La última mentira del gran embaucador
Frédéric Bourdin, de 31 años, ha dedicado media vida a suplantar a menores desaparecidos
El gran embaucador se ha metido en una nueva piel. El disfraz con el que ha reaparecido en Girona es el de un asustadizo menor argentino de 15 años residente en Madrid que huye de un padre sádico. La historia es falsa, como siempre, pero contiene los calculados retazos de verdad para hacerla verosímil.
El camaleón Frédéric Bourdin, de 31 años, llegó a la cima de sus hazañas cuando en 1997 consiguió suplantar a Nicholas Barclay, un adolescente norteamericano desaparecido tres años antes. Incluso convivió con la familia del menor durante tres meses, hasta ser desenmascarado por la madre. Esa suplantación, que le costó seis años de cárcel en la penitenciaría de Wilson County, en Tejas, es sólo una más en un interminable historial que se remonta a los 16 años, cuando salió de un correccional de la zona de Nantes y empezó su increíble carrera de embaucador trotamundos. Ahora, con diversas condenas por suplantación y resistencia a la autoridad, Bourdin parece prisionero de un inclasificable síndrome de Peter Pan que no le permite cambiar de vida.
Frédéric ha suplantado la identidad de dos chicos desaparecidos, uno francés y otro americano
Cuando le descubrieron los 'mossos' dijo que era un menor argentino que huía de su padre sádico
A pesar de que su apariencia adulta y sus tatuajes carcelarios le desmienten, continúa recurriendo a las cremas depilatorias, a la astucia aprendida en calles y presidios, y a su inagotable capacidad de convicción para transformarse una y otra vez en un adolescente angustiado en busca de afecto. Su última mentira, urdida en Girona, ha tardado poco más de un mes en desmoronarse.
Una patrulla de los Mossos d'Esquadra se topó, a finales de julio, con un supuesto menor que caminaba por el arcén de la carretera N-II en dirección a Francia. El muchacho, asustadizo, desaliñado y sin documentación alguna, aseguró que se llamaba Rubén Sánchez Espinosa, que tenía 15 años y había escapado de un domicilio paterno de Madrid en el que era golpeado y violado sin compasión. La policía creyó su historia y le llevó a un centro de acogida de menores. Bourdin reaccionaba cubriéndose el cuerpo y la cara ante cualquier gesto enérgico dirigido hacia él. El papel de víctima, de adolescente maltratado, es su especialidad. También como siempre, se negó a dejarse tomar las huellas y fue necesario sujetarle para hacerle una fotografía borrosa. Con los días, Bourdin fue deslizando detalles que configuraban su nueva identidad falsa. Sus fabulaciones acostumbran a ser terribles, y mezclan episodios de amnesia con raptos y vejaciones sexuales. En Girona explicó que la muerte de su madre, víctima de los atentados del 11-M en Madrid, acabó por trastornar a su padre alcohólico, que empezó a violarle y a infligirle toda suerte de torturas: cuchilladas, quemaduras con cigarrillos y ácidos. El cuerpo de Bourdin, repleto de cicatrices y quemaduras, otorgaba plena verosimilitud a sus historias. También atribuyó a los delirios alcohólicos de su padre sus abundantes tatuajes, entre los que destacaban claramente los nombres de Osama Bin Laden y Orgullo Latino Hispano. El falso Rubén explicó que su progenitor, agregado militar en varias embajadas, le había internado en colegios privados de medio mundo, de ahí su capacidad para hablar cinco lenguas. La acumulación de datos inverosímiles y sorprendentes, junto a la creciente sospecha de una edad superior, llevó a educadores y policías a desenmascarar, una vez más, a Bourdin. Fuentes policiales han confirmado a este periódico que el joven que intentó suplantar la identidad de Rubén Sánchez, un desaparecido real de Argentina, no es otro que Frédéric Bourdin. Los mossos le interrogaron al descubrir el fraude y, tras comprobar que ningún juzgado le reclama, decidieron dejarlo de nuevo en libertad. Y por ahí sigue.
Bourdin nació en el seno de una familia humilde de Nanterre (Francia). Su madre, embarazada a los 18 años por un hombre casado, lo dejó al cuidado de sus abuelos. Tras una infancia difícil y el paso por un correccional, se decidió a recorrer mundo. Ha vivido casi siempre como un vagabundo, alojándose en centros de menores o de beneficencia. Las policías de media Europa tienen su nombre, o alguno de sus más de 20 alias, en los archivos. Irlanda, Suiza, Bélgica, Gran Bretaña, Suiza y España han sido escenario de sus correrías. Su más famosa suplantación se inició precisamente en España, en septiembre de 1997. Desde Linares, llamó a la Embajada norteamericana y aseguró ser Nicholas Barclay, un menor de 14 años que desapareció en San Antonio (Tejas) tras disputar un partido de baloncesto con unos amigos. Bourdin, como siempre, obtuvo todos los datos de las páginas de desaparecidos de Internet y se los aprendió de memoria. Después, llenó los tres años de ausencia con una truculenta historia en la que fue forzado a ejercer como esclavo sexual.
La policía llamó al domicilio de los Barclay asegurándoles que su hijo había reaparecido en España. Las ansias por recuperar al niño perdido favorecieron que su madre, a pesar de relevantes diferencias físicas, le reconociera como hijo propio durante tres meses. Algunos detalles acabaron por hacerla sospechar y una prueba de ADN le desenmascaró. Los seis años de cárcel que pagó por esta suplantación no frenaron su empeño. En febrero, tras salir de la cárcel estadounidense, intentó hacerse pasar por Léo Balley, un niño desaparecido en Francia durante el verano de 1996 en las proximidades de un lago. En este caso fueron los propios gendarmes franceses quienes, tras varios días de dudas y vacilaciones, acabaron por descubrir la mentira. Bourdin todavía no ha sido juzgado por las acusaciones derivadas de esa suplantación, por la que podría ser condenado a una pena entre seis meses y tres años. La amenaza de la cárcel no le amedrenta. Con 31 años, Bourdin ha pretendido una vez más asumir en Girona el papel de un adolescente de 15 años. El infatigable camaleón, entusiasta admirador e imitador de Michael Jackson, parece también empeñado en una batalla imposible contra el tiempo.
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