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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

De gran burguesa a portavoz republicana

A comienzos de los años veinte, Constancia de la Mora invitó a una amiga inglesa a pasar una temporada en una finca familiar de la provincia de Segovia. En uno de los recorridos por los pueblos de la zona, las dos jóvenes entraron en la casa de unos campesinos. "Traté de explicar a Román y a Higinia que Ann no comprendía nuestra lengua", cuenta De la Mora en sus memorias, "porque venía de un país extranjero en donde se hablaba de distinta manera; pero esto ellos no lo podían comprender. ¿Que no entendía lo que decíamos nosotros? Entonces es que la pobre señorita era sorda. Román e Higinia hablaban a gritos, tratando de hacer comprender a mi amiga inglesa, la cual enrojecía hasta los pelos y no sabía qué hacer. Yo sentí de repente una vergüenza terrible. (...) Hasta entonces yo no había comprendido la profunda y trágica ignorancia de los campesinos analfabetos que labraban las tierras de mi padre. Y sentí vergüenza; no por ellos, sino por mi familia, por mí misma; pues, sin saber todavía por qué, comprendí que nosotros éramos en gran parte responsables".

DOBLE ESPLENDOR

Constancia de la Mora

Prólogo de Jorge Semprún

Gadir. Madrid, 2004

556 páginas. 22 euros

Criada entre algodones, educada en los mejores colegios españoles y extranjeros, destinada a ser una gran dama de la burguesía y a casarse con alguien de su clase social, la inquieta y sensible Constancia de la Mora (Madrid, 1906-Guatemala, 1950) va tomando conciencia, poco a poco, de la España en la que vive. Al compás de los avatares históricos que pasan por la crisis de la monarquía de Alfonso XIII, la dictadura de Primo de Rivera y, en 1931, la proclamación de la II República, la señorita Constancia se convierte en una rebelde, una contestataria, hasta romper con todo su mundo. Su evolución personal, ligada íntimamente a los cambios sociales y políticos, le permitió ser una testigo de excepción del final de una época, del hundimiento de un sistema de la Restauración que había mantenido al país en el atraso y la pobreza durante medio siglo. Cual si se tratara de un lúcido personaje de una sociedad decadente, Constancia percibió que debía asumir un papel protagonista y tomar el destino en sus manos.

El despertar de España, co

mo se titula uno de los capítulos de sus memorias, precipitó para ella una serie de transformaciones radicales. Se divorció de su primer marido, un ocioso burgués malagueño, para casarse poco después con el comandante Ignacio Hidalgo de Cisneros, que más tarde sería general-jefe de la Aviación republicana tras haberse convertido en una de las primeras españolas que se benefició de la Ley del Divorcio, aprobada en 1932. Después de un paréntesis diplomático, cuando Hidalgo de Cisneros fue destinado a la Embajada española en Roma como agregado aeronáutico, el Constancia regresó con la pequeña Luli, hija de su primer matrimonio, y con Hidalgo de Cisneros a Madrid, donde les sorprendería la sublevación militar de julio de 1936.

A esas alturas de su vida, cuando acaba de cumplir 30 años, Constancia de la Mora ya se ha emancipado también laboralmente al trabajar en la tienda de unas amigas. Pero su empeño por defender a los más necesitados la llevó hasta la organización de un hospicio para niños abandonados en la capital, asediada por las tropas franquistas. Culta y políglota, su contribución a la causa republicana resultó mucho más útil en la oficina para la prensa extranjera del Gobierno republicano, donde prestará sus servicios hasta el final de la contienda en un intento desesperado por convencer a la opinión pública internacional del apoyo que los regímenes fascistas de Alemania y de Italia otorgaban al general Franco y de la injusticia que cometían las democracias occidentales con la política de no intervención.

Vida novelesca donde las ha

ya, las memorias de Constancia de la Mora fueron escritas en Nueva York en julio de 1939, apenas cuatro meses después de terminada la guerra, y eran prácticamente desconocidas para los lectores españoles. Con un estilo muy ágil y descriptivo, narrado casi con el tono de un reportaje periodístico, Doble esplendor demuestra una vez más que la realidad -sobre todo en situaciones límite- supera a la ficción más desbordante. Pero Constancia de la Mora mantiene un honesto equilibrio entre sentimientos y opiniones políticas, entre su corazón y su cabeza, salvo en el tramo final de sus memorias cuando su militancia comunista desliza la narración hacia un cierto sectarismo.

De cualquier modo, el testimonio impagable de aquella mujer valiente trasciende la anécdota de su trayectoria personal para alcanzar la categoría de un símbolo de tantas y tantas españolas anónimas que conquistaron su libertad durante la década de los años treinta y que, tras la victoria franquista, pagaron con la cárcel, el exilio o la vida. Encuadrada en una generación de pioneras, junto con figuras como Dolores Ibárruri, Federica Montseny, Victoria Kent, Clara Campoamor o Margarita Nelken, la vida de Constancia de la Mora ofrece las claves del periodo más fructífero y, a la vez, más amargo del siglo XX para las españolas. Una etapa que no ha sido rescatada todavía del olvido.

Constancia de la Mora (1906-1950), en una foto de 1924.
Constancia de la Mora (1906-1950), en una foto de 1924.

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