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Reportaje:

Los 'capos' recuperan sus mansiones

La fiscalía general mexicana debe devolver 341 inmuebles confiscados

Juan Jesús Aznárez

La Procuraduría General de la República no devolverá los revólveres de oro y rubíes incautados a varios jefes del narcotráfico mexicano, exhibidos en el Museo de los Enervantes de la capital federal. Pero sí retornará 341 inmuebles de los 2.012 decomisados en los últimos cuatro años. El diario Reforma preguntó a la fiscalía general por los casos perdidos en pleitos con abogados de los capos y ésa fue la respuesta: casas, pisos, chalés, mansiones y fincas rurales de sospechosa titularidad han sido recuperados por letrados de colmillo retorcido y clientes que saben dónde apretar.

Los narcotraficantes mexicanos obtienen unos beneficios netos anuales de 7.000 millones de dólares, que son empleados en la compra de propiedades inmobiliarias, negocios, armas, tequila y mujeres. Una partida importante corrompe a miembros de los cuerpos de seguridad del Estado y fluye hacia los juzgados. Los magistrados decentes aplican los códigos y se la juegan; los miedosos o sinvergüenzas, tuercen las leyes o las venden a tanto el kilo. "Sin la corrupción de funcionarios públicos no florece ninguno de los géneros de la delincuencia organizada", sostuvo el fiscal Santiago Vasconcelos.

Sólo 15 de los 260 aviones decomisados entre agosto de 1999 y noviembre de 2000 llegaron a su destino

La actuación de los abogados contratados por los reos fue brillante en San Luis Potosí: ganaron a la fiscalía general 60 de las 92 incautaciones. En Baja California fueron 48 de 143; en Sinaloa, 32 de 128, y en Sonora, 29 de las 230 propiedades confiscadas. Afortunadamente, ningún fallo judicial obligó a vaciar los estantes del Museo de los Enervantes de Ciudad de México, abierto en 1985 en las instalaciones del Museo de la Defensa. Sólo pueden visitarlo los cadetes de la Escuela Militar, delegados castrenses de otros países, estudiantes de Derecho y Psicología y periodistas.

El recinto expone los revólveres de Amado Carrillo Fuentes, El Señor de los Cielos, dado por muerto en 1997, y de Joaquín Guzmán Loera y Héctor El Güero Palma, jefes de los carteles de Sinaloa y Guadalajara. También hay armamento de grueso calibre: lanzagranadas y fusiles AK-47, conocidos como cuernos de chivo. Y escapularios y casetes de corridos, porque los sicarios mexicanos son gente devota y bailona. El museo quiere aportar a los cadetes, según el capitán Víctor Manuel Jiménez, "un cúmulo de experiencias para que cuando estén en misiones contra el narcotráfico sean más eficientes". Y el combate exige luchar contra la suciedad judicial y el negocio de los bienes incautados, que genera cientos de millones de dólares.

Propiedades arrebatadas al narcotráfico se agolpan en almacenes de los Estados castigados por la lacra o desaparecen por misteriosos vericuetos. La detención de un capo significa el decomiso de sus cuantiosos bienes: las escrituras de sus casas, las empresas, los automóviles, las joyas y obras de arte, los aviones y yates o el dinero en efectivo. "Y si bien existe todo un esquema legal para disponer de esos recursos, lo cierto es que allí comienza uno de los más fructíferos negocios de la corrupción organizada", escribió en 2001 el analista Jorge Fernández Menéndez. "¿Cuántos de los bienes decomisados son utilizados para fines particulares?", se preguntaba.

Entre agosto de 1999 y noviembre de 2000, al finalizar la pasada Administración, sólo llegaron a su destino 15 de los 260 aviones decomisados y 13 de las 137 embarcaciones. El resto quedó en manos de empresas parapoliciales o, simplemente, fue absorbido por mafias todavía activas.

Policías mexicanos buscan a unos traficantes de drogas en Toluca, en una operación en 2001
Policías mexicanos buscan a unos traficantes de drogas en Toluca, en una operación en 2001REUTERS

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