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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sin fronteras

J. Ernesto Ayala-Dip

Tusquets dio por finalizada la trayectoria de La Sonrisa Vertical, un premio de novela erótica emblemático en su género y fuente de nombres ilustres. Lo que debería servir para reflexionar sobre este género. El premio dio buenos resultados narrativos pero no más que los que pudo haber dado cualquier otro. Para entrar en materia, ¿no es acaso Madame Bovary una novela erótica? Desde el punto de vista de la pérdida del erotismo en el amor burgués de la mitad del siglo XIX y desde el punto de vista de su melancolización en tanto operación romántica y altamente sensual sí lo es. Esta digresión viene a cuento de Una mujer desnuda, de Lola Beccaria. Una obra erótica que no acaba siendo eso que exigen los manuales de la mejor novela erótica. Serlo sin que lo parezca o parecerlo sin que lo sea.

UNA MUJER DESNUDA

Lola Beccaria

Anagrama. Barcelona, 2004

209 páginas. 13 euros.

Una mujer desnuda está es-

crita en primera persona. Una

instancia peligrosa en ciertas manos y en ciertos temas. Beccaria roza un tema conflictivo, la pederastia. Y como maneja perfectamente su voz narradora, nadie podrá esgrimir argumentos en contra de los contenidos morales de su novela. Reparos a su novela sí se le pueden poner, y que sólo atañen a su dibujo (demasiado apretado en su final) y a eso que yo llamaría el lastre de las novela eróticas propiamente dichas, su monotonía y su cul de sac argumental. La novela relata la historia de Martina Iranco, una ministra de Interior que un día dimite. La historia consiste en el lento aprendizaje erótico de Martina. La pederastia que se invoca está tratada con la suficiente distancia como para no comprometer nada que no sea su metaforización de los prejuicios y las estigmatizaciones de la sociedad. Pero Una mujer desnuda, con ser una novela que ha encontrado un registro prosístico ideal a su propósito transgresor y, por momentos, literario, no acaba de justificar el porqué de sus largas e intercambiables sesiones de gimnasia sexual. Es una novela sobre la defensa de la sensualidad sin fronteras. Y en esa defensa el cuerpo juega un papel crucial. Pero en una novela, y más en la erótica, el cuerpo es un discurso. Con sus silencios, sus elipsis, sus sobreentendidos.

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