue a Leipzig a estudiar Física. De los 23 a los 28 años estuvo casada con su compañero de estudios Ulrich Merkel. Su torpeza en los deportes estuvo a punto de impedir su licenciatura por culpa de una prueba obligatoria de deportes: correr 100 metros en 16 segundos. Lo consiguió a la segunda "porque hubo uno que se apiadó de mí". La obsesión de la RDA por el deporte "estuvo a punto de echar a perder toda una licenciada en Física", recordaba recientemente.

En 1986 se doctoró con una tesis sobre el Cálculo de las constantes de velocidad de las reacciones de los hidrocarburos simples, en la que ya agradece la "mirada crítica" de su actual marido, el químico Joachim Sauer.

Su fe religiosa la recibió en casa como parte indivisible de su educación. "La perspectiva de que hay Dios me da mucha humildad. Si fuera atea me resultaría muy difícil soportar la responsabilidad", dice.

Le gusta el fútbol y el vino tinto. Cuando no le suena el móvil, lee, sale a caminar por el monte, escucha a Mahler y trabaja en su jardín. No es cinéfila, salvo si vuelven a poner en la tele Memorias de África. "¡Con Robert Redford me derrito!", reconoce.

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