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Reportaje:NUESTRA ÉPOCA

Por una 'pax europea'

Timothy Garton Ash

Después de 400 años, ¿podremos incorporar los restos del Imperio Otomano a un nuevo imperio europeo? ¿Cuántos años hacen falta para desmantelar un imperio? ¿Y cuántas guerras? En el caso del Imperio Otomano, da la impresión de que la respuesta es alrededor de 400 años y, por lo menos, 20 guerras, incluida la guerra mundial que comenzó en Sarajevo. Y es posible que todavía tengamos que ver alguna más. Según una encuesta reciente, tres de cada cuatro macedonios creen que va a haber un nuevo conflicto militar en su país. ¿Quién se apunta a otra guerrita en los Balcanes?

Es curioso ver cuántos de los problemas más acuciantes que tiene hoy Europa derivan de la maraña de grupos étnicos, sistemas de Gobierno y religiones que dejó tras de sí el Imperio Otomano. Si se superpone un mapa de los puntos más conflictivos de la actualidad sobre las fronteras del imperio de Solimán el Magnífico en el siglo XVI, se ve que encajan casi a la perfección. Su reino comprendía lo que hoy llamamos los Balcanes, un término que se ha convertido en sinónimo de guerra y conflicto, pero también abarcaba los territorios actuales de Irak, Siria, Líbano, Palestina e Israel. Llegaba por la orilla del mar Rojo hasta Yemen, y, por la costa del norte de África, desde Egipto hasta Argelia. La responsabilidad de los problemas derivados de la presencia de Israel en Oriente Próximo sólo la tenemos Adolfo Hitler y nosotros, pero el resto debemos agradecérselo a Solimán.

El patio trasero de Europa no puede tener una 'pax americana'. Eso nos corresponde a nosotros. ¿La perspectiva de una 'pax europea' no compensa el riesgo?
Algunos de los problemas que tiene hoy Europa derivan de la maraña de grupos étnicos, sistemas de gobierno y religiones que dejó el Imperio Otomano
La posibilidad de que la UE acepte a Turquía es una de las razones por las que los franceses podrían votar 'no' al tratado constitucional a finales de mayo

Ahora, una nueva comisión independiente, presidida por el ex primer ministro italiano Giuliano Amato, ha propuesto una solución para, al menos, parte del legado de Solimán. Después de hacer notar que en Kosovo, todavía, la primavera pasada hubo un estallido de violencia entre serbios y albaneses y que el índice de desempleo es superior al 60%, la comisión subraya que el limbo político en el que se encuentran actualmente los Balcanes es insostenible. No podemos seguir adelante con este mosaico de Estados débiles y protectorados de la UE, con virreyes casi imperiales como Paddy Ashdown en Bosnia y situaciones legales sin resolver como las que afectan a Kosovo.

Según la comisión Amato, la decisión que debe tomar la UE es sencilla: ampliación o imperio. O los miembros de la UE aceptamos que vamos a tener colonias virtuales en nuestro patio de los Balcanes durante varias décadas, o empezamos a crear las condiciones para que los Balcanes puedan integrarse en la Unión Europea. La comisión se inclina decididamente por la ampliación. El año que viene, la UE debería comprometerse a poner en marcha un plan para incorporar los Balcanes en 2014, un acontecimiento que podría celebrarse con una cumbre en Sarajevo que coincidiera con el centenario del estallido de la Primera Guerra Mundial. Sería una forma de dar un significado nuevo y más positivo a una expresión popularizada durante la última guerra de Bosnia: "De Sarajevo a Sarajevo".

Las ruinas de un imperio

La comisión cree que Bosnia puede funcionar eficazmente como Estado, siempre que tenga una perspectiva clara de pertenencia a la UE. Sólo eso será incentivo suficiente para que los serbobosnios, los bosnios croatas y los bosniacos (es decir, los bosnios más o menos musulmanes) cooperen. En vez de ser un protectorado de la UE, tendrá que preparase para ser Estado miembro. Por otro lado, Serbia y Montenegro tendrían que decidir si quieren integrarse como un Estado o comodos.

