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Reportaje:Signos

Memorias de un andaluz de ultramar

José Carlos Gallardo rememora su juventud granadina tras 45 años en Argentina

A pesar de llevar 45 años afincado en Argentina, José Carlos Gallardo nunca perdió del todo su acento andaluz. "Lo recupero siempre que recibo visitas, o cuando vuelvo a mi tierra", asegura este poeta, nacido en Granada en 1925, que ha servido de puente entre las dos orillas del Atlántico durante casi medio siglo. Ahora, una sustanciosa porción de su recuerdo ha quedado plasmada en el libro Memorias en voz baja, publicado en España por Ficciones-Revista de Letras, en lo que pretende ser el primero de los dos tomos que comprenderá su autobiografía.

"Hace 40 años quizá que empecé a escribirla, cuando todavía vivía en Rosario. Su título inicial iba a ser algo así como Memoria primera, pero ya sabía que abarcaría desde los cinco años a los 33, o sea, el año 1957: cuando vengo a Argentina", afirma. Gallardo fue fundador del Aula de Poesía Española Antonio Machado en Buenos Aires, por la que desfilaron las figuras más sobresalientes de la poesía española de las últimas décadas, desde Luis Rosales a Ángel García López. También se desempeñó como secretario de la Oficina Cultural de la Embajada de España en la capital del Plata, periodista, presentador de televisión y asiduo conferenciante.

Memorias en voz baja supone la sexagésima tercera entrega de su bibliografía, fundamentalmente volcada en el ámbito del verso. Su poesía siempre ha gravitado en torno a la infancia y la nostalgia por aquella remota Granada de la posguerra, si bien el entorno suramericano acabó influyéndole de forma inevitable: el aliento social, el drama de los desaparecidos y el continuo replanteamiento del tiempo y la distancia se hacen también patentes en una producción en la que destacan títulos como Hombre caído, La edad del patio, Oda al Paraná, Amor Americano, Alfabeto incendiario o Jardín que sigue cerrado.

"La distancia física y temporal no sólo trae la nostalgia, sino también una visión diferente de la tierra, de los amigos, de la vida de una ciudad", explica el veterano escritor. "En Memorias en voz baja he querido darle a mis vecinos una Granada en la que viven, pero que sin embargo no ven. Es cierto que hay una Granada que física y espiritualmente se va perdiendo. Pero un rincón como el Barrio del Realejo, y lo saben quienes vivieron conmigo aquella época, sigue exactamente igual", añade.

Gallardo nunca cortó el invisible cordón umbilical que le vinculaba con la tierra que le vio nacer. A lo largo de todos estos años ha viajado a España en más de 30 ocasiones, casi siempre como promotor y guía de excursiones literarias. "Eso me ayuda a, como suelo decir, retomar los jugos: la sangre, la lengua, los paladares", asegura.

En las 200 páginas que integran Memorias en voz baja, los carismáticos personajes de aquella Andalucía herida de los años treinta conviven con figuras "de retablo mayor", según dice, como María Victoria de los Ángeles, Ernesto Sábato o Luis Rosales; las correrías picarescas con el despertar de la vocación literaria y el afán de conocimiento, los sueños con una realidad que el recuerdo tornó agridulce. De sus colegas de entonces destaca sin dudarlo a Rafael Guillén, "poeta muy serio", con el que le une "una amistad entrañable".

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De entre todos aquellos momentos consignados en su libro, Gallardo siente debilidad por "los más intensos, que son los relacionados" con su madre. "Si leo ese capítulo en voz alta, no soy capaz de terminarlo, se me quiebra la voz. Pienso en esa mujer que se fue achicando, que quería que yo fuera un niño bueno, obediente y sumiso, y que nunca vio cumplida esa expectativa. Mi padre fue creciendo sobre mí hasta dejarme sin memoria de ella. Hasta mis 48 años, cuando escribí Dolor en cera, no supe realmente qué relación teníamos mi madre y yo", dice el autor.

En su casa de la bonaerense calle Pacheco de Melo, a medio camino del Barrio Norte y La Recoleta, comparten espacio su colección de gallos, libros de escritores españoles, donde no falta la generación del cincuenta al completo, y muchas fotografías. Entre éstas, una de su hija, nacida en Argentina, que para su orgullo le ha salido bailaora flamenca. El segundo tomo de sus memorias, que cubrirá toda su etapa americana, ya está sobre la mesa, en avanzado proceso de escritura. "Quiero seguir recordándome como granadino", repite una y otra vez el escritor.

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