Joyce de noche
Leo en un despacho de la agencia Efe que la casa Sotheby's ha subastado "una carta erótica de James Joyce a su amante Nora por 360.000 euros". La carta fue escrita cuando ya vivían separados, por lo que no sé si técnicamente es del todo exacto emplear la palabra amante. En el texto, parece que Joyce la llama "zorra de ojos salvajes" y le confiesa que siente por ella "un deseo ingobernable". Pero lo más sorprendente es la explicación que da la casa Sotheby's para justificar lo cara que se ha vendido la misiva: "Es interesante porque es muy explícita, a pesar de que el autor eludía generalmente todo tipo de bromas obscenas". Caramba.
Escribir "zorra de ojos salvajes" y que sientes un "deseo ingobernable" desde luego no son bromas, así que no tiene nada que ver con "eludir todo tipo de bromas obscenas". Pero aunque lo fueran. El autor escribió esa carta no para que la leyésemos nosotros, sino para que la leyera Nora. Lo normal es que la gente (y eso incluye al difunto Joyce) tenga comportamientos distintos en privado que en público. Ésta es la gracia.
El mundo está lleno de seres humanos que en público eluden todo tipo de bromas obscenas y que luego, en privado, son unos guarros. Normalmente, cuando redactas una conferencia para dictar en el Òmnium Cultural no describes posturas sexuales y, en cambio, sí las describes cuando redactas e-mails a tus amantes. Son pocas las personas obscenas en público y en privado, y esa debería ser la noticia. Imaginen que de aquí a unos años se subasta una película casera en la que un actor de culto (pongamos Keanu Reeves) está manteniendo relaciones sexuales con una mujer (pongamos yo). El señor de Sotheby's dirá que la película tiene valor porque el contenido sexual es muy explícito cuando resulta que Keanu era muy pudoroso en su trabajo y eludía los desnudos y las escenas de sexo. Pues vaya noticia. Para algo se trata de una cinta para el consumo privado de Keanu y mío. El señor de Sotheby's, al que tengo un respeto ilimitado, debería ser contratado en el programa Salsa Rosa. La justificación extraordinaria que da de la diferencia entre el comportamiento público y privado de Joyce es la misma que dieron de la locutora Encarna Sánchez cuando sacaron a la luz las cartas que le escribió a no sé quien. Vaya morro.
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