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Reportaje:

Sestao, entre el orgullo y la vergüenza

La agonía de La Naval es vivida con pasión y rabia por un pueblo que ve decaer toda su riqueza

La frontera del orgullo es ahora la frontera de la vergüenza. Hubo un tiempo no tan lejano en que Sestao tenía 44.000 vecinos, y la calle de Chavarri representaba El Dorado para muchos trabajadores vascos y también gallegos, castellanos, extremeños o andaluces. Era la calle que separaba la zona industrial, un inmenso rectángulo de un millón de metros cuadrados, del centro del pueblo. Allí florecían todo tipo de comercios. Había dinero y ganas de gastarlo. Ahora, al cabo de 20 años, el censo ha bajado hasta los 30.000 vecinos, y la calle Chavarri se ha convertido en una metáfora de la decadencia. Junto al esqueleto de las viejas fábricas malviven unas 500 familias. La merca ambulante, la mendicidad o la venta de droga son ahora los negocios emergentes. De ahí que la agonía de La Naval sea para Sestao mucho más que un conflicto laboral. Si el astillero cae -o resulta herido de muerte-, sucumbirá también un estilo de vida, una cultura del trabajo. Lo peor de todo es que quienes conocen bien el astillero -¿y quién en Sestao no conoce bien La Naval?- no se refieren a él como a algo desfasado o agónico, sino más bien todo lo contrario.

"Nosotros hacemos barcos de alta costura y los japoneses, de 'prêt-à-porter"
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Lo explica Nati Cuevas tras una hora de conversación, sentada en la última mesa del bar Edurmendi, consumiendo un cigarro tras otro, hablando con pasión de sus compañeros y de los barcos que construyen, o construían, en las gradas de La Naval: "Yo llevo 33 años en el astillero y siempre he visto que la voluntad del currela es muchas veces mayor que la del presidente del grupo. Es hacer las cosas porque yo quiero que salgan, y yo voy, y yo pruebo, y yo traigo, y yo invento; ¿que no ha venido?..., no te preocupes que yo lo busco por donde sea,... Si nosotros trabajásemos como trabajan los japoneses, con tan buena organización, con todo a pie de obra, nos saldrían los barcos como churros. Aunque también hay que decirlo: a nosotros nos diferencia con respecto a ellos una cosa. Ellos hacen barcos totalmente estándar. ¿Quiere usted un barco del modelo A? Usted se lo lleva o no se lo lleva, usted lo compra o no lo compra,... Nosotros no trabajamos así. Nosotros hacemos trajes a medida. Hasta tal punto que hasta ahora nunca hemos hecho dos barcos iguales, aunque sean de serie, aunque nos lo hayan encargado de una vez: hágame usted dos gaseros o cuatro dragas. Nosotros somos alta costura; ellos, prêt-à-porter".

Ni a Nati, ni al alcalde, el peneuvista Alberto Lozano, que entró con 16 años en la escuela de aprendices y se prejubiló en 1998, ni a la portavoz del PSE, Alexia Castelo, cuyo padre también trabajó allí, ni prácticamente a nadie de Sestao le cabe en la cabeza que toda ese afán de superación se torne ahora en una cuestión baldía.

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El despacho del alcalde lo preside una gran fotografía aérea de mediados del siglo pasado. A cada tanto, Alberto Lozano se levanta y señala: "Aquí es donde estaba Altos Hornos, con 7.000 u 8.000 trabajadores y medio millón de metros cuadrados de terreno. Ahora está la ACB, con sólo 400 operarios. Todo lo que había aquí se fue yendo al garete. Por eso los sindicatos no quieren ni oír hablar de privatización ni de pérdida de capacidad. Primero, porque el astillero es viable. Es el más preparado de Europa desde el punto de vista tecnológico. Y segundo, porque por cada puesto fijo que hay en La Naval, hay tres o cuatro más que trabajan para el barco. Esto supone que en las crestas de producción hay 5.000 o 6.000 personas trabajando en las industrias auxiliares. Si La Naval se va a pique, ¿qué pasará con esas industrias que no tienen jubilaciones doradas?...".

El alcalde se sienta y entonces su conversación retrocede en el tiempo. Pasa siempre que en Sestao se pregunta por La Naval. La conversación va y viene del pasado al presente. "Tenga usted en cuenta", confía el alcalde, "que si yo hablo de La Naval estoy también hablando de mi padre, que entró a trabajar en el astillero después de la Guerra Civil, como preso, condenado a trabajos forzados. Aquí, tradicionalmente, el trabajo se transmitía de padres a hijos. Los hijos de los productores entraban con 14 o 16 años en las escuelas de aprendices de La Naval, de Altos Hornos, de la General, que aquí llamábamos La Gene...". Alberto Lozano dice entonces una frase que contiene todo el pasado dentro: "Entrábamos en una empresa o en otra porque tus padres te enfocaban por ahí".

