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El Fórum de Maruja | HUMOR
Columna
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Lo del aborto, que lo cuenten

Esta vida es una verdadera montaña rusa. Un día estás arriba y otro abajo. Vean el caso de Fay Wray, a quien en otro tiempo King-Kong llevó en la palma de la mano, mientras el pinche universo comentaba la sonada historia de amor entre la Bella y la Bestia, etcétera. Sesenta y un años después de aquella película, la Bella casca y ni siquiera les entierran juntos. Pero el mito no muere.

Ocurre como con las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Ello me recuerda que tengo un amigo socialista que un día pecó al ver en el ¡Hola! a la joven Ana Aznar en bikini, y descubrir su inesperadamente suculenta proa. Éstos son los ramalazos con que a veces te sorprenden los socialistas. Uno de Izquierda Unida no se habría permitido jamás considerar ni la posibilidad, pero los del PSOE empiezan flirteando con el enemigo y pueden acabar pagándole la fiesta y viendo cómo baila con otra. Dicho lo cual, y ya que la he sacado a colación, aplaudo la iniciativa de los Agag de disfrutar de las fiestas ibicencas, aportándole a la isla blanca su nada desdeñable toque Mocedades Escorialenses, en animoso mestizaje.

Dos años puede que no sean nada para la Iglesia ni para el Estado, pero para una embarazada dispuesta a interrumpir, pueden ser infinitos

¿Es ello -me refiero al flirteo socialista con el enemigo- lo que está influyendo ahora en la postergación de la ampliación de los supuestos del aborto? ¿Se han arrugado porque la Iglesia y sus legionarios nos han emponzoñado con la primera tanda de sus sofocantes tintes negros? ¿O realmente las circunstancias objetivas de la actual coyuntura propician una situación en la que todos vayamos al unísono para conseguir un consenso, hip, hip, hurra? En todo caso, nos lo cuenten, no sea que les haya entrado el apretón de aparcar la promesa para, cinco minutos antes de las próximas elecciones generales, volverla a desempolvar. Lo cual resultaría a todas luces lamentable y contradictorio con la Promesa. En el mejor de los supuestos aún encogidos, es decir, si de lo que se trata es de darle al proyecto mayor profundidad y alcance al asunto, aún más necesario será que el público lo sepa, para que se vaya preparando y decida cómo reaccionar ante los atropellos de las fuerzas muertas. Entre tanto, no estaría nada mal poner en las farmacias la píldora del día después, a cargo de la Seguridad Social o a precios módicos. Porque dos años puede que no sean nada para la Iglesia ni para el Estado, pero para una embarazada dispuesta a interrumpir, pueden ser infinitos.

Si es por no darle un disgusto a monseñor Rouco Varela, que no se preocupen. Los soponcios, mejor, todos de golpe. Él lo aguantará, gracias al estoicismo que proporcionan la convicción de tener a Dios al lado y la falta de compasión. Por consiguiente: vengan ya el matrimonio y la adopción para parejas gays (y ya de paso, el divorcio, que lo piensan arreglar, que sea para todos: incluidos homosexuales), la paridad de la mujer, y también dos huevos duros, en lugar de dos son tres; o los que fueren necesarios. En los anales de esa larga, confusa y a menudo repulsiva connivencia entre la Bella y la Bestia que ha sido la relación Estado-Iglesia, encontrará el ínclito Rouco fuerzas para soportar la acometida del Maligno en forma de decretos-ley. No en vano el hoy Muy Prelado escribió su tesis doctoral precisamente acerca del tema, pero en el siglo XVI (o de Oro). Corría el año 1964.

Lo que es la vida, Este Tobogán: mientras él pergeñaba su texto, yo comenzaba a recibir mis primeras hostias en el mundo del periodismo, desconociendo que, algún día, Franco dejaría de ir bajo palio (dejaría de ir, en líneas generales). Me preparaba, también sin saberlo, para formar parte del actual colectivo integrado por un millón de mujeres que vivimos solas y que somos el asombro del mundo (en las tertulias radiofónicas no se habla de otra cosa), sin tener en cuenta que, en otro lugar, en otra dimensión espiritual, un futuro Príncipe de la Iglesia se entrenaba para tocarme las narices en mi madurez. Quelle histoire!

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