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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

Augusta barre para casa

El Masters, cuyo comienzo se retrasó ayer debido a la lluvia, estudia nuevas normas para aumentar la presencia de los golfistas estadounidenses

Carlos Arribas

Aturdidos por los truenos, por el retumbar del chaparrón en los tejados, los caddies pasan la mañana bajo los porches de la casa-club de Augusta contemplando, mirada vacía, aburrida, las gotas de lluvia machacar los parterres de flores. Esto no es vida. A las 8.05 (14.05, hora peninsular española) debería haber empezado el Masters de Augusta, pero a las 11.00 ningún golfista ha llegado. La última noticia es que hasta las 13.30 no comenzará el torneo.

Ninguno de ellos es negro. Si un visitante hubiera regresado a Augusta después de no pisar por el torneo, de estar perdido del mundo, durante los últimos 25 años, le habrían sorprendido tres detalles: a) la ausencia de caddies negros; b) tanto jugador no norteamericano en las hojas de salida; c) no ver la presencia imponente de Severiano Ballesteros entre los inscritos.

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Viento y 'greenes' duros

Hasta 1982 todos los caddies eran obligatoriamente negros y asalariados del Augusta National, el club, que se los imponía a los jugadores. Una tormenta horrísona el primer día del torneo del 82 sacó a la superficie definitivamente la falta de profesionalidad de aquellos porteadores de bolsas -el juego se adelantó a las 7.30 el viernes y no se enteró casi ninguno, por lo que muchos jugadores tuvieron que llevar ellos mismos sus palos- y obligó al club a admitir la libertad de cada jugador de elegir a su propio caddie.

Ballesteros había ganado el torneo por primera vez en 1980, cuando no sólo todos los caddies eran negros, sino también, otro símbolo de los primeros Masters que desapareció, la hierba de los greens era del tipo bermuda, no bentgrass. Cuando lo ganó, dejó tres profundas huellas en el historial del torneo: fue el primer europeo y el jugador más joven que lograba la victoria y el que más birdies (23) consiguió. Lo de primer europeo y segundo no norteamericano, después del surafricano Gary Player, no se lo quitará nadie. Lo de más joven le duró hasta 1997, hasta la primera victoria de Tiger Woods. Y lo de más birdies todavía le pertenece.

El español volvió a ganar en 1983, cuando ya la hierba bentgrass había arraigado bien, cuando ya no era obligatorio alquilar los servicios de un caddie del club, aunque él sí que lo hizo.

Con esta segunda victoria, el jugador de Pedreña (Cantabria), que mañana cumple 48 años, pareció dejar claras dos cosas: a) la suya sería una figura determinante y duradera en el futuro del golf mundial; b), pese a su aplastante superioridad económica y numérica, EE UU no es el único sitio que puede producir auténticos genios del golf.

La primera afirmación se quedó a medias. La figura de Ballesteros, su juego revolucionario, su audacia, su personalidad, fue determinante: no hay quien, al trazar una historia del golf mundial, no pinte una línea en el suelo y no diga: 'Hasta aquí se llegaba antes de Ballesteros; hasta aquí, pasada la línea, después'. Fue determinante, pero no duradera. En 1988, a los 31 años, ganó su tercer Open Británico, el quinto grande de su carrera. El último.

A los 31 años, a una edad en la que la mayoría de los golfistas tienen aún todo su esplendor por delante, Ballesteros ya había pasado lo mejor de su vida como jugador. Como ganador del Masters tiene el derecho a seguir jugándolo hasta los 65 años, pero no fue a Augusta en 2004. Tampoco este año ha acudido. La espalda, la rodilla, un swing que se fue, que se perdió, el desánimo, la tristeza, la soledad, han disminuido, casi extinguido, el fuego volcánico, el espíritu sanguíneo, que le animaban, aunque, eso sí, ayer anunció que sí estará, en julio, en el Open Británico.

La segunda profecía se cumplió completamente. Ballesteros no sólo vivió plenamente el cambio de caddies y el cambio de hierba. También anticipó el futuro. Cuando Ballesteros ganó su primer Masters, en 1980, sólo participaron diez jugadores no norteamericanos: tres australianos, tres británicos, dos japoneses, un surafricano y un europeo continental. Ahora, si de los 93 participantes se restan los 11 mayores de 50 años que participan como ex ganadores -los Nicklaus, Watson, Zoeller y compañía-, este año, por primera vez, y para preocupación del Augusta National, que piensa en modificar las reglas para dar más oportunidades a los nativos, el contingente de no estadounidenses supera al de los estadounidenses: 43 a 39.

Y si en los 43 Masters anteriores a Ballesteros ganaban los estadounidenses a los internacionales en número de victorias por 40 a 3 -tres triunfos de Player-, en los 25 disputados desde 1980 la cosa se ha igualado hasta un ajustado 13 a 12. Así que el club pretende de aquí a dos años volver a invitar a todos los ganadores del año del circuito norteamericano para no perder la superioridad local en el contingente.

Tiger Woods, en la salida del hoyo 18 durante su entrenamiento del pasado miércoles.
Tiger Woods, en la salida del hoyo 18 durante su entrenamiento del pasado miércoles.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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