Dresde, la ciudad que volvió a nacer
Un paisaje urbano obsesivamente reconstruido y símbolo de la crueldad bélica
Dresde ha sido la ciudad más castigada por un bombardeo después de Hiroshima. En una noche, aviones británicos arrojan sobre el centro 7.000 toneladas de bombas, destruyendo una de las ciudades de mayor patrimonio cultural de Alemania. Las casas, edificadas con madera, arden enseguida. Las primeras víctimas desaparecen en el humo a causa de las altas temperaturas que provocan las bombas incendiarias. La gente se refugia en los sótanos o se dispersa por las orillas del Elba, intentando escapar en barco, mientras de las tres estaciones los trenes huyen a toda máquina hacia el campo. Todavía hay discusión sobre el número de muertos; la cifra más baja es de 30.000. Dresde no era un objetivo estratégico. Los aliados pretendían desmoralizar a la población, pero al día siguiente los obreros seguían acudiendo a las fábricas, los empleados iban a las oficinas que seguían en pie. Y desde el este, el Ejército Rojo avanzaba inexorable. En pocos meses, la capital de Sajonia, llamada "la Florencia del norte", quedaría a merced de la decadencia en la parte oriental de Alemania.
El final de la guerra fue terrible para Dresde. Las cicatrices duraron muchos años, y hoy, quien llega aquí debe saber que pisa una ciudad reconstruida casi por completo. No es raro atravesar una plaza de edificios anodinos y de repente encontrarse con una bella fachada en ruinas del color del óxido. Por un momento parece que no haya pasado el tiempo. Pero sí, ha pasado, pero lentamente, como en el resto de la antigua RDA.
Un ritmo apacible y burgués
A pesar de los turistas, discretos si comparamos esta ciudad con la verdadera Florencia, Dresde no ha perdido su ritmo apacible de otra época, ritmo sumamente burgués que se percibe nada más acercarse al río Elba y recorrer el puente de Augusto, lo que a mí me hace recordar la atmósfera de Praga, ciudad bastante cercana. Su centro monumental es muy compacto, y por eso fue fácil destruir los edificios más importantes de Dresde en una sola noche. La mole del palacio renacentista se eleva junto a la catedral, construida a mediados del siglo XVIII cuando la dinastía sajona se convirtió al catolicismo. Más allá se encuentra la Ópera, de elegante fachada en semicírculo, donde Wagner estrenó Tannhäuser y Carl Maria von Weber dirigió tantas veces la orquesta. Se llega entonces al conjunto arquitectónico más interesante de la ciudad, el Zwinger. En él se puede pasar muy bien un día entero, si uno desea ver lo esencial de la Gemäldegalerie, un museo de pintura que contiene cuadros como la Madonna Sixtina, de Rafael, y el autorretrato de Rembrandt con Saskia, sin olvidar célebres obras de Vermeer, Tiziano y Canaletto, pintor que residió varios años en Dresde.
La riqueza artística de la ciudad es extraordinaria. Recibió el impulso estético de Federico Augusto II de Sajonia y luego se convirtió en el centro del romanticismo alemán en torno a la figura de Caspar David Friedrich. El círculo de Dresde tuvo mucha influencia y aglutinó a mecenas, talleres y artistas de la más variada procedencia. Entre los pintores se despertó la ambición de plasmar un tipo de paisaje que fuera genuinamente alemán, diferente al de otras culturas. Hacia 1800, Dresde tenía una vitalidad incomparable, era una joya aislada en los confines orientales de Alemania. Sin embargo, el fracaso de la revolución de 1849 dio al traste con la vanguardia y la ciudad entró en un aburguesamiento de lujo que culminaría en la Restauración y el estilo Beidermeier. Lo interesante es que ahora se nota esta evolución en el trazado urbano de anchas calles y generosas avenidas con edificios sorprendentes rescatados de los escombros, una rareza entre las por lo común cerradas urbes alemanas. Pensemos en Colonia, por ejemplo, una ciudad también bañada por un río, el Rin.
El Zwinger es una maravilla y el visitante no se cansará de deambular por la gran explanada central, observando las diferentes perspectivas de las galerías y pabellones, singular creación de la orfebrería barroca de Baltasar Permoser. La mejor vista puede que sea desde la puerta de la Corona, pero también desde el pabellón de la Muralla y la terraza, junto al sensual escenario escultórico del Baño de las ninfas, puede uno imaginar el Zwinger cuando allí se celebraban paradas militares, fiestas o torneos.