Ahora, en cambio, el futuro aparece desenfocado. Desde hace dos años, las gradas del astillero permanecen vacías. "Y siempre que las gradas, que es donde se construye el barco, han estado vacías ha sido preludio de reconversión, de malos tiempos". Ahora llevan vacías dos años. Y los trabajadores han desarrollado una habilidad terrible para abrir los periódicos por las páginas de economía, y para hacer cábalas. "Somos una plantilla madura", explica Nati Cuevas, "de edad alta, pero no mayor. Hay que tener en cuenta que no hace mucho nos pegaron el hachazo con otra reconversión. Ahora los mayores tienen 57 años. De tal forma que si aplican una jubilación de todos los que estén entre los 52 y los 57 años, quedarían unos 500 de los 1.200 que estamos. Así que en eso estamos. Unos pensando en la jubilación y otros en lo mal que lo debe pasar alguien con 40 años y en el paro. Porque, además, todos estamos muy hechos a La Naval. ¿Sabríamos trabajar en otra cosa?"

Sobrevive en Sestao una especie de esperanza, de mayor o menor calibre según el que la exprese. Hay quien piensa que las instituciones no permitirán el cierre: "Se inventarán un comprador, aunque sea de cartón piedra, alguien que malviva al frente de la empresa cuatro o cinco años y que luego la cierre. Pero para entonces ya se tratará del cierre de una empresa privada, sin tanto escándalo". Otros, como el propio alcalde, confían más en una carambola de la política.

Como todo el mundo en Sestao, el alcalde achaca al PP la culpa de la situación: "El PP, en sus ocho años, ha hecho muy mal los deberes. Se vanagloria de no haber perdido ni un puesto de trabajo, pero estaba minando el campo por abajo. Haciendo actuaciones en Bruselas que sabían que eran ilegales y que un día podían explotar. Pensaban que iban a ganar las elecciones y que ya lo arreglarían. Una huida hacia delante. Pero ha ocurrido lo que ha ocurrido: que las minas que estaban debajo ya están empezando a explotar... Y ahora, por desgracia, le toca al PSOE, como ya le tocó en los años ochenta. Y yo me pregunto: ¿el Partido Socialista de Euskadi puede aguantar este muerto encima ahora, después de haber cerrado en el año 1987 Euskalduna? Aquello le tocó. Y ahora también la Naval. ¿Podrá el PSE aguantar ese tirón?...".

Concejal socialista en pie de guerra

Sabido es que la vida de los concejales socialistas no es precisamente fácil en Euskadi. Mientras el alcalde de Sestao, del PNV, va y viene por su pueblo como Dios manda -esto es, a cuerpo gentil, solo o en compañía de quien le plazca-, la portavoz del PSE, Alexia Castelo, lo tiene que hacer siempre con una sombra de más. Y ahora, por si fuera poco, a sus preocupaciones se añade la de ser el rostro visible de un partido en cuyas manos está el futuro de La Naval. Alexia Castelo dice tenerlo claro: "La continuidad de La Naval es vital para Sestao. Es nuestra última gran empresa emblemática. Y así se lo hemos dicho a nuestro partido en Madrid. También le hemos dicho que nos situaremos junto a nuestro pueblo y enfrente de ellos si no apuestan por la viabilidad del astillero. Así de tajante: si es necesario, pelearemos en contra de nuestro propio partido".

Alexia coincide con todos los entrevistados en que la experiencia no es reconfortante precisamente: "Lo que está pasando con la Babcock es terrible y no se puede repetir. Ya le hemos dicho al PSOE en Madrid que si opta por una sociedad mixta, sólo la aceptaremos si es bajo control público". La concejal socialista teme que, "como todo en Euskadi", la crisis de La Naval también se utilice como munición para la guerra política. Por otro lado, Alexia Castelo no es una excepción. Su padre también trabajó en el astillero hasta su prejubilación, y es aquí donde las dos historias se cruzan.

Resulta que hoy viene José Luis Rodríguez Zapatero a Euskadi. El acto que se celebrará en el Palacio Euskalduna de Bilbao tiene como objetivo proclamar a Patxi López candidato a lehendakari. Pero también tendrá otros significados. Será la primera vez que Rodríguez Zapatero visite el País Vasco desde su victoria electoral del pasado 14 de marzo. Y también será la primera vez que el presidente tenga que oír gritos en su contra.

Los trabajadores de La Naval tienen previsto recibir al presidente en las puertas del Euskalduna para pedirle una solución, para gritarle, como en la noche electoral, "no nos falles". Llegarán desde la Margen Izquierda, desde el mismo territorio donde se exportó socialismo en los años más difíciles.

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