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Reportaje:NUESTRA ÉPOCA

El segundo nacimiento de Europa

Timothy Garton Ash

En las dos últimas semanas he estado en seis ciudades europeas: Oxford, Madrid, París, Hamburgo, Gdansk y Varsovia. Mientras tanto, he estado leyendo el nuevo y magnífico relato que hace Jacques le Goff sobre el nacimiento de Europa, The birth of Europe [El nacimiento de Europa], un libro que todo europeo sensible debería conocer. En una serie de pequeñas pero ricas dosis, como si fuera una comida de degustación, Le Goff examina la formación de Europa desde las ruinas del Imperio romano hasta el descubrimiento de América por Cristóbal Colón, a finales del siglo XV. En mis idas y venidas entre el libro y la calle no he dejado de pensar en la gran aventura que acaba de emprender este continente. ¿Podemos llamarla el segundo nacimiento de Europa?

Una UE en la que pronto estará Turquía, una comunidad que comparte leyes e instituciones políticas con las que los europeos de la Edad Media sólo podían soñar
Si los Gobiernos francés e inglés desean ganar los referendos europeos, los que deben salir por televisión no son Chirac y Blair, sino Zidane y Beckham
EE UU es la primera potencia, y China renace. El declive relativo de Europa es otro motivo para mantenernos unidos y no estar por separado

Me refiero al nacimiento de Europa no como una unidad cultural, histórica y religiosa con conciencia de sí misma, heredera de la cristiandad que evocaba el papa Pío II, en contra de los invasores turcos musulmanes, en su magnífico ensayo de 1458, sino como una Unión Europea en la que pronto estará Turquía, una comunidad que comparte una serie de leyes e instituciones políticas con las que los europeos de la Edad Media sólo podían soñar. Una Europa que es, cada vez más, un actor en el escenario mundial.

Los lazos entre esa vieja Europa y esta nueva son complicados. La historia, a diferencia de la geometría, posee pocas líneas rectas. Le Goff tiene escaso interés por el relato simplista y mitopéyico que tanto gusta a los eurócratas culturales: "De Carlomagno al euro". La historia mal hecha no es buena base para nada. Pero los vínculos, los cimientos, están ahí, y se ven con claridad en unas visitas relámpago a seis ciudades europeas.

Para empezar, está la mera presencia física de este pasado en la arquitectura, el urbanismo y el arte. Las formas familiares del gótico, el Renacimiento y el barroco, desde Oxford hasta Gdansk, nos hacen sentirnos como en casa incluso cuando estamos en el extranjero. Es algo tan obvio que olvidamos lo extraordinario que es. No hay ningún otro continente en el que ocurra.

Luego están los huecos entre las casas, los huecos en los que cayeron las bombas. Muchos se han ido llenando con edificios más recientes, de estilo monótono años cincuenta o brutalista años sesenta. Recorrí Hamburgo con un amigo, mirando las fachadas viejas y nuevas. Allí debieron de caer bombas, exclamábamos, y allí, y allí. Sesenta años después, los recuerdos de la guerra, el Holocausto, el gulag y la ocupación están todavía en todas partes; no sólo en piedra y cemento, sino en la televisión, los periódicos, la conversación.

"¿Conoces la historia de tu hotel?", me preguntó otro amigo en París, mientras caminábamos por el Boulevard Raspail. La conocía: durante la ocupación alemana, el elegante hotel Lutetia fue el cuartel general de la Gestapo. Y en Varsovia es imposible olvidar. Enciendo la televisión polaca y veo al presidente polaco en una ceremonia para conmemorar la apertura de un nuevo museo del Holocausto en Jerusalén.

Cerca de la entrada a este caótico hogar europeo que estamos construyendo, en la parte baja del muro, se puede ver la inscripción que figura en la piedra fundamental. Ahora está ya cubierta de musgo, porque la colocaron hace más de cincuenta años, y muchos europeos jóvenes ni siquiera saben que está ahí. Pero, si se mira más de cerca, se puede vislumbrar. Dice: "¡Nunca más!".

