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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

No pasarán

Tras su éxito con La batalla del Ebro, Reverte ha escrito uno nuevo referente a otro de los enfrentamientos decisivos de la Guerra Civil y, como él mismo escribe, "amenaza" con un tercero. Pero en este segundo caso aparecen más evidentes las fragilidades del modelo utilizado en el primero. Debiera el autor haber meditado más su contenido para llegar a construir un volumen más sólido, destinado a perdurar, y no una obra más de divulgación, aun especialmente jugosa por el modo en que está escrita.

Piensa Reverte que la Historia es narración y tiene razón; a veces los historiadores lo olvidan. Pero la Historia es también información y crítica. No da la sensación de que lo haya tenido en cuenta de modo suficiente. Como en la anterior ocasión muestra Jorge Martínez Reverte una erudición bibliográfica extraordinaria y una muy eficaz utilización de los testimonios personales. Con ellos construye una serie de imágenes sucesivas de la batalla que siempre resulta de muy grata lectura. Pero falla la información de archivo.

LA BATALLA DE MADRID

Jorge M. Reverte

Crítica. Barcelona, 2004

462 páginas. 24 euros

Se pretende haber utilizado los decisivos archivos militares pero nos ofrece sólo una decena de citas -además de legajos correlativos- de un total de casi ochocientas. El resto del material de archivo es intrascendente excepto en un caso que luego se citará. Los partes de guerra de los dos bandos resultan innecesarios porque ambos mienten como bellacos, en especial los que perdieron. Falta también el criterio en la atención prestada a unas y otras fuentes. Incluso es discutible la determinación de la fecha de iniciación y de conclusión de la batalla en sí misma. Hay errores objetivos como el de considerar que la Lliga no aceptó el Estatut y ocasiones perdidas como la de narrar el choque de Millán Astray con Unamuno sin tener en cuenta el libro de Luciano Egido.

Reverte triunfa a la hora de ofrecer una imagen vívida de aquellos días a uno y otro lado de las trincheras de la batalla de Madrid. Pero se queda en eso. Su libro es una apostilla de lo que ya sabíamos: la forma literaria no puede ser excusa para una fragilidad de fondo que podría haber sido superada con el talento del autor.

Falta el análisis conclusivo

de por qué Franco no entró en Madrid en noviembre del año 1936. ¿Se había equivocado al desviarse hacia Toledo buscando una recompensa política más que militar? ¿Fue la llegada de las brigadas internacionales o la reacción popular espontánea la que explica la resistencia? ¿Había ya nacido un Ejército republicano propiamente dicho? ¿La llegada de la aviación rusa jugó un papel determinante? Todas éstas son cuestiones decisivas que hubieran debido ser abordadas en este libro.

De hecho lo son pero en el fluir narrativo no acaba de saberse la importancia decisiva de cada una de ellas. Para ofrecer una respuesta habría sido preciso un examen detallado de la documentación original como el que hasta ahora sólo han hecho historiadores franquistas (Salas y Martínez Bande). Reverte parece haber renunciado ya definitivamente a ello y con eso nos perdemos una ocasión magnífica para revisar un pasado cercano tal y como debe hacerse.

Pero el libro proporciona también una información preciosa acerca de un aspecto de la guerra no referido en términos estrictos a la batalla de Madrid. Me refiero a las sacas que tuvieron lugar en los establecimientos carcelarios madrileños y que concluyeron en ejecuciones sumarias en el entorno de la capital.

Un documento procedente de la CNT prueba de manera definitiva que no fue éste un caso de descontrol o derivado del desorden inevitable en una situación crítica. Fue todo lo contrario. Ante la posibilidad de una inminente llegada de Franco se dividió a los encarcelados en tres categorías. Los más peligrosos y desafectos debían ser eliminados en su totalidad. La decisión la tomaron los dirigentes de las Juventudes Socialistas (de los que dependía la Consejería de Orden Público) y los de la CNT. Se llevó a cabo a rajatabla. Pero siendo esto importante más decisivo es aún el hecho de que este suceso cuestiona dos características que se suelen atribuir a los crímenes en la retaguardia republicana: su espontaneidad y el haber sido realizados por incontrolados sin mandato oficial.

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