La cúpula desplomada
La mole clara de la Frauenkirche, que parece una montaña de cartón piedra, señala la controversia sobre los límites de la obsesión reconstructora de Dresde. Sus ruinas y el enorme cráter que dejó la cúpula al desplomarse eran una denuncia muda de la absurda crueldad de la guerra. Pero la reunificación trajo el proyecto de erigir de nuevo la iglesia, obra que muchos desaprueban y que dura ya 10 años.
Dresde es una ciudad vuelta a nacer, y eso se ve bien en el barrio del Altmarkt y la Kreuzkirche. Austeros edificios de factura soviética rodean preciosas construcciones antiguas, creando un ambiente extraño que por la noche parece un decorado. Es en la Prager Strasse, una amplia calle peatonal que desemboca en la estación central, donde mejor puede percibirse el contraste. Muy transitada durante el día, aquí se mezclan comercios y grandes almacenes con bares y restaurantes. En los últimos años se han levantado edificios modernos que rompen la monotonía gris de algunas zonas, como el cine UFA Pallast, que con su estructura de cristal y hormigón crea una dinámica nueva en el tejido urbano.
Otra cara de Dresde se aprecia en la ciudad nueva o Neustadt, en la orilla derecha del Elba. Se trata de un barrio residencial de casas poco elevadas y de variados estilos, desde el barroco al neoclásico pasando por el llamado Gründerzeit, que predominó en el tiempo de Bismarck. Resulta muy agradable dedicar un mediodía a vagar por sus calles tranquilas y luminosas, y reposar en algún parque haciendo compañía a los bebedores profesionales que alinean las botellas cerca de las papeleras como si fueran soldados de plomo. En torno a la Königstrasse menudean las galerías de arte, las tiendas de antigüedades y las librerías. Hay pequeños hoteles y tascas animadas, quizá sea la mejor zona para vivir en Dresde, exceptuando la orilla del río.
Singladura río arriba
Y es que, sin dejar de lado su esplendor artístico y su calma burguesa, para mí la mayor atracción de Dresde es el Elba, que siempre estuvo ahí. Nadie debería visitar la ciudad sin hacer una pequeña singladura río arriba, hacia la Suiza Sajona, o río abajo, hacia Meissen. Unos barcos de época, de vapor y ruedas de palas, hacen la travesía. Yo recomiendo uno que remonta el Elba, discurre frente a las riberas donde se asientan los palacios, en especial el de Pillnitz y su escalinata de Pöppelmann que desciende hasta el agua, y llega hasta la alta fortaleza de Königstein y las rocas inverosímiles de Bastei. Se suceden viñas, bellas mansiones acogedoras, y la corriente se torna el mirador perfecto desde el que contemplar un paisaje musical, agreste o plácido, según las vueltas del río, ese paisaje cautivador surgido casi de una idea explosiva, a medio camino entre la naturaleza y la mística, en el que Caspar David y sus amigos buscaban la esencia del espíritu alemán.
José Luis de Juan acaba de publicar el libro Campos de Flandes (Alba).
GUÍA PRÁCTICA
Datos básicos
Prefijo telefónico: 00 49 351. Población: Dresde tiene cerca de 500.000 habitantes.
Cómo ir
- Dresde se encuentra a 193 kilómetros al sur de Berlín. En tren, el trayecto lleva apenas dos horas y cuesta 30 euros por recorrido
(información de trenes alemanes,
DB: www.bahn.de).
- Lufthansa (902 220 101; www.lufthansa.com) vuela al aeropuerto de Dresde (con una escala en otro aeropuerto alemán); ida y vuelta desde Madrid, a partir de 367,13 euros, con tasas y gastos de emisión incluidos, comprando el billete al menos con 14 días de antelación.
- Ofertas para volar hasta Berlín se pueden encontrar, por ejemplo, con: Iberia (902 400 500; www.iberia.com), que ofrece en su web tarifas a partir de 49 euros más tasas, saliendo de Madrid y comprando con 28 días de antelación; con Air Berlin (901 11 64 02; www.airberlin.com), a partir de 21 euros el trayecto; o con Easyjet (www.easyjet.com; 902 29 99 92), en diciembre, desde Madrid, a partir de 19,49 euros el trayecto.
Oficina de turismo de Dresde (49 19 21 00; www.dresden.de). En la web se puede consultar y reservar alojamiento (hoteles, hostales...).
Información de castillos y parques: www.schloesser-dresden.de. Por ejemplo: visita el recinto del Zwinger (491 46 78; de 6.00 a 22.00 horas).
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