Basta de asuntos serios. Hay dos cosas más agradables que nos unen: la comida y el fútbol. Le Goff afirma que se puede encontrar un comienzo del disfrute consciente de la gastronomía en el siglo XV. La variedad y la riqueza de las cocinas nacionales europeas son asombrosas. Son un ejemplo típico de la "unidad en la diversidad" del continente. La gastronomía ayuda incluso a moderar otras pasiones. Uno de mis chistes preferidos sobre el nacionalismo europeo contemporáneo hace referencia a los vascos, que son todavía más apasionados respecto a la comida que respecto a la política. Pregunta: ¿Cuáles son las tres preguntas que más le interesan a un vasco? Respuesta: 1. ¿De dónde venimos? 2. ¿Quiénes somos? 3. ¿Dónde vamos a cenar?

Y en cuanto al fútbol, es el deporte europeo por excelencia. ¿Existe algún europeo que no haya oído hablar del Real Madrid o del Chelsea? Si los Gobiernos francés y británico desean ganar sus referendos sobre el tratado constitucional europeo, los que deben hacer propaganda por televisión no son Chirac y Blair. Son Beckham y Zidane.

Se podrá decir que ésta es una Europa de la que sólo pueden disfrutar los ricos y cultos. Pero es un error. Un estudiante británico puede viajar a Roma con EasyJet por menos de 10 euros. Los bares y cafés de Londres, París y Madrid están llenos de polacos jóvenes que trabajan para salir adelante. Esas cosas son posibles sólo gracias a que tenemos una Unión Europea.

Se podrá decir que algunas de las cosas que considero distintivas de Europa no son exclusivas de ella. Por ejemplo, los latinoamericanos tienen un culto al fútbol incluso superior al nuestro. Es verdad. Pero eso no significa que esos elementos no nos unan. Un club de ajedrez es un grupo de personas que normalmente viven cerca unas de otras y a las que les gusta jugar al ajedrez. Hay muchos clubes de ajedrez. La Unión Europea es un club de democracias liberales. Hay otros y pretendemos que haya más.

Falta de competitividad

Se podrá decir que estoy pasando por alto todo lo que Europa tiene de malo. No. Casi todos nuestros países tienen arraigadas clases políticas que incluyen a gente miope, oportunista y a menudo corrupta. A pesar de lo que dicen los euroescépticos, la burocracia de Bruselas, en realidad, es bastante pequeña, pero lo compensa a base de ser todavía más burocrática. La mayoría de nuestras economías siguen teniendo una falta de competitividad lamentable. Nuestra población nativa está disminuyendo, y no logramos que los inmigrantes -en especial, los inmigrantes musulmanes- se sientan a gusto. También tenemos estos problemas en común.

El libro de Le Goff acaba cuando Europa empezaba a arrebatar a China su puesto en la vanguardia de la modernidad tecnológica y se disponía a conquistar el mundo empezando por América. Ahora, Estados Unidos es la primera potencia mundial y China está renaciendo con la fuerza de un émbolo. Este declive relativo de Europa es otro motivo para mantenernos unidos, en vez de arreglárnoslas por separado.

Mientras tanto, dentro de nuestro continente podemos contar una historia extraordinaria. Es la historia de la expansión pacífica de la libertad más lograda en la historia reciente. Hace treinta años, el general Franco todavía gobernaba España, y mi editor español peleaba con el censor fascista. Hace dieciséis años, en la primavera de 1989, mi editor polaco todavía peleaba con el censor comunista. El año pasado, el frente se encontraba en Ucrania. En cada uno de esos casos, las causas de Europa y la democracia fueron de la mano. Es posible que la Unión Europea no sea muy democrática, pero es la principal promotora de la democracia en el mundo.

El cambio siempre provoca una reacción. El otro día respondí a unas preguntas de euroescépticos polacos que me habrían podido hacer miembros del Partido de la Independencia británico. Quienes se oponen a la UE son tan europeos como los que estamos a favor de la Unión. Es más, con su nacionalismo son más parecidos a los viejos europeos de lo que piensan. La diferencia es ésta. Nosotros, los europeos nuevos, que estamos escépticamente a favor de la UE, tenemos una gran historia que contar, una historia que habla del pasado, pero también del futuro. La pregunta con la que retamos a esos viejos y obstinados europeos que están en contra de la UE es ésta: Nos habéis contado vuestra historia del pasado, pero ¿qué tenéis que decirnos del futuro?

Firma del Tratado de la Constitución Europea en Roma, en noviembre pasado.
Firma del Tratado de la Constitución Europea en Roma, en noviembre pasado.AP

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