Lo más ingenioso es la solución propuesta para Kosovo. Se trata de un proceso en cuatro etapas, que parte de la ambigua situación actual, definida por la resolución 1.244 de Naciones Unidas al acabar la guerra en 1999, pasa por la "independencia sin plena soberanía", que permite que la comunidad internacional conserve sus poderes en materia de derechos humanos y protección a las minorías; luego, por la "soberanía guiada" cuando empiecen las negociaciones de ingreso en la UE, y termina en el nirvana de la "soberanía compartida", exacta a la que disfrutan (o no disfrutan) los miembros actuales de la UE como Eslovenia, Polonia o el Reino Unido.

Existe una versión de la historia de los Balcanes en la que el siglo XX es una larga lucha para crear naciones-estado a partir de las ruinas de un imperio. La propuesta de la comisión Amato refina esa versión con una nueva variante. No es una "construcción nacional", ese término que de forma tan poco apropiada utilizan las organizaciones internacionales y las ONG, ni tampoco la "construcción de un Estado", que sería más adecuada, sino que tiene un matiz especialmente europeo: la "construcción de un Estado miembro". Si el plan sigue adelante -como debería-, un país como Kosovo no tendrá jamás una "independencia nacional" plena, clásica, en el sentido decimonónico, sino que será como un joven que pase, en etapas estrictamente vigiladas, del hogar familiar a un matrimonio de conveniencia.

Los autores del informe, en cuyo estilo conciso me parece ver la mano de su brillante director ejecutivo, el búlgaro Iván Krastev, presentan la alternativa que afronta la UE como "ampliación o imperio". Sin embargo, vista desde Kosovo, se podría decir que también es "de imperio a imperio". Porque la Unión Europea es una especie de imperio, una versión moderna -o, según algunos, posmoderna-, no de los imperios romano o británico, con su centralismo, sino del Sacro Imperio Romano de la Edad Media, en el que la mayor parte del poder real estaba en manos de sus miembros. Y lo que se propone ahora es que este imperio europeo posmoderno o neomedieval absorba los restos del imperio de Solimán. Una idea que queda todavía más clara si se añade la intención declarada de la UE de aceptar el corazón del imperio otomano, hoy llamado Turquía.

Todo esto da un poco de vértigo. El Parlamento Europeo acaba de dar luz verde a que Bulgaria y Rumania se incorporen a la UE en 2007. Con el ingreso de Croacia, Turquía y el resto de los Balcanes, de aquí a sólo 10 años esto significaría que la Unión Europea tendría unos 35 Estados miembros y alrededor de 600 millones de habitantes, de los cuales, uno de cada seis sería musulmán. Y eso sin contar los aspirantes del este de Europa, como Ucrania tras su revolución naranja y Bielorrusia y Moldavia después de las revoluciones de terciopelo (aún sin color) que esperamos que tengan. Tampoco incluye ninguno de los Estados sucesores del imperio otomano en Oriente Próximo o el norte de África, aunque Marruecos ya ha preguntado alguna vez si podía solicitar la entrada. En su caso, la UE tendrá que elaborar una política de vecindad que no dependa de la promesa de una futura pertenencia.

Lo irónico es que, mientras en todas las fronteras de este nuevo tipo de imperio hay gente que grita: "¡Aceptadnos! ¡Colonizadnos!", los Estados miembros se están planteando dudas sobre su propia razón de ser. Y las dos cosas tienen una relación de causa y efecto. La posibilidad de que la UE acepte a Turquía es una de las razones por la que los franceses podrían votar no al tratado constitucional europeo a finales del próximo mes. Hasta ahora, la ampliación no ha debilitado la UE, sino que la ha fortalecido. Pero llegará un momento en el que la expansión ilimitada acabará por hacer que la unión pierda fuerza. Washington tiene que tener cuidado de no estirar en exceso los límites imperiales, pero Bruselas también. Si la Unión Europea engloba todos los restos del Imperio Otomano, quizá termine por tener el mismo destino que el Imperio Otomano. "El enfermo de Europa" podría acabar siendo la propia Europa.

No obstante, la lógica de la comisión Amato es irresistible. En los Balcanes, la opción es Europa o guerra. Se habla mucho últimamente sobre una pax americana que fuera sucesora de la pax romana. Estados Unidos desempeñó un papel vital en la pacificación de los Balcanes durante los años noventa, y ahora podría contribuir al mantenimiento de la paz en la zona mediante su apoyo a la ampliación de la OTAN. Pero el patio trasero de Europa no puede tener una pax americana. Eso nos corresponde a nosotros. ¿Acaso la perspectiva de una pax europea, que incluya todo el continente, no compensa el riesgo indudable?

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