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Tribuna:Atenas 2004 | La opinión
Tribuna
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Roma contra Atenas

Mucho antes de que en las pistas de Atenas los atletas pulvericen algunos récords por milésimas o milímetros, estos Juegos ya han batido algunos récords millonarios. En primer lugar, el de los derechos de televisión, que pasaron de los 1.332 millones de dólares en Sidney 2000 a los 1.498 de Atenas 2004, que le permiten al comité organizador financiar la mitad del presupuesto. Lo cual quiere decir, en segundo lugar, que también caerán las viejas plusmarcas de audiencia. Serán más de 300 los canales que retransmitirán al globo estos Juegos con un total de 35.000 horas de cobertura contra las 29.600 horas televisivas en Sidney 2000 y las 20.000 horas de Barcelona 92. Lo que en principio supone una audiencia potencial superior a los 3.900 millones de personas.

Pero estos primeros Juegos de la era realmente global van a sumar otras muchas audiencias millonarias en pantallas que hasta ahora no habían sido contabilizadas, pero que ya forman parte del actual circo mediático: las ciberpantallas de Internet y las micropantallas de los móviles. La última innovación audiovisual de estos Juegos es su transformación en videojuegos a pesar de que ya existían desde los 80 versiones muy primitivas de los mismos (Decathlon, The First Olympics, Hyper Sports). Esta vez el videojuego se llama Athens 2004, es de la Sony, funciona con la PlayStation2, el COI le otorgó (y cobró) el título de Videojuego Oficial y, por lo que he visto de él, no tiene nada que envidiar al más pintado y vanguardista de la muy floreciente industria juvenil de las consolas.

El problema está en saber si esas futuras plusmarcas de audiencia de los Juegos de Atenas serán audiencias reales o automáticas. Porque si enciendes el televisor y en tu constante zapping de la siesta pasas por La 2 de TVE y te detienes unos minutos allí simplemente porque el evento es el evento y encima te lo venden como obligatorio en todo el espectro audiovisual, incluso en las pantallas de la competencia, entonces el maldito audímetro te registra automáticamente como audiencia real de los Juegos aunque haya sido un contacto mínimo, mecánico y distraído. Pero no es verdad que en esa parada yo haya formado parte de la audiencia contabilizada por el evento. Son poquísimas las competiciones de los Juegos que interesan y enganchan a una audiencia mayoritaria; excuso decir a esos famosos 3.900 millones de telespectadores que nos vende el COI, más los de Internet y los móviles.

Una vez superada la ceremonia inaugural, que funciona lo mismo que funcionan los desfiles militares o las bodas reales, los Juegos pasan a convertirse en una especie de hilo musical de ascensores o centros comerciales, que los oyes porque no te queda más remedio pero no los escuchas. Excepto por dos cosas: por patriotismo o porque allí, en las pistas del estadio de Calatrava, calientan sus músculos las megaestrellas. Ahora bien, no hay megaestrellas en estos Juegos de Atenas, lo cual es un atraso mediático respecto a otros deportes de masas, excepto esos atletas sospechosos de dopaje. Y en cuanto al patriotismo olímpico, llega en el peor de los momentos, luego del hartazgo patriotero al que nos sometió el hombrecillo del pádel. Pero no sólo ocurre con la tele. Es exactamente lo mismo con el videojuego Athens 2004, que, al cabo de los minutos posteriores al brillante encendido, no hay adolescente que se enganche al olimpismo de Atenas durante media hora por mucho realismo que los de la Sony le hayan echado al simulador virtual e interactivo.

Habría una explicación más profunda a esta falta de interés actual por los Juegos a pesar del bombardeo audiovisual al que estamos sometidos. La formuló recientemente el filósofo Peter Sloterdijk comparando los Juegos pacíficos de Atenas con las sangrientas arenas de Roma. Nos reclamamos herederos del viejo espíritu olímpico de los griegos, incluso hemos plagiado los carísimos juegos de la antigüedad, pero lo cierto es que el espíritu que actualmente reina en el globo, y muy especialmente en la esfera mediática, es exactamente el del hipercruel circo romano. Roma contra Atenas.

Basta otra vez hacer zapping con el mando a distancia para comprobar la excepción de Atenas en La 2 de los Juegos, y en ese juego de la PlayStation2, y la normalidad de las feroces arenas romanas en todas las demás cadenas, medios, noticias y videojuegos. Los esfuerzos agónicos de los atletas en el espléndido estadio de Calatrava quedan sepultados por las imágenes también en tiempo real de la agonía de los náufragos en las costas de Sicilia y Canarias, los cadáveres en la franja de Gaza y el triángulo sunita, el espectáculo obsceno de los gladiadores de la nueva Pax romana, los crueles shows circenses de la televisión basura y demás masacres tipo arenas romanas a las que ya nos hemos acostumbrado como imágenes habituales de la hora sexta, de la siesta, y baten, éstas sí, récords de audiencia.

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