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Batalla política en Francia para controlar la privatización del 'gigante eléctrico' EdF

La trifulca política ha durado dos meses. El portavoz del Gobierno francés confirmó ayer que el gigante eléctrico EdF contará la semana próxima con un nuevo presidente, Pierre Gadonneix, acabando así con los chispazos surgidos del choque entre pesos pesados de la derecha por controlar la designación. La mayor empresa de Francia -y la más grande del sector eléctrico en Europa- está abocada a una privatización parcial, en paralelo con el desmantelamiento del monopolio de que ha disfrutado.

Gadonneix era hasta ahora el responsable de Gaz de France (GdF). Desde este grupo estaba preparando la privatización parcial de GdF y un plan de oferta mixta de electricidad y de gas. El savoir faire del nuevo patrón para la combinación de ambas fuentes de energía podrá aplicarse ahora a mayor escala. También habrá de decidir qué hace con la política de expansión internacional de su antecesor, que provocó medidas en Italia, por ejemplo, para impedir que el grupo francés llegara a dominar al italiano Edison. La expansión en China es ahora un objetivo capital para la estrategia internacional del grupo.

A despecho de la imagen de poderío que desprende, EdF sufre un endeudamiento de 24.000 millones de euros, claramente superior a la cifra de fondos propios. En los próximos años se verá obligado a detraer unos 10.000 millones de su cuenta de resultados para cubrir el fondo de pensiones de sus 170.000 empleados. Y todo ello en el momento en que cuenta con la autorización legal para salir a Bolsa (todavía es público al ciento por ciento).

Estos cambios internos se producen en pleno desmantelamiento del monopolio francés de la electricidad. Desde el 1 de julio, todo el sector de clientes profesionales está abierto a contratar esa energía con una empresa distinta de EdF, que en 2007 perderá también el monopolio sobre los clientes particulares.

La política no estaba dispuesta a que se le escapara de las manos un mastodonte económico cuya cifra de negocio se eleva a 44.900 millones de euros, según datos de 2003. Así se explica la tremenda batalla que se ha producido en el seno del Ejecutivo para influir en el nombramiento de la persona que va a encabezar el proceso de transición, aprovechando que caduca el mandato del hasta ahora presidente del gigante eléctrico, François Roussely, nombrado en época del Ejecutivo de izquierdas.

Llegado el momento de renovar el mandato de este presidente o de nombrar a otro, el primer ministro, Jean-Pierre Raffarin, impulsó una enmienda parlamentaria para anular la norma que impide presidir una empresa pública más allá de los 65 años de edad. El objetivo de la maniobra era permitir el nombramiento para EdF del ex ministro de Economía, Francis Mer, pero la operación se vino abajo cuando el Consejo Constitucional desaprobó la anulación de ese límite legal, argumentando que una ley sobre el servicio público de la electricidad no era adecuada para legislar sobre la edad de los capitanes de empresa.

El titular de Economía, Nicolas Sarkozy, enfrentado al primer ministro, aprovechó para sostener la renovación de Roussely al frente de EdF. Pero el jefe del Gobierno puso en juego lo que le resta de poder, hasta lograr que un candidato propuesto por él se haga con la presidencia del grupo eléctrico. De ahí ha surgido la designación de Gadonneix, reputado como un ejecutivo discreto, de 61 años, y partidario del liberalismo económico.

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