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Entrevista:JOSÉ LLÁCER | Gerente del grupo Llácer y Navarro

"La subida del petróleo es una catástrofe total"

Miquel Alberola

Pregunta. Por cualquier lugar de Europa siempre se ve alguno de sus camiones. ¿En el imperio Llácer y Navarro nunca se pone el sol?

Respuesta. Más o menos. Es que tenemos muchos camiones: 320 lo que es Llácer y Navarro, y luego tenemos un grupo de muchos agregados. Hacemos una gran familia y tratamos de sobrevivir para mantener la guerra día a día.

P. Algo más que camiones tiene para mantener tanta actividad.

R. Aparte de la flota tenemos Oliva Logística, que ofrece todos los servicios logísticos globales del transporte: almacenaje, control y gestión de stocks, depósito aduanero público, grupaje, picking... Es una idea que traje de Holanda y que aquí apenas existía. También tenemos oficinas comerciales en Holanda, Alemania, Polonia, Chequia,... Sobrevivir un poco.

P. Este imperio nació a partir de un camión Leyland, ¿no?

R. Nació en un camión de mi padre y su socio, y poco a poco vino lo demás.

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P. ¿Cuál ha sido la clave del éxito?

R. Trabajar día y noche sin parar. Lo que hemos ganado lo hemos reinvertido y hemos apostado por la tecnología punta, los productos novedosos.

P. Usted ahora es gerente, pero empezó desde el fondo, al volante.

R. Fui unos años en un camión, sí. Recorrí toda Europa y viví todos los problemas de los chóferes.

P. Eso ha cambiado.

R. A peor. Hay mayor agresividad, mayor control. Ahora el cliente sabe en tiempo real dónde está su mercancía y lo que tardará en entregarla. El chófer está absolutamente controlado a través de un sistema de gestión de flotas por satélite.

P. ¿Cómo se ve el cambio de Europa desde un camión?

R. Ha cambiado más España. Antes nos miraban de reojo por retrasados, y ahora algunos países creen que están por detrás de nosotros. El cambio ha sido muy exagerado.

P. ¿La Unión Europea simplificó su trabajo?

R. Fue un adelanto de 20 años. Terminó con la pérdida de tiempo por las colas y la burocracia, y eso propició que tuviéramos un crecimiento y una aceleración muy importante en el sector.

P. Fraga Iribarne decía que el transportista...

R. Era un turista pagado. Nunca creí en eso, sino que era un sacrificado total que abandona todo durante largos períodos de tiempo.

P. A usted esos viajes a Holanda le abrieron los ojos.

R. Totalmente. Eso te cría diferente.

P. ¿Cómo hablaba allí?

R. Había estudiado francés, pero allí arriba nada. Por señas, como podía.

P. La subida del petróleo.

R. Una catástrofe total. En dos o tres meses nos ha subido cinco céntimos cada kilómetro sin poderlo repercutir a nadie. Y si no lo repercutimos no podremos aguantar, porque ahora estamos trabajando por debajo de costes.

P. ¿El camión no desaparecerá por el protocolo de Kioto?

R. No, es necesario para el sistema. Se tendrá que amoldar, pero por ahora no tiene alternativa.

P. A Francia ya le molesta que la flota española la cruce a diario.

R. Se tendrán que acostumbrar a convivir con ello. No nos pueden dejar recluidos aquí.

P. La deslocalización se está llevando la naranja a Andalucía.

R. A nosotros no nos afectará, porque lo nuestro es hacer kilómetros. La naranja al final se desplazará, como ocurrió con el fresón, que empezó en Cataluña y ha terminado en Marruecos. P. ¿Qué haremos aquí? R. Seremos el asilo de Europa. Servicios y construcción.

EN DOS TRAZOS

Existe un friso de fotografías antiguas de José Llácer (Oliva, 1957) encaramado al morro de un camión Leyland con su padre. Es el genoma del grupo Llácer y Navarro, una empresa líder con uno de los mayores volúmenes de negocio generado en el sector del transporte (56.532.805,17 de euros). Él empezó por abajo, viajó por Europa y se impregnó de lo interesante que vio. Ahora le absorbe tanto su actividad que se aburre si no trabaja. Su empresa crece hacia los países del Este, "una puerta hacia los 200 millones de consumidores de Rusia", y él viaja constantemente a "morderles las orejitas a los clientes para que estén contentos".

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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