_
_
_
_
_

Lágrimas de pionero

Un buena historia siempre está determinada por la calidad de su arranque. Y la historia del Tour y los ciclistas vascos es, sin duda, una de las más maravillosas epopeyas deportivas del siglo, por lo que su comienzo no podía ser más revelador. Para llegar a las gestas de Induráin, Loroño o Iban Mayo han tenido que pasar cientos de ciclistas cuyos sudores han regado las cunetas de las carreteras francesas.

El primer vasco que se atrevió con la Grande Boucle fue el vizcaíno Vicente Blanco, El Cojo, que disputó la ronda francesa en 1910. Lisiado por dos accidentes: primero en una acería, cuando un hierro candente le atravesó uno de sus pies, y después por un percance en los astilleros Euskalduna, donde la caída de una máquina casi le secciona la otra extremidad, Vicente encontró en la bicicleta la mejor forma de moverse. Venció en los campeonatos de España de 1908 y 1909 y, al año siguiente, se lanzó con su bicicleta desde Bilbao hasta París para probar suerte con el Tour. Sin embargo, el cansancio y la escasez de comida ("No puedo competir con esas fieras tan bien alimentadas", aseguraba) le impidieron la salida en la segunda etapa.

Pese al aparente fracaso de su odisea, el rodador recibió numerosos homenajes, que concluyeron con una pantagruélica comida en Balmaseda para aplacar su sempiterno hambre. Tras los entrantes, numerosas rodajas de merluza, varios platos de paella y dos chuletones, El Cojo rechazó la fruta que le ofrecían en uno de sus clásicos desplantes: "Eso que se lo coman los monos". Con gesto adusto, lió un cigarrillo y fumó hasta que aparecieron los camareros cargados con abundantes bandejas de arroz con leche. Entonces, el ciclista que había superado más de mil kilómetros para poder participar en el Tour se derrumbó y comenzó a sollozar. Los vecinos de Balmaseda, creyendo que las lágrimas provenían de su mala participación, trataron de calmarle con ánimos y vítores. Sin embargo, el lamento de Vicente Blanco venía desde mucho más adentro, desde su estómago: "¿Por qué no me habíais avisado de que tendríamos arroz con leche? ¿Por qué?", balbuceaba. El hambre y sólo el hambre podía ser rival suficiente para este pionero.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_