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Crónica:FÚTBOL | 21ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Riquelme destroza a la Real

El Villarreal prosigue su festival goleador gracias a la inteligencia del argentino

Lo previsible fue lo real en Anoeta: quien tocaba el cielo, el Villarreal, pletórico, goleador, cadencioso y enamoradizo, se quedó con él; quien tocaba el infierno, la Real Sociedad, acomplejada, atenazada, primeriza y espesa, se fundió con el fuego y se quemó el 90 por ciento de su cuerpo. Quizás sea que entre medias, en esa larga distancia que separa ambos territorio, habita Riquelme, el triste, el que contagia languidez y un cierto dengue por su pausa -al menos eso se decía cuando fracasaba en Barcelona, y así era- ha encontrado la alegría, el equipo adecuado y los escuderos necesarios. Quizá sea porque tiene a un lado a Sorin, un correcaminos con criterio, y por detrás a Senna un tipo con criterio que no necesita correr caminos, lo cierto es que el jugador argentino prolongó en Anoeta un estado de gracia que dista mucho de ser un espejismo o un estado de forma accidental.

REAL SOCIEDAD 0 - VILLARREAL 4

Real Sociedad: Riesgo; Rekarte, Labaka, Luiz Alberto, Rossato (De Paula, m. 66); Alonso, Alkiza (Prieto, m. 45); Karpin, Aranburu, Gabilondo; y Kovacevic.

Villarreal: Reina; Venta, Peña, Álvarez, Arruabarrena; Senna; Font (Battaglia, m. 65), Riquelme (Cazorla, m. 88), Sorin, Guayre (José Mari, m. 73); y Forlán.

Goles: 0-1. M. 57. Pase interior de Riquelme a Venta que centra y el despeje de la defensa lo remata Forlán. 0-2. 75. Centro de Forlán y remate de Riquelme. 0-3. M. 81. Toque de Riquelme y Forlán empuja a la red. 0-4. M. 91. José Mari en jugada personal.

Árbitro: Muñiz Fernández. Amonestó a Guayre y Arruabarrena.

20.326 espectadores en Anoeta.

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Riquelme y Senna, representaron en Anoeta todo lo que es el Villarreal y todo lo que le falta a la Real Sociedad. A sabiendas de ello, Amorrortu quiso interponer tres centrocampistas correosos e infatigables (Alonso, Aranburu y Alkiza) para que, cuando menos, el Villarreal encontrara dificultades para imponer su ritmo, a cambio de aislar a Kovacevic en la punta de ataque como un náufrago sin posibilidades de salvación.

Dio igual. El problema con el Villarreal es el balón, un tesoro que guarda con pulcritud (salvo algunas inexactitudes de Font o Forlán) y que en su dominio va minando al contrario, obligado a jugar sin él, a correr siempre sin la sensación de hacer algo positivo. El Villarreal cultiva la primera lección del fútbol, la más fácil, la más obvia: quien tiene el balón puede marcar gol, quien no lo tiene no (autogoles al margen).

En Anoeta lo tuvo, lo retuvo, lo jugó en corto, en largo, hacia adelante, hacia atrás. Al cuarto de hora, la Real había interiorizado, de tanto correr para nada, su papel secundario en el partido. Tanto fue así que su primer disparo entre los tres palos, y único, se produjo en el minuto 66. El honor le correspondió a Aranburu. Antes, fiel a su superioridad, el Villarreal se había sobrepuesto a un penalti clamoroso de Alonso a Guayre o a la inútil traducción en goles de su manifiesta jerarquía. Daba igual: en Anoeta, ni los más acérrimos confiaban en un golpe de fortuna, ese que se atribuye a los equipos inferiores cuando el superior no los acribilla. Ni así.

Los goles llegaron por inercia, con naturalidad, esa que le da la inteligencia de Riquelme pata templar en los momentos nerviosos. Primero, tiralíneas a Javi Venta, entre tres rivales, para que naciera el gol, después para rematar en escorzo como si empujara el balón, más tarde para demostrar toda la generosidad de la que es capaz un tipo sensible. El último gol fue un caso particular de José Mari. Todo al toque, al tran tran, el compás.

¿Y la Real? No estaba, simplemente pasaba por allí, con voluntad, pero con los nervios pegados a los músculos, en caída libre y un ambiente tan enrarecido que puede anunciar cualquier cosa. Los nervios son el principal enemigo de la Real, extendidos por toda la ciudad, y ayer agigantados por la presencia de un rival magnífico que juega, precisamente, al ritmo tranquilo de Riquelme, del jefe que quizás nunco quiso ser.

Forlan se escapa de Labaka.
Forlan se escapa de Labaka.ASSOCIATED PRESS

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