Diada solemne
"Esta ha sido una Diada en positivo, en la que este país ha demostrado que, además de tener cosas por las que quejarse o reivindicar, cuenta con una historia", aseguró ayer el presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall. El Gobierno tripartito catalán decidió este año celebrar un acto institucional con participación ciudadana, el primera de estas características desde la restauración de la Generalitat. Unas 15.000 personas acudieron al parque de la Ciutadella. Y los partidos, desde el PP hasta Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) respaldaron la inicitiva. En años anteriores, las celebraciones se limitaban a una recepción en el Parlament, además de la ofrenda floral al monumento a Rafael Casanova, el que fuera conseller en cap de Barcelona. Ambos actos se mantuvieron este año.
Los 'mossos d'esquadra' en uniforme de gala izaron la 'senyera', en un acto en el que Joan Manuel Serrat interpretó una canción en catalán y en castellano
Pitos y gritos de 'botiflers' a todos los partidos y al Gobierno tripartito en la ofrenda floral a Rafael Casanova, a la que no asistió el Partido Popular
Pasqual Maragall presidió la nueva celebración institucional del Onze de Setembre, que congregó a unas 15.000 personas en el parque de la Ciutadella
"Maragall ha conseguido dar forma al acto con el que su antecesor, Jordi Pujol, siempre había soñado", aseguraban ayer dirigentes socialistas al final del acto institucional celebrado en el parque de la Ciutadella de Barcelona. Pujol no faltó en primera fila del acto, en lugar preeminente y a la derecha del presidente del grupo de CiU en el Parlamento catalán, Artur Mas. Pero al término de la celebración oficial, la dirección de CiU desapareció. Su paso por la recepción de la Cámara legislativa catalana fue fugaz. El líder de Unió, Josep Antoni Duran, apenas pisó la sede parlamentaria.
Reivindicación o fiesta
Maragall estaba exultante. La celebración de la Diada institucional había tenido ese toque ecuménico capaz de integrar bajo un sol de justicia a republicanos y populares, como expresó el presidente del PP, Josep Piqué.
La iniciativa institucional arrebató el protagonismo de la jornada a los grupos radicales que año tras año abuchean, silban o amenazan a aquellos políticos o formaciones que consideran de escasa trayectoria catalanista, cuando proceden a la ofrenda floral junto a la estatua a Rafael Casanova. Los nacionalistas -CiU y Esquerra- siguen considerando la ofrenda como el eje central de la jornada, tal como manifestaron ayer desde Artur Mas hasta el presidente del Parlamento catalán, el republicano Ernest Benach. A pesar de esas dudas de convergentes e independentistas entre reivindicación y fiesta, todas las formaciones juzgaron un éxito la iniciativa.
La celebración oficial de la Diada -de media hora de duración- contó con las actuaciones de los cantantes Rafael Subirachs, Lluís Llach, Joan Manuel Serrat y Bárbara Hendricks, así como de varias corales. No hubo ningún discurso, pero el formato del acto permitió satisfacer a todo el mundo. Hubo guiños a la tradición en las canciones interpretadas por las corales, como El Rossinyol y el Cant de la senyera, de cuya letra es autor el abuelo del actual presidente de la Generalitat y que se interpretaba en sustitución del vetado himno de Els segadors durante la dictadura del general Primo de Rivera. Tampoco faltó el mestizaje en el castellano empleado por Joan Manuel Serrat -abucheado inicialmente por un sector del público- o en ese Venim del nord, venim del sud de Llach. Como invitada extranjera, la soprano Barbara Hendricks interpretó El cant dels ocells.
Els segadors, el himno catalán, inició y acabó el acto, en sus dos versiones: la actual y el poema Catalunya, comtat gran, que cantó Rafael Subirachs. Ambas piezas recibieron los aplausos del público congregado, desde donde fueron coreados en diversas ocasiones gritos en favor de la independencia. El calor no restaba entusiasmo a esa jornada de fervor catalanista en el que cerca de 900 de los 946 municipios de la comunidad colocaron únicamente la bandera catalana. De las cuatro capitales de provincia, sólo del balcón del Ayuntamiento de Barcelona -gobernado por el tripartito del Partit dels Socialistes (PSC), Esquerra e Iniciativa (ICV)- pendía la bandera española en compañía de la senyera.
Ese fervor catalanista contagió a los asistentes al acto de la Ciutadella, que competían a la hora de mostrar su conocimiento de las letras de las canciones. Los políticos también. Maragall, el líder republicano Josep Lluís Carod Rovira, Artur Mas y el conseller en cap, Josep Bargalló, acompañaron en varias ocasiones a los intérpretes. Jordi Pujol se mantenía en silencio. Más participativos estaban el presidente del Parlamento Europeo, Josep Borrell; el ministro de Industria, José Montilla; el alcalde de Barcelona, Joan Clos, y el delegado del Gobierno en Cataluña, Joan Rangel. La escenografía tuvo dos momentos de clímax, la llegada de 36 mossos d'esquadra en uniforme de gala y el acto de izar la bandera catalana en un enorme mástil. Mientras la senyera subía, los mandos militares presentes se mantenían firmes. "Nosotros no tenemos ejército y no lo queremos, pero tenemos unas masas corales que representan lo mejor del país", sentenció Maragall, que dedicó toda la tarde de ayer a honrar la memoria de otro 11 de septiembre: el que acabó en Chile con el Gobierno de Salvador Allende.
La lluvia que empezó a caer sobre Barcelona alrededor de las 22.00, acabó empañando la fiesta. Los conciertos de Obrim Pas, Orishas y Pirat's Sound System, organizados por la Comissió Onze de Setembre en el paseo de Lluís Companys, se anularon.
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