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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Villarreal se remanga en Kiev

El equipo español, con Riquelme de suplente, se sobrepone a la nieve en un duelo de la UEFA trepidante

El Villarreal se remangó ayer en Kiev. Sin remilgos, pese a su condición de conjunto eminentemente fino. Era cuestión de dejar hasta la última bocanada en el barrizal del estadio Lobanovski y así lo hizo. Con una extraordinaria actuación del central y capitán, Quique Álvarez, que frustró, junto a su compañero Gonzalo, el insistente empuje ucranio. Por anticipación, por inteligencia, por clase. Y providencial Reina cuando fue requerido: al final del encuentro, en dos paradas consecutivas a bocajarro. El partido pasó en un suspiro, con un ritmo trepidante. El Villarreal tampoco renunció al ataque, acumuló media docena de llegadas, pero acusó el mal estado físico de Figueroa, que desperdició las mejores ocasiones. Notable el despliegue de Senna y Sorín, mientras Riquelme, que entró en el último tramo, no se adaptó a la pista de hielo en que ya se había convertido el campo. Pareció un equilibrista tratando de no caerse.

DINAMO 0 - VILLARREAL 0

Dinamo de Kiev: Shovkovskyl; Husev, Rodolfo, Sablic, Nesmachnyy; Cernat (Ninkovic, m. 70), Leko, Yussuf, Rincón; Shatskikh (Verpakovskis, m. 55) y Cleber.

Villarreal: Reina; Armando Sa (Javi Venta, m. 89), G. Rodríguez, Quique Álvarez, Arruabarrena; Cazorla (Font, m. 78), Senna, Peña, Sorín; José Mari y Figueroa (Riquelme, m. 71).

Árbitro: Laurent Duhamel. Amonestó a Peña, Armando Sa, Nesmachnyy, Yusuf y Ninkovic.

Unos 10.000 espectadores en Lobanosky.

El amarillo de las camisetas del Villarreal era puro chocolate cuando terminó el primer periodo. Un kilo de barro cubría el traje de José Mari. Su equipo encaró de frente la nieve, la lluvia, el frío y la niebla, además de un rival mucho más acostumbrado a estas circunstancias. El Dinamo mantiene la tradicional fortaleza física ucrania con unas gotas brasileñas para adornar su técnica. Sin alcanzar, por supuesto, la del conjunto amarillo, que ayer, sin embargo, apenas pudo demostrarla por las adversidades. Que por si fueran pocas, aún hubo alguna más de carácter simpático: cuando los chicos de Pellegrini sacaban de banda se convertían en el blanco de los lanzadores de bolas de nieve.

Medio partido se jugó sin balón. Al menos para la tribuna del estadio, desde donde la pelota era invisible si circulaba por la parte contraria del campo. Los movimientos de los jugadores se convertían entonces en un baile absurdo. Y, claro, los aficionados cantaron un gol que no lo era tras un disparo lejano. Luego sí, al aproximarse a la banda se vio que, efectivamente, había balón, naranja para más señas, como si la reciente revolución ucrania se llevara también a los estadios.

Los entrenadores dejaron a sus principales estrellas en el banquillo. Aunque por distintas razones. El del Dinamo, porque Verpakovskis no da pie con bola. Y Riquelme, por todo lo contrario. Porque Pellegrini prefiere reservarlo para la Liga, el domingo ante el Atlético en El Madrigal. El técnico chileno optó por alinear a jugadores de corte más físico y Peña ocupó el centro del campo para marcar la raya. Claro que fue un peligro, pues al minuto uno ya tenía una tarjeta amarilla. El fútbol es mucho más que un juego de habilidad con los pies. Como se encargó de recordar Sorín en una magnífica dejada con el pecho, que entregó un remate franco en el punto de penalti para Figueroa. El regalo perfecto para cualquier ariete, aunque el argentino disparó flojo. Está lejos Figueroa de su fama de goleador. Le falta velocidad. Otros, en cambio, sí se sobrepusieron a las adversidades. Primero fue Sorín, que brilló como interior izquierdo. Y, sobre todo, Senna, maestro del orden.

El público aulló de alegría cuando entró Verpakovsis, al inicio de la segunda parte. Pese a su baja forma, la entrada del pequeño letón supuso un efecto vigorizante para el Dinamo, que atacó en tromba. Pero descubrió entonces a un porterazo: Reina.

Peña frena un avance de Kleber.
Peña frena un avance de Kleber.EFE

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