_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Increíble, pero verosímil

Sólo la realidad convierte lo increíble en verosímil. Y eso es lo que está ocurriendo en la Copa del América. La fragilidad del proyecto que se supone capitanea la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, es tal que cualquier rumor, por sorprendente y extraño que parezca, es tomado por válido y convertido en dogma de fe. Si la alcaldesa y el equipo que nuclea alrededor del consorcio de este evento deportivo hubiera sido capaz en estos siete meses de pergeñar un proyecto sólido, en el que estuvieran implicados los representantes sociales, económicos y políticos de la ciudad de Valencia y lo hubiera dado a conocer, lo increíble seguiría siendo eso: increíble. Pero la realidad es tozuda y, además, no tiene remedio. Y la realidad es que Barberá ni ha presentado un proyecto para la Copa del América, ni ha explicado cómo piensa financiarlo, ni ha sido capaz de consensuar acuerdo alguno con la oposición. De ahí que cualquier rumor, por inverosímil que sea, acabe por parecer real.

Más información
Barberá pide 1.600 millones a Solbes para pagar el coste de todas las obras de la Copa del América

El escapismo fácil de echarle la culpa al empedrado o a un Gobierno que apenas lleva 50 días en ejercicio se compadece mal con los hechos. Y hechos son que el PP se opuso en el Senado a las enmiendas socialistas al presupuesto en las que se pedían el AVE Madrid-Valencia por Cuenca en 2007, una segunda pista para el aeropuerto de Manises, la rehabilitación integral de los barrios de Natzaret y el Cabanyal y consignación presupuestaria para la comunicación con la dársena interior del puerto. En su lugar los populares presentaron unas enmiendas a la Ley de Acompañamiento de carácter fiscal, societario y aduanero. Y como la alcaldesa sabe, que para eso lleva toda una vida en política, lo que no está en los presupuestos no existe. En éstas estamos: sin proyecto y sin dinero. No es extraño que los suizos estén de los nervios y algo más que preocupados ante la ineficacia de quien solamente ha sido capaz de verbalizar una idea en siete meses: construir una marina con varios miles de viviendas. Una idea que, por otra parte, choca frontalmente con el proyecto de expansión del puerto.

Ayunos de ideas, faltos de liquidez y ajenos al mundo empresarial valenciano (Barberá debería explicar los intereses de la Unión de Bancos Suizos y de Caja Madrid y el porqué de la marginación de AVE, por ejemplo), alguien ha decidido ponerse la venda antes de la herida y echar mano del recurso más antiguo, gastado e intelectualmente indigente de esta tierra: el anticatalanismo. No sólo nos niegan el agua, sino que además pretenden robarnos la Copa del América. Patético. Para algunos no pasan los siglos.

El presidente de la Generalitat realizó ayer unas sensatas declaraciones para salir al paso de tanto embrollo. El verbo que más utilizó fue trabajar. Ya va siendo hora, alcaldesa.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_