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Darfur no es Ruanda

Yolanda Monge

Milicias armadas que masacran población civil: los Janjawid sudaneses en estos días o los paramilitares del dictador serbio Slobodan Milosevic a finales de la década de los noventa. Las mismas historias de expulsión y humillación por parte de los refugiados albanokosovares que se escucharon en 1999 se relatan los desplazados en la región de Darfur: casas incendiadas, saqueos, asesinatos, violaciones. Pura limpieza étnica.

Pero, debido a que la brutalidad en la crisis de Darfur ha alcanzado niveles de tragedia, y quizá por su coincidencia en el tiempo con el décimo aniversario del genocidio ruandés, la comparación resultó fácil. Pero no parece correcta. Sudán no es Ruanda. Sudán es Kosovo. En Darfur la gente ha muerto -hasta ahora- asesinada por decenas de miles (aunque el hambre, la sed y las enfermedades podrían elevar esta cifra a más del millón). En Ruanda, la matanza fue de cientos de miles. Además, a pesar de la violencia sistemática, la política de tierra quemada ejecutada por las milicias árabes progubernamentales en la región no parece tener como objetivo a un solo grupo de víctimas. En Kosovo, 78 días de bombardeos de la Alianza Atlántica forzaron la retirada de los secuaces de Milosevic. Sobre Sudán, una decisión de tal calibre parece difícil de conjugar en las diferentes capitales occidentales. Bien por miedo a comprometerse en otro conflicto de resultados inciertos o bien porque son varios los miembros permanentes dentro del Consejo de Seguridad de la ONU que no apoyarían una intervención militar.

El caso es que esta crisis olvidada durante más de un año ha sido colocada por EE UU en la agenda internacional en las últimas semanas. Por varias razones: Washington ha aprendido duras lecciones en África. En Somalia fue criticado por no haber prestado la debida atención al conflicto y cuando decidió intervenir el resultado fue humillante y doloroso. En Ruanda, la Administración de Clinton dudó hace diez años a la hora de valorar la dimensión de la crisis y una mañana despertó con la cruda realidad. Tenían un genocidio consumado en las pantalla de sus televisores. El secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, ha expresado ahora su deseo de que no se repita la historia. Después de Ruanda, nunca más. Metidos de lleno en la crisis de Darfur, la Cámara de Representantes calificó de genocidio -acto cometido con la intención de destruir, total o parcialmente, un grupo nacional, racial, étnico o religioso- las acciones que el Gobierno sudanés ha practicado en la zona. Más prudente se ha mostrado la Administración de Bush, que, a pesar de considerar prioritaria la crisis africana, ha tratado la situación de forma delicada y evitando usar tal término. Sin embargo, poderosos e influyentes líderes evangelistas de EE UU urgen al presidente norteamericano a que se envíen tropas a este país para "evitar el genocidio". "Siempre que sucede algo terrible en el mundo, cuando las personas son asesinadas, inevitablemente alguien siempre clama ¡genocidio!", asegura John Prendergast, especialista en África del centro de estudios International Crisis Group, quien se contiene a la hora de calificar con tal término lo que está ocurriendo en Darfur. Genocidio o no, Darfur se muere.

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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