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CÁMARA OCULTA | 52º FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN
Columna
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¡Que vienen los jurados!

Mañana, en San Sebastián, los jurados harán felices a unos pocos y defraudarán a la mayoría. No tiene remedio. En la sección oficial compiten 16 películas, por lo que entre productores, directores, intérpretes, guionistas y fotógrafos aspiran a premio casi 100 cineastas, de los que sólo 7 verán satisfechos sus anhelos. Otro tanto ocurrirá con el jurado de Nuevos Directores, a cuyo premio único a la mejor película (y una mención al guión) aspiran otros 19 títulos. ¿Cómo pueden compararse en igualdad de condiciones películas tan dispares como la china y la argentina, una danesa con una marroquí, la colombiana con la francesa o la norteamericana con la serbia, realizada cada una de ellas con medios bien distintos, incluso a veces irreconciliables? Pero por disparatado que pueda parecer que se midan por el mismo rasero las películas, como si fueran caballos en un derby, parece claro que los festivales no competitivos despiertan mucho menos interés. Nos va el morbillo.

De ahí que no sea raro que a veces la prensa reciba con abucheos las decisiones de los jurados: curiosa discrepancia, cuando cineastas y críticos comparten su interés porque se haga buen cine. En el Festival de San Sebastián, cuando el jurado oficial fue presidido, más o menos oficialmente, por talentos tan reconocidos como Mike Figgis, Jeremy Thomas, Bertrand Tavernier o Claude Chabrol, el desacuerdo de los críticos se materializó en sonoros pateos. "¡Id más al cine!", les gritó en cierta ocasión un comentarista madrileño. Naturalmente, no siempre ha ocurrido así: el jurado de Zhang Yimou premiando a Chabrol, el de Stephen Frears a Arturo Ripstein o el de Wim Wenders a Fernando León de Aranoa recibieron sendas ovaciones... Ya se rumorea en los corrillos del festival que otra vez habrá desatinos, como si éstos fueran inevitables. Incluso hay quien ya prepara el consabido chiste sobre el fallo del jurado.

El caso es que conocidos de cerca, los jurados de los festivales internacionales -12 personas en Cannes; 9 en Berlín; 7 en San Sebastián- suelen tomárselo muy a pecho. A veces, demasiado. En cierta ocasión, se puso en solfa la calidad de una película china porque en la secuencia en que 500 soldados se arrodillaban a la vez ante el emperador, uno de ellos, un simple extra, había permanecido en pie. ¡Pobre película china! Se volvió a casa de vacío. Y era excelente. Otras veces, los jurados se vuelven paternalistas optando por apoyar una película de pocos medios frente a las producciones grandes, o se politizan apoyando causas sociales antes que méritos cinematográficos. A fin de cuentas, lo mismo que hacen los críticos, tan subjetivos como todos. Basta comparar las malas críticas españolas a Tarfaya, la marroquí, que Le Monde considera por su cuenta como una de las mejores del festival... Curiosidades.

En todo este mare mágnum, lo que se puede apreciar con relajo son las películas que no compiten, como los documentales Perseguidos, vigorosa producción de Querejeta; Salvador Allende, de Patricio Guzmán; o Rejas en la memoria, de Manuel Palacios, que por primera vez habla en el cine de los campos de concentración franquistas. A tener en cuenta.

Y que las musas inspiren a los jurados, que mañana harán infelices por ley a un centenar de bienintencionados cineastas. Este mundo es competitivo.

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