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VISTO / OÍDO
Columna
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La nueva mentira

Siempre se ha mentido en todo ese conjunto de sucesos, relatos, condenas, guerras, riqueza y pobreza que llamamos política. Esa realidad se ha impuesto a lo que escriben y dicen los politólogos, los filósofos y los loros de otros plumajes: Aristóteles enseñó política a Alejandro Magno. Lo que molesta hoy a los otros magnos es que tuviera un amigo, un menor guapo y listo; Bush ha prohibido algunas escenas de la película Alexander porque se veía la homosexualidad del héroe, y él no lo es. Él es, simplemente, un mentiroso; y eso ya forma parte de la nueva moral. Las mentiras acostumbradas en el temible arte de gobernar los pueblos se ocultaban, se disfrazaban de verdades, y se cortaba la lengua al que decía que el César no era un dios. O el único Dios. Los que hemos vivido a Franco sabemos que se produjo un concierto de otra forma: todos mentíamos con él, y él, sus censores, sus hombrecillos fieles, sus pelotones de ejecución, y nosotros sabíamos que se estaba produciendo una escenificación, que lo único que había era la cárcel y la bala. Una alternativa frecuente en la historia: mucho más que la suposición de democracia. El que podía, el que tenía menos miedo, se metía en la clandestinidad. Algunos con la tranquilidad de saber que, si no ganaban, podrían convertirse. Lo hacen.

La nueva mentira consiste en manifestarse contra la evidencia, y hacerlo mientras la realidad es visible y no coincide. Seguir haciéndolo mientras la evidencia aumenta de tamaño. Y lo milagroso es conseguir la adhesión de quienes han sido testigos de la verdad. Estoy hablando de pequeñas mentiras y realidades, no de la teología, la mayor mentira del mundo que ha conseguido siempre las mayores adhesiones; porque distribuyó otro miedo, además del de la espada. No era casualidad que Franco firmase sentencias de muerte y minutos después entrase bajo palio en una catedral: eras una unidad de destinos que tenían ellos. La nueva mentira lleva años propagándose al mismo tiempo que las realidades contradictorias. Bush es ahora un ejemplo risible: pero le votan. Comulgan con él. Aznar: a algunos les da risa, a mí no. Todos hemos vivido los momentos de hace nada más que unos meses, todos hemos sabido lo que pasaba, pero él y los suyos siguen creyéndola y propagándola. Y la nueva psiquiatría ya no usa camisas de fuerza.

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